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Pancarta del acto del Obelisco en el Museo de la Memoria. Foto: Azul Cordo, Museo de la Memoria

Se va a acabar: hoy se cumplen 30 años del acto del Obelisco contra la dictadura.

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El 27 de noviembre de 1983 más de 400.000 personas se concentraron en los alrededores del Obelisco a los Constituyentes de 1830 para escuchar y apoyar una proclama que exigió el retorno de la democracia y la convocatoria a elecciones sin proscriptos. En el estrado en el que el actor Alberto Candeau leyó el texto había más de un centenar de representantes de todos los partidos políticos. En homenaje a una de las movilizaciones más importantes de la historia del país, la diaria reconstruyó algunos detalles con el aporte de los testimonios del ex candidato a la presidencia y ex senador por el Partido Nacional (PN) Alberto Zumarán, del ex senador del Partido Colorado (PC) Manuel Flores Silva y del ex diputado del Frente Amplio (FA) Guillermo Chifflet, quienes en el estrado estaban sentados juntos.

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Hace tres décadas, en el Parque José Batlle y Ordóñez y la zona de Tres Cruces no había tanto simbolismo religioso y comercial. No había cruz, ni papa, ni Santuario del Resucitado, ni shopping / terminal, pero sí hubo muchísima gente con pancartas, banderas y cantando: “Se va a acabar / la dictadura militar”. El diario El Día en su edición del 28 de noviembre tituló en portada: “Tras una década de regresión y oscurantismo” y agregó en bajada: “El pueblo ganó las calles”. “Montevideo-400.000”, pero también informa que hubo movidas en el interior: “Salto-10.000, Melo-5.000, Rocha-6.000, Paysandú-7.000, Florida-10.000, Fray Bentos-3.000, Mercedes-3.000, Artigas-1.000”. Pocos días después, el acto era bautizado con la frase “Un río de libertad”, que apareció en la contratapa del semanario Aquí junto a una foto aérea de la avenida Luis Morquio completamente cubierta de gente y bordeada por la espesa arboleda de esa calle.

Las negociaciones del PC, el PN y la Unión Cívica (UC) con los militares para conseguir el retorno a la democracia se habían estancado y los partidos, junto con las organizaciones sociales, decidieron cambiar de estrategia. La dictadura ya había recibido dos duros golpes electorales, uno en noviembre de 1980 con el triunfo del No a la reforma constitucional que quisieron imponer mediante un plebiscito y otro en 1982 con la victoria de los sectores antidictatoriales en las elecciones internas de los partidos políticos no proscriptos.

Pero durante todo 1983 las acciones populares se multiplicaron (ver http://ladiaria.com.uy/AC5O). Los militares mantenían una postura intransigente y pretendían una salida con condiciones, algo que los partidos no aceptaban. El diálogo se suspendió y el movimiento contra la dictadura se estructuró en torno a medidas de protesta callejeras y masivas: caceroleos, apagones y movilizaciones.

Todos juntos

En el estrado se encontraban los colorados Ope Pasquet, Eduardo Paz Aguirre, Jorge Batlle, Enrique Tarigo, Julio María Sanguinetti, Amílcar Vasconcellos, Antonio Marchesano, Jorge Sapelli, Luis Bernardo Pozzolo, Luis Hierro Gambardella, Luis Hierro López, Manuel Flores Mora, Flores Silva, Roberto Asiaín y Ulysses Pereira; los blancos Guillermo García Costa, Gonzalo Aguirre, Carlos Julio Pereyra, Silvia Ferreira, Zumarán, Alembert Vaz, Carlos Rodríguez Labruna, Carminillo Mederos, Dardo Ortiz, Fernando Oliú, Héctor Lorenzo Ríos, Jorge Silveira Zabala, Pivel Devoto y Juan Martín Posadas; los cívicos Federico Slinger, Juan Vicente Chiarino, Julio Daverede y Humberto Ciganda; los frenteamplistas Alba Roballo, Francisco Rodríguez Camusso, José Pedro Cardoso, Juan José Crottogini, Lilí Lerena, Juan Pablo Terra, Américo Plá Rodríguez, Carlos Baráibar, Daniel Sosa Días, Pablo Mieres, Danilo Astori, Elisa Delle Piane, Chifflet, Helios Sarthou, Hugo Batalla, Mario Cayota, Sergio Previtali, Víctor Licandro y Wilfredo Penco. Además estaban el sindicalista José D’Elía, los dirigentes estudiantiles Luis Mardones y Jorge Chileno Rodríguez, y Luis Pérez Aguirre, entre otros.

