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Alejandro Zavala

Foto: Javier Calvelo

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Zavala considera que lo central es tener “una presidencia con iniciativa” y un FA que piense en el largo plazo.

Mañana el Movimiento de Participación Popular (MPP) resolverá si respalda su candidatura a la presidencia del Frente Amplio. Alejandro Zavala sostiene que ese apoyo “pesa mucho” pero no es “imprescindible”, y asegura que no aceptará “condicionamientos”. Cree que “el microclima” de la orgánica del FA tiene valor pero “no refleja” al millón de frenteamplistas que eligieron al gobierno, y que se ha debilitado la relación del FA con los movimientos sociales y con los propios militantes de izquierda. “Hay organizaciones que tienen concepciones de izquierda y quieren cambiar la sociedad pero hoy no tienen un diálogo con la fuerza política. No creo que sea posible cambiar este país con los militantes que tenemos en la estructura actual”, reflexionó.

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-¿En qué condiciones aceptaría ser candidato a la presidencia del FA?

-En primer lugar, es necesario que los electores puedan elegir candidatos o candidatas a la presidencia independientemente de sus candidatos sectoriales y de las bases, o sea, el voto cruzado. Esto permite, entre otras cosas, salir de la lógica de bloques, de polarización que se ha instalado en el FA. En segundo lugar, al momento de la votación tiene que haber una infraestructura que garantice la participación de la gente. También son necesarias garantías para que el votante pueda acceder al lugar de votación y votar en un tiempo razonable. Una tercera condición es que el FA financie la campaña de los candidatos. Tiene que haber una campaña central del FA en la que se convoque a votar. Si dejamos a los candidatos supeditados exclusivamente a los apoyos económicos de los sectores que los puedan promover, estamos condicionando los candidatos a esos apoyos y estamos minimizando la capacidad de una campaña propia, de una propuesta diferente, separada de la sectorial. Si no sucede esto, seguramente termine siendo una disputa de aparatos cuyo efecto será reducir en gran medida el debate y la capacidad de elección de los frenteamplistas.

-¿Qué nivel de apoyo pretende para su candidatura?

-Hasta no conocer las condiciones que se resuelvan en el Plenario, considero que no es razonable ser candidato. Después acepto todos los respaldos que no impongan condicionamientos a la candidatura. La persona que acceda tiene que tener legitimidad democrática y su propia agenda, tiene que ser una presidencia con iniciativa. Estamos hablando de un pedacito de poder del FA, pero que usado inteligentemente puede provocar, dinamizar. Obviamente [el presidente] va a tener que negociar, articular, pero tendrá que cumplir también un papel removedor. Y en ese sentido, cuanto más amplios sean los apoyos, más fácil será para el presidente o la presidenta al momento de dialogar, negociar y también al enfrentarse a los sectores. Cuanto más reducidos sean los apoyos, mayor condicionamiento tendrá al momento de interactuar en la estructura política.

-¿La candidatura no está entonces condicionada por el apoyo de determinado sector?

-El apoyo importante es el de los votantes frenteamplistas. Obviamente, los aparatos pesan mucho en la elección interna, y que algún aparato esté dispuesto a ofrecerte el estrado para hacer la campaña facilita mucho la interacción con las personas, pero no es una condición imprescindible.

-El publicista Esteban Valenti sugirió que usted no tenía el suficiente peso político.

