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Violencia a tres bandas

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Columna de opinión.

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A fines de 2013, se realizó la cuarta edición de la marcha impulsada por el colectivo Mujeres de Negro, evento que cada vez convoca a más personas y que busca visibilizar la problemática de la violencia doméstica. Sobre este punto, la visibilidad del problema, tengo una hipótesis que invito a refutar y que en el peor de los casos sirve para recordar algunos datos que pasaron desapercibidos o quedaron en el olvido.

Mi hipótesis es la siguiente: el aumento de los minutos de policiales en los informativos de televisión ayudó a visibilizar, sensibilizar y alarmar a la población sobre un tema tapado y de larga data como la violencia doméstica. No es que a raíz de que comenzaron a abundar los casos de violencia doméstica en la crónica roja el tema haya tomado estado público. Mi razonamiento es un poco más intrincado.

Arranquemos con algunas cifras. Según la empresa Foco, en 2006 los tres canales privados tenían en sus informativos un minutaje anual de crónica roja muy parejo: 50.000 segundos, Canal 4, casi igual que Canal 10; Canal 12 llegaba a los 35.000. En 2008, se dio un aumento importante pero no descollante: 85.000 segundos en promedio en los tres canales.

Fue en 2009 que se dio el quiebre. Canal 4 les destinó 181.000 segundos a los policiales, el doble del año anterior. Los canales 10 y 12 no se subieron a la ola, pero sí agregaron más minutos para la crónica roja en sus informativos. En 2010, Canal 10 llegaba a los 100.000 segundos, y el 12 a los 81.000. A todo esto, Televisión Nacional Uruguay rondó ese año los 15.000 segundos.

Sin embargo, entre 2008 y 2009, asesinatos, hurtos, rapiñas, copamientos, abigeatos y otros delitos contra la propiedad no aumentaron en la misma proporción, según datos del Observatorio Nacional Sobre Violencia y Criminalidad. Es más, entre estos dos años el número de delitos contra la propiedad disminuyó.

¿Por qué se dio este crecimiento exponencial en la pantalla? La respuesta no es clara. Si bien las rapiñas y los hurtos aumentaron un poco, parece más factible que la coyuntura favorable en cuanto a empleo y pobreza haya trasladado el eje de las preocupaciones al tema seguridad. Los informativos sintonizaron con esa nueva percepción ciudadana, y aumentaron el minutaje rojo. El estiramiento de los informativos también puede explicar, parcialmente, este fenómeno.

Lo cierto es que, con la agenda de la seguridad ya instalada, llegó el turno de la oposición de hacerse eco de un malestar generalizado y pegarle por ese lado al gobierno. Al principio, la izquierda dio una serie de explicaciones del fenómeno. Comenzó por la sensación térmica producida por los medios, que hicieron crecer sus espacios destinados a los policiales. Junto con esta explicación, vino la de que era necesario poner énfasis en las causas, no en las consecuencias. Finalmente, durante este gobierno, se aceptaron ciertas cifras y se tomó real dimensión del malestar, que trascendía fuerzas políticas. Si bien no se claudicó del histórico discurso de atacar las causas, se incorporaron palabras y acciones vinculadas con la firmeza y la mano dura para enfrentar la realidad.

Pero quizá ya era tarde. Ante un tema tan sensible, la oposición aprovechó para dejar establecido el debate de aquí a las elecciones de este año, gracias al impulso del plebiscito para bajar de 18 a 16 años la edad para ser juzgado como adulto por la Justicia.

El gobierno y su partido quedaron a dos frentes: el de combatir efectivamente la delincuencia y el del mejorar las condiciones de la rehabilitación. Por otro lado, seguir insistiendo con que, de todos modos, el exceso de medidas punitivas como las reclamadas por la oposición no redundará en el decrecimiento de la cantidad de delitos.

Para contrarrestar la embestida de la baja, los que la rechazan pusieron sobre la mesa varios argumentos. Uno de ellos fue mirar con lupa las estadísticas y señalar que el problema de la minoridad infractora no es tan grave en comparación con otros problemas, como, por ejemplo, el de la violencia doméstica. Se desvió la atención hacia un mal que se podría considerar mayor. Inconscientemente, se echó luz sobre un problema que hasta el momento no se había instalado en la política. Según la empresa Factum, en 2011 la violencia doméstica desvelaba a 3% de la población; en 2012, a 13%.

Ante un tema tan sensible, la oposición no podía minimizar el asunto y también se embanderó, de forma un poco más tibia, con la causa. Y llegamos al día de hoy, en el que, por suerte, el problema de la violencia doméstica tiene mucha más visibilidad. Sin olvidar el trabajo realizado por diferentes colectivos y algunos intentos legislativos, la violencia doméstica se coló en la agenda por izquierda y como mecanismo de defensa.

Aunque haya sido de carambola, no estaría mal un último gesto: todos los partidos firmando un gran acuerdo, sacándose la foto y comprometiéndose en desarrollar una política común para encarar este tema.

Si mi hipótesis es acertada, estimo que, así como el juego político de confrontación le dio luz a este tema, rápidamente puede volver a la sombra en año de elecciones. Diego Zas.

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