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La reproducción de los hongos

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Columna de opinión.

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Marzo de 2008, intento de motín en el Comcar. Más de 40 reclusos trasladados al penal de Libertad. Marzo de 2009, Manfred Nowak, el entonces relator de la ONU sobre la tortura, visita Uruguay y deja un informe lapidario sobre la situación de nuestras cárceles. Señala que en algunos módulos del Comcar, el número de presos es cinco veces mayor a su capacidad.

Agosto de 2009, por primera vez en la historia del país cinco presos mueren intoxicados durante un motín en el Comcar. “Nunca vimos algo así. Es una verdadera tragedia que quedará grabada desgraciadamente en la historia uruguaya”, señalaba al portal Observa el Comisionado Penitenciario, Alvaro Garcé. Salvo los familiares, nadie pareciera acordarse de este hecho.

Enero de 2010, cuatro policías heridos tras motín en el Comcar. Enero de 2011, motín en el Comcar deja veinte reclusos heridos. Abril del 2012, motín en el Comcar, varios reclusos heridos y daños materiales importantes. Centenares de reclusos pasan a dormir en los patios, a la intemperie. El Ministerio del Interior (MI) anuncia realojamientos para terminar con esta situación.

Mayo 2012, Manfred Nowak vuelve a Uruguay. Otro informe lapidario. En los penales de Libertad y Comcar la situación se ha deteriorado, al punto que las condiciones de detención deben ser catalogadas como inhumanas, sentenció el relator.

La secuencia es contundente. El síndrome “comienzo de clases con techos rotos en las escuelas” se repite para el estado de las cárceles del país. Así como cuando llega marzo y las cámaras se posan en las paredes descascaradas de las escuelas durante un par de semanas -y luego le quitan el foco al problema hasta el próximo marzo-, con cada motín en un centro penitenciario pasa lo mismo. No sólo se borra el tema de la agenda sino que cuando vuelve, vuelve más arruinado, desfigurado y complicado.

Al día de hoy, en el Comcar, unos 250 reclusos siguen durmiendo en los patios. Tras el último motín, cuando se terminaron de destrozar los módulos IV y V - que ya se encontraban en estado calamitoso, como señaló en su momento el comisionado Garcé - el MI comenzó a techar tres patios del Módulo VIII para realojar allí, temporalmente, a los reclusos.

Actualmente, en dos patios del establecimiento hay personas alojadas, durmiendo en camas. A mediados de setiembre se voló un toldo lateral del techo de uno de los patios, entrando viento y agua. Los reclusos quedaron a la intemperie. Al parecer al MI le rinde esta solución precaria. Ya se está techando un cuarto patio. Y hay más. Según personas vinculadas al Comcar, el sistema sanitario para estas personas es deplorable: no cuentan con agua corriente, no se pueden bañar, no pueden ir al baño en privado, tienen un water o dos para 130, con un murito que no tapa todo el cuerpo. Además, cocinan en una olla para todos o comen la comida de la cárcel: el llamado “rancho”, que es absolutamente desagradable.

¿Efecto colateral de esta medida de realojamiento en patios? Los presos del módulo VIII se quedaron sin lugar de esparcimiento. Ahora salen afuera una vez por semana, con suerte. Además, pasaron de estar de a dos personas por celda a estar de a cinco. Y esto es apenas la foto de una de las tantas realidades de este centro de reclusión, donde se perpetúa el panorama de siempre. Nada cambió. Los presos permanecen hacinados, siguen consumiendo drogas, se mantiene la violencia entre reclusos y desde la Policía. La sistemática violación de los derechos humanos por parte del Estado contra estas personas se mantiene como siempre. Los motines son una consecuencia de un sistema enfermo que se reproduce como hongos en una casa sin ventilación, abandonada.

La realidad confirma que no existe bandera a la hora de no atender la situación de las cárceles del país. A la gente no le interesa lo que pase con los presos. Esto se traduce en que esta problemática no forma parte de la agenda y por lo tanto no molesta al Poder Ejecutivo ni inflama los sentimientos de políticos de ningún sector. En la actual coyuntura, la discusión sobre seguridad estará copada de acá hasta 2014 por la disyuntiva entre si los mayores de 16 años deben ser juzgados por la Justicia Penal adulta o no. Esta agenda sólo se verá alterada con un nuevo incidente carcelario; seguramente un motín. Y vuelta sobre lo mismo: vestiduras rasgadas, grandes señales de indignación, anuncios de nuevas medidas e inversiones y otra vez de vuelta a la vieja agenda. Y pasará, como pasó con el último motín, que las medidas serán mínimas y deficientes y las inversiones grandes pero insuficientes. Luego silencio. Hasta el próximo motín. Porque al igual que los hongos en las casas, para evitar más motines, para curar al sistema penitenciario no basta con una limpieza. Hay que ventilar. Parece rebuscada la comparación. Hasta que uno se entera de la situación de hacinamiento actual en el Comcar.

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