-La campaña tiene que centrarse en ideas, en propuestas y no en valoraciones sobre las personas. Cada candidato tiene su perfil, sus pros y contras. Yo soy un joven para la izquierda pero tengo 37 años; los jóvenes son los de 20 años. El argumento del peso, de la experiencia... Yo no soy el que lo va a contestar. No nací ayer en el FA ni en la política, tengo mi recorrido, que será mayor o menor... No estuve preso, no fui torturado, pero estoy acá y he trabajado en el gobierno con todos los sectores, no tengo problemas de diálogo con nadie. Y con la derecha también tengo mi diálogo. A algunos les gustará tener alguien de los que están sentados en el Senado porque considera que eso es relevante y le da jerarquía a la presidencia; otros pensarán distinto. Son opiniones. Lo central es discutir qué tiene que hacer la fuerza política, independientemente de quién sea el presidente. La fuerza política necesita una agenda que trascienda los problemas coyunturales, que no esté sólo preocupada por controlar si el programa se cumple; al gobierno hay que dejarlo gobernar. Pienso en una fuerza política con un rol más prospectivo, que piense el mediano y largo plazo, que elabore el programa siguiente pero tenga la capacidad de imaginar el Uruguay de los próximos 50 años. Eso implica, entre otras cosas, dedicarle tiempo a la formación de cuadros. Sin una política activa de formación sólo vamos a tener universitarios capacitados para gestionar. La fuerza política abandonó su rol de articulación con la sociedad civil organizada y no organizada. Tenemos un programa que de alguna manera se está cumpliendo, pero tiene un techo. Hay que construir nuevas equivalencias, hay que interactuar con los actores que demandan cambios en la sociedad y construir un programa. Y, además, movilizar. Lo peor que le puede pasar a un partido que llega al gobierno, en particular si es de izquierda, es desmantelarse. Eso le quita innovación, revulsión y el movimiento de la frontera. En un momento nuestra frontera era acceder al gobierno para trabajar en las transformaciones que están en curso; bueno, hay que correr la frontera un poco más. Muchos pueden administrar el capitalismo, no sólo la izquierda. No digo que el FA tenga un programa poscapitalista, pero tiene que resolver cómo sigue y eso está para dilucidarse. Un cometido central de la presidencia es promover ese debate.

-¿Se ha debilitado la relación con los movimientos sociales?

-Y también con los militantes de izquierda que siguen haciendo cosas. Obviamente, ya no militan ocho horas por día. Ése es otro tema: cómo modernizamos la estructura del FA para, sin echar a nadie, incluir a los que no están. En este aspecto debemos ser bien claros: en las decisiones importantes tiene que valer tanto la opinión de quien milita ocho horas por día como la de aquel que milita 12 horas por mes. La estructura tiene que dar la posibilidad de que ambos puedan militar, aportar y decidir. Eso implica asumir una dinámica distinta de gestión de la fuerza política y también asumir riesgos: acercarse a gente que está distante, que puede tener simpatía pero también algo de enojo con la gestión de la fuerza política, y estar dispuestos a escuchar cosas que no nos gustan. El microclima de la militancia orgánica del FA tiene su valor, pero no refleja la opinión del millón de militantes frenteamplistas que eligieron al gobierno. Los que fueron electos para gobernar son los parlamentarios y el presidente de la República. La fuerza política en ese sentido tiene que darle más libertad al gobierno, respaldar, articular, pero no ser el fiel de la balanza ni el juez supremo que está por encima del gobierno. Ése es un rol equivocado. Sí tiene que intervenir cuando se afecte la libertad de opinión y cuando esté en duda la unidad de acción, que son los valores que hay que preservar.

-¿Qué temas centrales debe discutir la izquierda en los próximos años?

-Hay toda un área de debate que tiene que ver con cómo construimos un modelo de país que tenga bases económicas sólidas para sostener el crecimiento pero que a la vez aumente los niveles de distribución y de igualdad. El otro eje central es cómo se gestiona el poder. Muchas veces corremos el riesgo de llegar a los espacios de poder que ocupaba la derecha y gestionarlos de la misma manera, con una perspectiva un poco más de izquierda pero con la misma lógica. Creo que ahí hay que transformar desde el poder la lógica del poder, por eso me parece genial que haya una candidata mujer.

-¿Qué opina de que Mujica le haya propuesto a Raúl Sendic ser candidato?

-No me consta que lo haya hecho, no escuché a Mujica decirlo. El presidente tiene derecho a tener las opiniones que quiera sobre los candidatos; no obstante, considero que si estamos convocando a elecciones abiertas lo peor que podemos hacer es tener candidatos apadrinados por los líderes ya consolidados. Porque además de reproducir la lógica que ha tenido el FA en los últimos tiempos, esto no hace más que debilitar la presencia de los frenteamplistas como tales. Eso no quiere decir que no valgan sus opiniones, pero límite entre que los líderes transparenten su opinión y transformarnos en la vieja monarquía británica, donde lo importante no era el rey sino quién elegía al rey. No creo ni que Danilo, ni que el Pepe ni que Tabaré tengan esa concepción del FA, y me parece que no es la voluntad de ellos resolver entre ellos quién va a ser el presidente del FA. Si fuese así, sería muy riesgoso para la participación de los frenteamplistas y para la vitalidad de la fuerza política.

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