Una de las iniciativas que maduraron rápidamente fue la de convocar a un gran acto público para el último domingo de noviembre, día en que la Constitución de 1967 establecía que se realizaran las elecciones nacionales cada cinco años. El acto sería en torno al Obelisco a los Constituyentes de 1830, en homenaje a quienes escribieron la primera carta magna del país. Juan Pivel Devoto (PN) y Edison Rijo (PC) consiguieron el permiso del coronel Washington Varela, jefe de Policía de Montevideo, para realizar un acto cívico. Enseguida se comenzó a convocar a la ciudadanía desde distintos medios de prensa opositores al régimen. “Todos al Obelisco por libertad, trabajo y democracia”, decía la tapa de Opinar, semanario del sector Libertad y Cambio del PC cuyo director era Enrique Tarigo. “¡Libertad, libertad, orientales!”, publicaba en tapa La Democracia, semanario del movimiento Por la Patria del PN y dirigido por Zumarán. “El pueblo en la calle gritará su verdad. Este 27 debe ser de todos”, decía la tapa de Asamblea, uno de los semanarios frenteamplistas.

La concentración estaba convocada a las 17.30, pero la gente empezó a llegar temprano, portando banderas uruguayas y pancartas. Por primera vez en un acto público durante la dictadura se vieron algunas banderas del FA. El estrado estaba preparado para que subieran más de 100 personas y se había colocado una pancarta de 15 metros de largo por tres de ancho con la consigna “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”. Curiosamente la pancarta permaneció durante 27 años guardada en un depósito de la empresa Andamios Tubulares, que en 2010 la donó a la Intendencia de Montevideo, y hoy está en exhibición en el Museo de la Memoria.

Sin duda la habrá

La crónica del semanario Búsqueda del 30 de noviembre relata que el 27 fue un domingo con una “tarde de sol radiante y de calor insoportable”. La música de fondo del acto fue un tema del conjunto andaluz Jarcha cuyo estribillo fue repetido una y otra vez: “Libertad, libertad, sin ira libertad. Guárdate tu miedo y tu ira porque hay libertad, sin ira libertad, y si no la hay, sin duda la habrá”.

En el escenario un grupo de locutores comenzó a enumerar adhesiones. Búsqueda nombra a Rubén Castillo, Homero Rodríguez Tabeira, Juan Francisco Fontoura, Américo Torres, Graciela Posamay, Gloria Levy, Vicente Dumas Sottolani, Julio César Ocampo y Cristina Morán. El Día consigna que también se leyeron adhesiones de las juventudes Peronista, Demócrata Cristiana e Intransigente de Argentina, de Lula da Silva (del Partido de los Trabajadores de Brasil), de la Federación de Estudiantes de Ecuador, de la Confederación Mundial de Trabajadores, del líder sindical polaco Lech Walesa y de la dirección de la Federación Sindical Autónoma e Independiente Solidaridad de ese país, del arzobispo de Montevideo, Carlos Partelli, del Partido Socialista Obrero Español y del argentino Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz. Búsqueda suma adhesiones de la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (ASCEEP), el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), la Confederación General de Trabajadores Uruguayos, el Colegio de Abogados, la Agrupación Universitaria, la Federación Rural y los agencieros portuarios.

La única pieza oratoria estuvo a cargo del primer actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau. Según explicó Flores Silva, por entonces pertenecía a la Corriente Batllista Independiente, la redacción estuvo a cargo de “delegaciones” del PN y el PC que trabajaron en base a “dos textos”, uno de Gonzalo Aguirre Ramírez (PN-Movimiento Nacional de Rocha y que luego sería vicepresidente del gobierno de Luis Alberto Lacalle) y otro de Tarigo (futuro vicepresidente del primer gobierno de Sanguinetti). “Después de charlar un rato, decidieron incorporar al texto de Aguirre tres párrafos del documento de Tarigo”, añadió Flores Silva. El ex senador recordó también que “lo segundo que se resolvió” fue que “no se convocara sólo a blancos, colorados y cívicos, sino que, como decía el cartel del estrado, no hubiera exclusiones. La decisión de los dos partidos tradicionales fue reclamar por los derechos de todos, y eso se sustanció no sólo en lo declarativo, sino que se invitó a ciudadanos prominentes” del FA.

