A dos horas de finalizado el plazo, el Senado estadounidense aprobó con abrumadora mayoría (89-8) el acuerdo para evitar la caída total en el abismo fiscal. Formalmente, las fuertes subidas de impuestos y el masivo recorte del gasto público entraron en vigor en la medianoche estadounidense del lunes. Sin embargo, si republicanos y demócratas aprueban un acuerdo en el Congreso, esto tendría efecto retroactivo y sería como si lo hubieran alcanzado en tiempo y forma.
Fue en agosto de 2011 que el Congreso logró un acuerdo para aumentar el techo de endeudamiento, pero como condición para dar sus votos los republicanos reclamaron un compromiso para reducir el déficit. Ese compromiso debía ser pactado antes del 1º de enero de 2013. Si no se alcanzaba, automáticamente entrarían en vigor estas medidas, que en teoría llevarían a una reducción del déficit, aunque en realidad harían que la economía estadounidense entrara en recesión, ya que provocarían una contracción fiscal.
Las medidas incluyen el fin de la exención de impuestos para ingresos y ganancias de capital, que benefician a toda la población, así como un recorte automático, pero progresivo, en el gasto en defensa, programas sociales e inversión pública que retirarían de la economía estadounidense unos 600.000 millones de dólares, informó la agencia de noticias Reuters.
En el Senado se logró aprobar lo que se denominó un pacto de mínimos. Poco se conoce de ese acuerdo, pero sí se sabe que retrasa dos meses la reducción de gastos y que implica mantener la exención de impuestos para toda la población, excepto para la de mayores ingresos -las familias que perciben más de 450.000 dólares anuales y los individuos que ganan más de 400.000 dólares al año-, que representan menos de 2% de los contribuyentes. Estos sectores de la población sufrirán un alza de impuestos del 35% actual a un máximo de 39,6%, en lo que sería el primer aumento de impuestos en Estados Unidos en las últimas dos décadas, informó la agencia de noticias Efe.
Políticamente se trata de una derrota tanto para los republicanos como para el presidente Barack Obama: los primeros apostaban a incluir a los más ricos en la exención nuevamente, y el segundo buscaba establecer el límite en las familias con ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales.
“Aunque ni demócratas ni republicanos obtuvieron todo lo que querían, este acuerdo es lo que hay que hacer para nuestro país y la cámara debería aprobarlo sin retraso”, dijo Obama en un comunicado. Según el mandatario, el acuerdo bipartidista “protege a 98% de los estadounidenses y a 97% de las empresas pequeñas contra un aumento de los impuestos”. A su entender, hará que la economía crezca y que el déficit “se achique de manera equilibrada, mediante la inversión en la clase media y pidiendo a los ricos que paguen un poco más”.
Sin embargo, ayer permanecían las dudas sobre si los diputados lograrían aprobar un acuerdo de estas características. En la Cámara de Representantes los legisladores republicanos son mayoría, pero a su vez están divididos entre los más derechistas y los que están dispuestos a llegar a un acuerdo. Estas posturas están claramente representadas por el líder republicano de la cámara baja, John Boehner, quien se ha mostrado dispuesto a aceptar un aumento de impuestos menor, y su número dos, Eric Cantor, quien rechaza la posibilidad de cualquier suba de impuestos.
A su vez, algunos diputados demócratas, como Tom Harkin, señalaron que si el acuerdo no recoge sus reclamos y es muy benevolente con lo que piden los republicanos, podrían no apoyarlo.