La cuestión campesina no ocupa las portadas de los grandes medios paraguayos. Ni sus problemas ni sus reclamos. En los días previos a las elecciones los diarios ABC Color y Última Hora, los más leídos, informaban de las exigencias de los empresarios, de los bloques de industriales y fabricantes, y hasta de la asociación que nuclea a los notarios, pero nada acerca de los problemas de los campesinos, que el próximo gobierno debería atender.
En el centro de Asunción, una de las principales plazas, la Plaza Uruguaya, está rodeada por rejas. La alcaldía de la zona decidió restringir el acceso al lugar después de que los vecinos se quejaran porque los campesinos acamparon allí para reclamar por sus tierras, por los detenidos acusados de participar en la violencia en Curuguaty, y por las víctimas de esa masacre. “¿En Uruguay no tienen plazas enrejadas?”, preguntó a la diaria un periodista de Unicanal. “Acá el tema es que, pobres, ellos vienen, pero acá no tienen lugar. Ocupan y hacen desórdenes y eso molesta a las personas de la ciudad”, agregó.
René, el dueño de una empresa de alquiler de autos, señaló que las agrupaciones campesinas que reclaman tierras “son gente que no quiere trabajar”. Dijo que cuando se les dan las tierras “las venden, se van a otro lugar con ese dinero y acampan de vuelta hasta que les dan otras tierras y las vuelven a vender”.
Ariel Cabrera, de FM Yvy Pytã 100.7, explicó que a veces sucede que los campesinos se ven forzados a vender sus tierras porque se ven rodeados de campos con plantaciones de soja. Los productos con los que se fumigan esos campos llegan también a las tierras entregadas a los campesinos, que ven arruinadas sus cosechas, además de sufrir perjuicios en su salud, porque muchos de esos químicos son tóxicos. En Paraguay apenas existe una regulación sobre los productos que se pueden utilizar para la fumigación, pero “no se controla nada”, dijo Ariel. Estas condiciones causan que la tierra pierda su valor, y los campesinos “no tienen otra salida que venderlas a los sojeros, que les dan muy poca plata”.
“Hay comunidades enteras que están rodeadas por plantaciones de soja, y el cerco se va achicando. Tarde o temprano (esas comunidades) van a desaparecer”, señaló.
Mariano contó que también en Yvy Pytã ocurrió que los sojeros comenzaron a rodear la comunidad. Pero dijo, orgulloso, que con sus reclamos los campesinos lograron que las autoridades locales frenaran ese avance antes de que las plantaciones “se comieran la comunidad”.