Prometeo desencadenado

El texto leído por Candeau evoca a los presentes como “ciudadanos” y dice en primer lugar que llegaron hasta el Obelisco a “proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio” el último domingo de noviembre de 1984. Saluda al pueblo uruguayo que “ha dicho presente”, algo que “testimonia esta multitud inmensa y pacífica, jubilosa y esperanzada”. Agrega que se trata de un pueblo que “conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades [...] con madurez y cultura cívica [...]” y que “es capaz de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e independencia, como el de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980 cuando dijo No a la imposición de los detentadores del poder”. “Prometeo fue grande porque supo decir no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir no a los dioses con pies de barro”, añade la proclama, comparando al pueblo con el personaje de la mitología griega.

Más adelante señala que no se llegó al acto en “condición de militantes de determinada colectividad política, autorizada o excluida [...]. Hemos venido en nuestra común calidad de uruguayos y de patriotas herederos de un legado de libertad, de paz y de justicia, de respeto y tolerancia por todas las ideas, de devoción por la legalidad y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la violencia”. Y agrega que “todos los partidos políticos [...] hacemos pública nuestra convicción de que el límite de nuestras discrepancias estará dado, de aquí en adelante, por el mantenimiento de la libertad y la democracia”. “La victoria está próxima y es segura”, agrega más adelante y finaliza: “Proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó: ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!”.

La crónica de Búsqueda apunta que a las 17.37 se cantó el Himno Nacional y ocho minutos más tarde Candeau comenzó a leer la proclama con su característica voz de actor. Como el intendente de Montevideo, Juan Carlos Payseé (que luego sería candidato a la presidencia por el PN), se negó a postergar una hora la función de la Comedia Nacional en el teatro Solís, Candeau tuvo que “abandonar con toda premura” el estrado para dirigirse a la función de El vestidor, que comenzó a las 18.33, según publicó El Día.

Todos juntos

Después de la lectura de la proclama, algunos miles de personas, sobre todo jóvenes, marcharon por 18 de Julio hasta la plaza Independencia, donde, tras entonar nuevamente el Himno Nacional, volvieron al Obelisco. Búsqueda relata que poco después de las 20.30, “y sin mediar incidentes de violencia, la catarsis finaliza, aunque restan aún ‘caceroleadas’ aisladas”. El Día destaca que la empresa de ómnibus CUTU, de Sauce, rebajó el precio del boleto desde esa ciudad y desde Las Piedras para “facilitar” la concurrencia de los canarios al acto en la capital. En el resto del país hubo varias réplicas. En Paysandú se desarrolló un acto en la plaza Artigas y luego de entonar el Himno, los sanduceros escucharon un discurso del dirigente de la UC Víctor Thomasset y la proclama de los partidos leída por Jorge Larrañaga (PN). En Florida la leyó el maestro José Gervasio Martínez, en Melo el locutor Saúl Urbina y en Mercedes el locutor de Difusora Soriano Carlos Alberto Rodríguez.

Flores Silva opinó que el 27 de noviembre de 1983 representó “un giro en la construcción de la movilización. Había una estrategia de diálogo, combinado con la movilización de la gente. En esa estrategia la movilización tenía que ser más abarcadora. En ese momento se hablaba de que no podíamos esperar a que desproscribieran al FA, había que desproscribirlo de hecho, invitándolo al estrado”.

Por su parte, Zumarán contó que en el PN uno de los grandes organizadores del acto fue Fernando Oliú, uno de los dirigentes más activos de Por la Patria y quien ideó la consigna “Adelante con fe”. Sin embargo, para Oliú seguramente fue la última actividad política pública, ya que falleció el 2 de diciembre, cinco días después del acto. La esposa de Zumarán, Angelita Aguerre, dijo que “toda la familia estuvo en el Obelisco” y que en esa época “estábamos todos los partidos juntos”. Recordó que aún conservan en su chacra de Melilla un cuadro que les regaló una pintora “que era frenteamplista” pero quería homenajear a Zumarán, y que tiene “una cacerola con el mango y una tapa”.

Chifflet definió que en el acto del Obelisco “se produjo un precipitado de la opinión pública hacia algo que se venía gestando mucho tiempo atrás”. “La dictadura estaba prácticamente derrotada, la gente estaba en su contra y se buscó la forma de que eso se expresara en la calle”, añadió. Para el ex diputado socialista “se demostró a los militares que no habían logrado sembrar nada, ni siquiera dividir a los sectores democráticos, y que tarde o temprano tenían que irse, ya no podían eludirlo”. Los tres políticos coincidieron en que esa jornada significó uno de los golpes más duros contra la dictadura y una de las manifestaciones populares más grandes que vieron y protagonizaron en sus vidas.

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