Belaïd fue interceptado en su auto, al salir de su casa, por un hombre que huyó en una moto conducida por otro, ambos jóvenes, de acuerdo al relato del ministro del Interior, Ali Larayedh, citado por el portal de información tunecino independiente Kapitalis. Belaïd era coordinador general del Partido de los Patriotas Demócratas (legalizado en 2011), de izquierda radical, y también trabajaba como abogado defensor en derechos humanos, tanto antes como después de la caída de Zine el-Abidine Ben Ali, el presidente derrocado el 14 de enero de 2011 por un movimiento popular.
Además, era conocido por criticar sin vueltas a los islamistas del partido de gobierno, Ennahda. Las dos principales figuras de esa agrupación a las que acusa la población, la familia del dirigente fallecido y otras fuerzas opositoras como culpables de su muerte, son el primer ministro, Hamadi Yabali, y el líder del partido, Rached Ghanuchi.
Fue contra el segundo que más gritó ayer una muchedumbre enfurecida, que salió a la calle en forma espontánea, armó barricadas, tiró piedras contra la Policía -que respondió con gases lacrimógenos- y atacó sedes del partido islamista de gobierno en distintos puntos del país. En este contexto se produjo, según las primeras informaciones, la muerte de un funcionario policial.
Ambos dirigentes cuestionados repudiaron el crimen. Ghanuchi rechazó las acusaciones y dijo que se trata de un “ajuste de cuentas”, de un “crimen odioso y un acto cobarde que busca desestabilizar al país” y generar “un derrame de sangre”, según dijo a la agencia de noticias AFP. “Es un acto criminal, un acto de terrorismo no sólo contra Belaïd sino contra toda Túnez”, dijo en tanto el jefe de gobierno a la radio tunecina Mosaïque FM. Agregó que “el pueblo no está acostumbrado a ese tipo de cosas, es un giro grave”, al tiempo que pidió a todo el país “sabiduría” para evitar “caer en el desorden”. Horas después, en un discurso a la nación Yabali, anunció la formación de un nuevo gobierno integrado por tecnócratas independientes, que deberá preparar elecciones a la brevedad, para salir “de esta situación excepcional lo antes posible”. Además, dijo haber “aprendido la lección”: ni él ni sus ministros se presentarán a las elecciones.
Muerte anunciada
Es verdad que Túnez no está acostumbrado a este tipo de eventos: el único asesinato político “público” que se registró en el país fue en 1952, mucho antes de que Ben Alí llegara al poder. Entonces, Mano Roja, una organización armada que operaba en el Magreb en contra de los independentistas y que se supone que estaba vinculada a los servicios secretos franceses, asesinó a un sindicalista histórico, Farhat Hached, recordó la periodista franco-tunecina Sophie-Alexandra Aiachi en una nota publicada ayer en la edición francesa digital de Huffington Post. Durante los 23 años de gobierno de Ben Alí, se torturó y se persiguió a los opositores, pero nunca las personas que incomodan al poder eran eliminadas en la calle, durante el día.
Sin embargo, hubo señales. El país está gobernado, desde la elección de una asamblea constituyente en octubre de 2011, por una coalición tripartidaria en la que Ennadah, que ocupa las principales carteras, comparte el poder con el partido de izquierda Congreso para la República, del actual presidente transitorio, Moncef Marzouki (un ex opositor histórico a Ben Ali, al que los tunecinos reprochan su falta de poder) y con los socialdemócratas de Ettakatol. En medio del imposible consenso entre los partidos de gobierno a la hora de aprobar una Constitución que permita cerrar una transición que lleva dos años, los actos de violencia se fueron acumulando.
Una señal de alerta fue la muerte de otro dirigente opositor, Lotfi Nagdhm, un coordinador regional del partido Nida Tunes (Llamado a Túnez, centro), por una paliza que recibió de integrantes de la Liga de Protección de la Revolución, una organización cercana a Ennadah. Se le atribuye la mayoría de los actos de violencia política desde la caída de Ben Alí y había amenazado a Belaïd. Varias personalidades políticas sufrieron ataques o intimidaciones adjudicados al grupo. El sábado, integrantes de esa liga agredieron a los seguidores de Belaïd a la salida de un acto, dejando diez heridos.
Un día antes, otra fuerza opositora centrista, el Partido Republicano, había cancelado una reunión por la intervención de la liga en el encuentro. El portal Kapitalis recordó ayer que Belaïd había alertado, en el canal Nessama TV, sobre “ligas criminales” que “practican el asesinato político” y denunciado el apoyo que recibían de Ennadah, algo que significaba, según él, “una luz verde oficial para seguir con sus agresiones”.
En repudio al crimen, la oposición abandonó la Asamblea Constituyente, convocó un paro general para hoy, y pidió la renuncia del gobierno y un velorio nacional para Belaïd. Con el anuncio de un gobierno técnico se abre otra oportunidad de avanzar en la transición. Las protestas tras esta muerte dejaron claro que la sociedad no aprueba la violencia como herramienta política.