Muchas disculpas sonaron ayer en la Comisión de Cultura del Parlamento británico. En una sesión que, con interrupciones, duró casi seis horas comparecieron Rupert Murdoch, su hijo James y Rebekah Brooks, mano derecha en Reino Unido del conglomerado mediático internacional de la familia.
Ninguno de ellos se hizo responsable por las escuchas ilegales realizadas por el dominical News of the World, que no sólo causaron el cierre de ese medio, fundado en 1843, sino que también generaron una crisis en la Scotland Yard y rozaron al primer ministro británico, David Cameron.
Ante la comisión parlamentaria se presentaron en dos grupos. Primero fueron los Murdoch, que aseguraron desconocer las escuchas y sostuvieron que como la Policía cerró la investigación en 2007, ellos entendieron que el tema había concluido entonces y no que continuaba, como sucedió. Horas más tarde Brooks afirmó que la contratación de detectives privados es una práctica común en la prensa británica.
El escándalo saltó a la luz pública en 2007, cuando el príncipe Guillermo sospechó que desde News of the World -edición dominical del diario The Sun- habían interceptado su teléfono por una noticia que el medio publicó, lo que dio pie a la investigación policial. Fueron condenados con penas de cárcel el entonces responsable de la sección de información de la familia real, Clive Goodman, y el investigador privado Glenn Mulcaire, quien había sido contratado para intervenir los teléfonos.
La investigación se cerró. Dos años después surgió nueva información, revelada por otros medios británicos, pero Scotland Yard decidió no abrirla nuevamente. Cuando a comienzos de este año nueva evidencia fue publicada por el diario The Guardian, el caso fue reabierto.
En ese entonces, Andy Coulson, quien había sido nombrado por Cameron director de Comunicación, renunció a su cargo, ya que había sido director del periódico cuando se hicieron las escuchas, en 2007. Coulson ya se encargaba de la comunicación de Cameron cuando el primer ministro era líder opositor.
Pero Coulson no fue el único que pasó por News of the World ni tampoco por el gobierno británico. Neil Wallis fue director adjunto del dominical y años después fue contratado como relaciones públicas por el jefe de Scotland Yard, Paul Stephenson. El jueves Wallis se convirtió en el noveno detenido para ser interrogado por la causa de las escuchas, y el escándalo, que ya había ensuciado a Scotland Yard por no haber reabierto las investigaciones antes, les pegó de lleno a las autoridades policiales.
Ayer también comparecieron ante la Comisión de Cultura, para brindar información, Stephenson y su número dos, John Yates. Ambos renunciaron el fin de semana, con 24 horas de diferencia: Yates, por sentirse responsable de no haber abierto las investigaciones antes, y Stephenson, porque bajo su mando algunos policías aceptaron “pagos inapropiados” a cambio de información.
Las renuncias en Scotland Yard, uno de los organismos de seguridad más prestigiosos y confiables, son una clara muestra del alcance de la causa de las escuchas ilegales. No se trató sólo de un semanario amarillista que pinchó los teléfonos de personalidades públicas, también se realizaron escuchas a víctimas de crímenes -incluidos familiares de los fallecidos en el atentado en el metro de Londres de 2005-; las prácticas ilegales para acceder a información exclusiva llevó a que se contratara a detectives privados, a que se sobornara a policías y a miembros de la guardia real.
Se sospecha que estas prácticas del semanario de Murdoch no sean exclusivas de los británicos. Por eso es que el FBI investiga si alguno de los medios del magnate en Estados Unidos ha recurrido a ellas, especialmente la cadena conservadora Fox, por ser el más poderoso de los que tiene en ese país.
Pero las repercusiones también se sintieron en países de Europa. Medios españoles se preguntan en los últimos días qué pasará con el ex presidente conservador José María Aznar, miembro del Consejo de Administración del imperio de Murdoch que recibe un sueldo en euros y acciones. El Consejo es el que supervisa las actividades de la compañía para proteger a los accionistas, y actualmente recibe duras críticas por haber tolerado la conducta periodística del gigante mediático.
Sumado a los ataques que Murdoch recibió en el Parlamento, ayer otro de sus periódicos, The Sun, fue hackeado por el grupo LulzSec, pero en lugar de bloquear el acceso -como hace habitualmente- esta vez logró que, al acceder a la dirección, apareciera una falsa noticia: “Rupert Murdoch, el controvertido magnate de los medios, fue encontrado muerto, según cierta información, en su jardín”.
Saber delegar
Pero nadie parece asumir la responsabilidad de las prácticas ilegales. Los Murdoch las derivaron a su personal de confianza, que, dicen, eligieron, a su vez, a las personas equivocadas para confiar. Por ese “error” renunció Brooks, quien, como para complicar un poco más el panorama, es amiga cercana de Cameron, quien, dice la prensa británica, la impulsó a que se retirara por el escándalo.
Ayer en el Parlamento las preguntas claves iban dirigidas, justamente, a intentar encontrar a los superiores responsables. Así se preguntó a los policías si la investigación inicial, la de 2007, fue un fracaso por incompetencia y si se rechazó reabrir el caso en 2009 por error, o si ambas situaciones se manejaron de esa forma para favorecer al imperio Murdoch. De la misma manera se preguntó a los Murdoch quiénes sabían de las escuchas y quiénes son los responsables de que ellos no se hayan enterado.
La comparecencia fue suspendida cuando un individuo intentó estampar en la cara de Murdoch un plato de papel con espuma de afeitar. El hombre no llegó a su objetivo porque se interpuso Wendy Murdoch, la esposa de Rupert.
En la comisión se hicieron notar las palabras del magnate. “Me gustaría decir tan sólo una cosa. Éste es el día de mayor humildad de mi vida”, sostuvo, aunque minutos después aseguró que News of the World representa menos del 1% del grupo News Corporation. “No es una excusa sino una explicación... 53.000 personas trabajan para mí”, dijo, argumentando que no puede estar al tanto de lo que hacen todas ellas. Al final de su comparecencia leyó un discurso en el cual lamentó no haber resuelto “estos problemas antes”, pero también señaló: “Espero que nuestra contribución a Reino Unido también sea reconocida algún día”.
Brooks, mano derecha británica de los Murdoch, se escudó en que las prácticas cuestionadas se han utilizado en la prensa británica y para concluir aseguró: “Estamos intentando solucionarlo. El código de ética de los periodistas debe ser revisado. Hay que vigilar la ética de la prensa”.