Bashar Al Assad no estaba destinado a ser el sucesor de su padre, Hafez Al Assad. Desde el golpe de Estado encabezado por Amin al Hafez en 1963, Siria está dirigida por el Partido del Renacimiento Árabe Socialista, también llamado Baaz (Renacimiento), de orientación panárabe, laica y socialista, cuya rama iraquí fue encabezada por Saddam Hussein. Siete años después, con otro golpe de Estado, el poder en Siria quedó en manos de Al Assad ("el león", en árabe) padre. Fue él quien diseñó y dirigió durante 30 años el Estado sirio, donde su clan acaparaba el poder con base en dos pilares: el partido y las fuerzas de seguridad e inteligencia.
Todo estaba previsto para que fuera Basel, el hermano mayor de Bashar, el que tomara la posta de su padre, pero el heredero murió en 1994 en un accidente de tránsito. Bashar, menos carismático que Basel, tenía entonces sólo 29 años y trabajaba en Londres como oftalmólogo, luego de haber estudiado en Gran Bretaña.
Hubo expectativas de democratización cuando el actual presidente asumió en 2000, tras la muerte de su padre (su designación fue avalada mediante un referendo, sin que hubiera otros candidatos, y del mismo modo se renovó su mandato en 2007). Era joven, educado en Europa y había dado señales de que estaba dispuesto a apartarse a los preceptos familiares. Los Al Assad son alauitas, de una rama musulmana "prima hermana" de la chiita, que gobierna en Irán, explicó a la diaria Rubén Paredes Rodríguez, director adjunto del Instituto de Rosario de Estudios del Mundo Árabe e Islámico (IREMAI) de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Sin embargo, Bashar se casó meses después de asumir, contra la opinión de su madre y su hermana, con Asma Fawaz Al Ajras, una joven cuya familia es originaria de la ciudad de Homs pero que nació y se crió en Gran Bretaña, con experiencia profesional en la banca de inversiones.
Fuertes por ser menos
En el mundo musulmán los sunitas son 80% de los creyentes. Muchos consideran hereje a la rama chiita, primera minoría con 10%. En esa décima parte se incluye a los alauitas, devotos de Alí, el yerno de Mahoma, que no siempre fueron aceptados en la comunidad musulmana (Uma). Consideran que la religión es una practica personal e interior, y entre sus particularidades está que no van a las mezquitas sino que rezan en casas particulares y en pequeños grupos, no hacen el peregrinaje a la Meca una vez en la vida como la mayoría de los musulmanes, aceptan el consumo de alcohol y celebran Navidad -lo que les valió ser acusados de ser cristianos encubiertos-. El conocimiento de sus creencias es bastante limitado porque sólo una elite masculina es iniciada; las mujeres tienen sus ritos aparte y, por lo general, no usan velo.
En Siria los alauitas también son minoría y su poder se explica por la historia del país. Cuando cayó el Imperio Otomano, después de la Primera Guerra Mundial, Francia, que impuso su dominación colonial a Siria en 1920, se apoyó en los alauitas, entre otras minorías, para controlar mejor el país. Los convirtió en una casta militar que apoyaba la dominación francesa, estimuló sus tendencias separatistas y creó un Estado independiente para ellos en el noroeste de Siria, de donde es originario el grupo, con capital en Latakía. El Estado de alauita duró hasta 1936, cuando el nacionalismo árabe cobró fuerza. Ese años, los alauitas fueron reconocidos por primera vez (por un imán de Jerusalén) como parte de la comunidad musulmana, en un contexto político en el que se privilegiaba la unidad árabe contra el colonialismo.
Con la independencia de Siria en 1946, los alauitas adhirieron a la ideología laicista, panarabista y socialista del Baaz. Se hicieron fuertes en las instituciones militares, los servicios de inteligencia y la administración, aprovechando la formación adquirida durante su alianza con los franceses. Al Assad padre logró que autoridades religiosas chiitas y sunitas reconocieran al alauismo como parte del Islam, cosa que necesitaba porque la constitución Siria exige que la presidencia sea ocupada por un musulmán (a la inversa, en Irán los chiitas son mayoría, pero Saddam Hussein, desde el Baaz de ese país, impuso el predominio de la minoría sunita que integraba).
