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Un hombre llora junto a los cuerpos de varios manifestantes que yacen en un hospital de campaña, durante la operación llevada a cabo por la Policía para desmantelar uno de los dos campamentos de los simpatizantes del depuesto presidente Mohamed Mursi, cerca de la mezquita de Rabea al Adauiya, ayer en El Cairo, Egipto.

Foto: Mosaab Elshamy, Efe

De mal en peor

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El desalojo de manifestantes opositores en Egipto desembocó en masacre y desestabilizó al gobierno apoyado por militares.

El vicepresidente egipcio encargado de las Relaciones Exteriores, Mohamed El Baradei, personalidad que generaba mayor confianza a los países occidentales que lo conocían por haber sido jefe de la Agencia Internacional para la Energía Atómica, renunció ayer luego de la masacre ocurrida durante el desalojo de los dos centros de protesta opositores instalados en El Cairo, que dejó más de 300 muertos y miles de heridos.

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El gobierno de transición y quienes lo impulsaron al poder, los militares, venían advirtiendo de la inminencia de un desalojo. Sin embargo, la represión de ayer no dejó de ser sorprendente por lo inusitado de la violencia. Los manifestantes reprimidos en la madrugada estaban en dos campamentos instalados en dos plazas de El Cairo desde el 3 de julio. Ese día, el ahora ex presidente apoyado por los Hermanos Musulmanes (HM), Mohamed Mursi, fue derrocado. La gestión de Mursi, electo democráticamente, fue objeto de duras críticas. Su carácter islamista (fue el primer presidente civil e islamista) generaba desconfianza, en un país donde hay muchos musulmanes laicos y minorías de otras religiones.

Khatchik Der Ghougassian, profesor de la Universidad argentina de San Andrés especializado en Relaciones Internacionales y seguridad, dijo al ser consultado por la diaria que la gestión de los HM fue un “fracaso”, porque accedieron al poder sin haber jugado un rol importante en la caída de Mubarak y sin un verdadero proyecto político, por lo que no pudieron “responder a la crisis económica” ni a los “reclamos de la agenda económica y social” y tampoco lograron “inspirar confianza” más allá de sus filas.

Ante la negativa de Mursi de dejar el poder en medio de manifestaciones masivas, las Fuerzas Armadas, muy populares en el país, lo depusieron. Pero los HM, organización nacida en Egipto hace 85 años, presente en gran parte del mundo árabe, no acepta que se le arrebate la victoria electoral. Der Ghougassian explicó que los HM nacieron en respuesta al nacionalismo árabe y secular y que la puja entre militares y HM nace del hecho de que los militares egipcios son herederos del ex presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, representante de ese nacionalismo.

Crónica de una masacre anunciada

El desalojo de ayer, ejecutado con un nivel de violencia extremo, ocurrió ante los ojos de la prensa internacional.

Las autoridades reconocieron -luego de haber anunciado en un primer momento menos de 20 víctimas- 278 civiles, 43 policías muertos y miles de heridos. Por su parte, los HM denunciaron 2.200 muertos y más de 10.000 heridos. Entre los muertos hay por lo menos un periodista, camarógrafo del canal Sky News, baleado. En una de las plazas evacuadas, un corresponsal de la agencia de noticias AFP contó 124 cadáveres.

El llamado de los HM, que pidieron más apoyo popular, generó más protestas y enfrentamientos. A las manifestaciones se sumaron ataques a comisarías y edificios de gobierno, pero también a iglesias. Los cristianos coptos son unos dos millones en Egipto y no confían en una organización que aboga por una Constitución basada en la ley islámica, y apoyaron el golpe de Estado.

Luego de que las fuerzas de seguridad retomaran el control de los lugares en los que estaban instalados los campamentos de los islamistas, el gobierno egipcio intentó restablecer la calma: decretó el estado de emergencia por un mes y un toque de queda entre las 19.00 y las 7.00, en la mitad de las provincias egipcias. Los medios de prensa difundieron imágenes en las que se ve a manifestantes armados de palos y piedras, tanques de guerra en la calle, humo, cadáveres, heridos y personas de todas las edades en medio de escenas de caos.

Malestar sin fronteras

La renuncia presentada ayer por Mohamed El Baradei, premio Nobel de la Paz y ex jefe de la Agencia Internacional de Energía Atómica, simboliza el debilitamiento del apoyo internacional al actual gobierno. Explicó no poder asumir más “las consecuencias de decisiones con las que está en desacuerdo”.

No faltaron las condenas oficiales. Turquía pidió la intervención en Egipto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Liga Árabe, habló de “masacre” (como Irán y el movimiento islamista palestino, Hamas) y de “gran amenaza para la paz”. Desde Washington, el pronunciamiento demoró, pero se emitió una condena “con fuerza” a la violencia y al estado de emergencia. Londres también criticó el “uso de la fuerza” y París pidió el fin “inmediato de la represión”. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condenó “en duros términos” la violencia. En tanto, Qatar, tradicional apoyo de los HM, denunció el “método aplicado a manifestaciones pacíficas”.

Para Der Ghougassian, lo más urgente para Egipto ahora es restablecer un “pacto social” que permita a las distintas comunidades y tendencias volver a vivir en paz, así como la refundación del Estado. También dijo que eso depende ahora de la postura que adopten los HM. Si mantienen la lucha pacífica o aceptan eventualmente negociar, ganan en simpatía a nivel internacional. Pero también podrían optar por la vía violenta.

Egipto es un centro de gravedad para la región, visto como el garante de la estabilidad, por el tratado de paz que tiene firmado con Israel. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos y la Unión Europea para mediar a favor de una salida de crisis negociada, hasta ahora la solución política no parece cercana.

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