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Murió Lidia Gueiler, la única mujer que fue presidenta de Bolivia.

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“El llanto en Bolivia es una especie de deporte nacional que habría que empezar a eliminar”, le decía su madre a Lidia Gueiler cuando era niña, en la ciudad boliviana de Cochabamba, en la que nació en 1921. Gueiler citó a su madre cuando escribió en el año 2000 uno de sus dos libros, Mi pasión de lideresa, que publicó años después de haberse convertido en la primera y hasta ahora única mujer presidenta de su país.

Antes de empezar su carrera política, en 1946, cuando ingresó al entonces clandestino Movimiento Nacionalista Revolucionario, liderado por Víctor Paz Estenssoro, la dirigente política que falleció ayer se había recibido de contadora. En la revolución de 1952 lideró a los trabajadores de la banca y participó en la lucha popular que terminó con la dictadura militar. Fue electa diputada y en 1963 ingresó al Partido Revolucionario de Izquierda Nacional. Luego de un golpe militar, en 1964, la encarcelaron y torturaron, y luego debió exiliarse.

Cuando volvió la democracia a Bolivia, asumió la vicepresidencia del Frente Revolucionario de Izquierda y fue electa presidenta de la Cámara de Diputados por haber sido la legisladora más votada en 1979. Por eso le tocó suceder en la presidencia al militar golpista Alberto Natusch, que había usurpado el cargo durante dos semanas. Así, se convirtió en la segunda presidenta de América Latina. La primera fue la argentina María Estela Isabelita Martínez de Perón, en 1974.

Durante su mandato interino de ocho meses declaró el 11 de octubre Día de la Mujer Boliviana, en honor al nacimiento de la escritora Adela Zamudio.

Después de las elecciones en las que había ganado la fuerza de izquierda Unidad Democrática Popular, encabezada por Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora, hubo otro golpe militar, y Gueiler fue enviada al exilio, sin poder entregar el mando al presidente electo. Volvió a Bolivia en 1983 y fue embajadora en Colombia y Venezuela y también senadora, antes de retirarse de la vida política, en 1993.

El gobierno de Evo Morales lamentó su muerte y anunció que “se cumplirán en su honor todos los actos protocolares propios de una luchadora social”.

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