Juego de tronos
Bashar Al Assad prometió reformas democráticas al asumir y aún las promete. En un primer momento se enfrentó con los servicios secretos y liberalizó el acceso a internet, entre otros gestos de apertura, pero ha sido consciente de que si estableciera un régimen plenamente democrático la demografía jugaría a favor de los sunitas. En definitiva, ha mantenido el Estado policial consolidado por su padre, basado en el poder de las Fuerzas Armadas y los servicios secretos dominados por alauitas, aunque procesó un relevo de vieja guardia en beneficio de sus allegados.
Los alauitas son entre 8 y 20% de la población siria, según la fuente que se consulte, y el actual presidente se apoya también en otras minorías, entre ellas la católica, que es cerca de 10%, y es respaldado además por una elite económica y comercial sunita.
La protestas contra el gobierno que empezaron inspiradas por la primavera árabe se basan en el reclamo de acceder a posiciones de poder por parte de la mayoría sunita que no integra esa elite. Pero con el correr de los meses las divisiones entre las distintas comunidades sirias se profundizaron.
También juega en contra de las autoridades la presión externa de países que buscan aislar a Irán, cuyo último aliado en la región es Bashar Al Assad, y en parte a Irak, donde la mayoría chiita logró el gobierno, constituyendo una anomalía en el marco del Islam. En cualquier plan de ataque contra Irán el control del espacio aéreo sirio sería muy útil, destacó Paredes.
Al ver que la balanza se vuelca en contra de Al Assad, los alineamientos internos cambian. Homs es la ciudad en la que las protestas tienen más fuerza, y donde existen más denuncias de represión cruenta, lo que determina que la atención internacional se centre allí. Según el corresponsal de la BBC en Homs, algunas calles de esa ciudad se han convertido en fronteras muy peligrosas y el temor de los alauitas a los rebeldes los lleva incluso a portar cruces cristianas para evitar ser secuestrados o asesinados cuando pasan por barrios sunitas.
Este tipo de situaciones hace que apoyos y alianzas se resquebrajen, desvirtuando las clasificaciones simplistas de oficialistas y opositores. Por ejemplo, a mediados de enero un centenar de sirios alauitas firmó un manifiesto para tomar distancia del gobierno y hacer público su apoyo a las protestas.
Aseguraron que desde que empezó el “levantamiento de la libertad” en Siria, a comienzos de 2011, coinciden con las demandas de los manifestantes, incluyendo la de que el presidente renuncie para abrir paso a la democratización. “Denunciamos que el régimen está intentando, a través de sus manipulaciones mediáticas, vincular a la comunidad alauita y las minorías religiosas consigo”, dice el manifiesto, que según Paredes se debe a que “los alauitas ven venir la caída de Al Assad”.
El comandante del Ejército israelí, Benny Gantz, comentó en enero: “El día en que caiga el régimen de Al Assad, esto dañará a la secta alauita”. Por eso Israel se está “preparando para recibir a refugiados alauitas en las alturas del Golán”, zona estratégica, entre otras cosas, porque de allí surge el abastecimiento de agua para territorios israelíes adyacentes, que pertenecían a Siria, y es controlada por Israel desde la Guerra de los Seis Días, en 1967.
Los opositores a Al Assad intentaron al principio disputarle el apoyo de los alauitas. En junio organizaron una manifestación dedicada a Saleh Al Ali, un jefe tribal alauita que se sublevó contra Francia entre 1919 y 1920, señaló, en una nota publicada por el diario francés Libération, Patrice Balanche, profesor de la Universidad de Lyon II y autor del libro La región alauita y el poder sirio. Según Balanche, fue una forma de decirle a la minoría alauita que no debía temer un cambio de régimen porque es parte de la nación siria, al tiempo que se reivindicaba a una figura alauita no vinculada con la familia Al Assad. Sin embargo, Al Ali vivió en una época en que los alauitas eran “miserables” y los demás musulmanes no los reconocían como parte de la Uma, acotó el académico.
Hasta el manifiesto de enero los alauitas respondieron a esa guiñada y se mantuvieron firmes en su apoyo a Al Assad. Con el paso de los años, el vínculo con el poder sirio se ha vuelto parte de la identidad de esa comunidad.
A la inversa, parece muy probable que entre los actuales opositores haya grupos sunitas deseosos de venganza contra los alauitas cuando éstos pierdan la protección de las fuerzas de seguridad. Esto contribuye al temor de que el conflicto se transforme en guerra civil, en el que se apoyan los defensores de una intervención extranjera en ese país. Balanche no descarta la posibilidad de que el desenlace de la situación actual incluya el resurgimiento del Estado alauita en el noroeste como refugio para esa comunidad.