Alan nació en México y llegó a Estados Unidos con sus padres cuando era chico. Juró lealtad a la bandera en la escuela, aprendió el himno y se sentía estadounidense. En el liceo empezó a ver a sus compañeros acceder a sus licencias de conducir, a empleos de verano y entonces supo que no podría tener nada de eso. Cuando antes de fin de año se anunció un plan que beneficiaría a los estudiantes al extender su permiso de residencia de a dos años, fue de los primeros en anotarse, y días atrás fue de los primeros en recibir la autorización. Ahora estudia medicina en Nevada y quiere entrar a la Fuerza Aérea. Con esta historia, muy al gusto estadounidense, ilustró ayer el presidente Barack Obama la necesidad de una reforma migratoria integral, en un discurso en el que respaldó la propuesta bipartidista que ocho senadores dieron a conocer el lunes.
Obama advirtió que a medida que el debate avance y se ajusten detalles, las posiciones se pueden distanciar más, con argumentos que plantearán “nosotros contra ellos”. Pero llamó a no perder de vista que las bases para un acuerdo ya están establecidas. “La buena noticia es que republicanos y demócratas están de acuerdo en la necesidad de una reforma. Coinciden con los principios que yo he propuesto y defendido estos años”, dijo. También recordó que Estados Unidos se formó por la llegada de inmigrantes. El presidente señaló, además, que si este pacto no prospera, no dudará en presentar su propio proyecto de reforma migratoria.
La propuesta bipartidista se basa en cuatro pilares: un “camino a la ciudadanía” para los inmigrantes ilegales junto a un aumento de control en las fronteras; una reforma del sistema de migración; la creación de un método efectivo para verificar que los inmigrantes ilegales no sean contratados por empleadores y un mecanismo de contrataciones para nuevos trabajadores.
Para su implementación proponen que los 11 millones de inmigrantes ilegales que hay en Estados Unidos se registren ante el gobierno, paguen una multa y los impuestos correspondientes al tiempo que llevan viviendo en el país y soliciten la regularización de su situación. Tras este trámite podrán acceder al mercado de trabajo. Después de un período de espera -aún no determinado-, podrán solicitar la condición de ciudadanos con estatus permanente, para lo cual deberán aprender inglés, demostrar su historial laboral y mantenerse al día con los impuestos. Así obtendrían la “tarjeta verde”, que les permitiría solicitar la ciudadanía. Se advierte que quienes ingresaron al país cuando eran menores de edad deberán enfrentar otras condiciones, porque se considera que el ingreso y la estadía ilegal fue involuntaria.
En este primer punto se incluye, como contrapartida y probablemente en busca del voto de los republicanos más conservadores, un fortalecimiento del control del ingreso de inmigrantes mediante un refuerzo de las patrullas fronterizas con tecnología, infraestructura y personal. Además, se propone un aumento del control en el ingreso y egreso de personas del país para verificar que quienes entran con un permiso temporal se vayan en tiempo y forma.
Otro punto dispone, para atraer y mantener “lo mejor y más brillante del mundo”, que Estados Unidos prometerá la tarjeta verde a los inmigrantes que hayan recibido un doctorado o una maestría en ciencia, tecnología, ingeniería o matemática en una universidad estadounidense. El tercer apartado reconoce que muchos inmigrantes llegan a Estados Unidos para trabajar y postula la creación de un sistema para que los empleadores puedan verificar con rapidez si una persona es o no indocumentada. El último punto del proyecto señala que la propuesta va a dar a los negocios la posibilidad de contratar mano de obra poco calificada -en referencia a los inmigrantes ilegales- “cuando los estadounidenses no estén disponibles o no deseen ocupar esos puestos de trabajo”. Esta última iniciativa llega de la mano de un creciente lobby de estas empresas.
El líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, expresó su apoyo al esfuerzo para alcanzar este acuerdo, al igual que la Casa Blanca, que advirtió que Obama no estará satisfecho hasta que no se implemente una reforma realmente significativa. Aun así, no se espera que el presidente presente un proyecto propio, sino que inste al Congreso a que actúe “con rapidez”, dejando en manos de los legisladores demócratas la defensa de su punto de vista. La agencia de noticias Reuters informó ayer que otro grupo bipartidista, pero en este caso de la cámara baja, dominada por la oposición republicana, también presentará esta semana o la próxima una serie de propuestas para una reforma migratoria.