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Fundamentalistas del petróleo

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Estados Unidos combina los bombardeos con la presión a Turquía, a la que acusa de comprar petróleo a Ejército Islámico.

Fuerzas militares lideradas por Estados Unidos llevan adelante desde hace días en Siria una oleada de ataques aéreos con drones y aviones de combate contra varias refinerías que están bajo el control del grupo yihadista Estado Islámico (EI), y que le permiten financiar sus actividades. La estrategia se alterna con sutiles presiones sobre el gobierno de Turquía, a quien acusa de comprar petróleo a “terroristas”, pese a que es un aliado en la OTAN y miembro de la coalición contra EI.

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Las pequeñas instalaciones de procesamiento de crudo y los campos que las abastecen con petróleo juegan un papel central en el financiamiento de EI y le generan ingresos cercanos a los dos millones de dólares diarios, según voceros del gobierno estadounidense. El grupo yihadista controló buena parte de esa infraestructura petrolera en junio, en el curso de su ofensiva en Irak y Siria, lo que le permitió hacerse de un grupo de campos petrolíferos en el valle del Éufrates, que según la BBC antes habían sido operados por empresas internacionales como Shell y Total.

Esos campos, de los cuales Omar y Tanak son los mayores, producen crudo liviano -con bajo contenido de azufre- que si bien no es el de mayor valor, es relativamente fácil de refinar a partir de instalaciones artesanales. De este modo, refinerías improvisadas de tamaño mediano son montadas sobre camiones y pueden procesar hasta 200 barriles de crudo por día en combustible y otros productos.

Se han dado a conocer reiterados informes acerca de que existe un comercio de petróleo entre EI y el gobierno del presidente sirio Bashar al Assad, y medios de prensa internacionales aseguran que esas dos partes mantienen una coordinación para la producción y distribución del gas natural y la transmisión de energía eléctrica.

Sin embargo, la mayor parte de los ingresos que obtiene EI de la explotación petrolera provienen de la venta en el mercado negro por intermedio de Turquía. Por eso el gobierno de Barack Obama apuesta al diálogo con las autoridades de ese país -aliado en la OTAN- para cortar el comercio que genera dos millones de dólares diarios de ganancias y que según The New York Times, hizo de EI el “grupo terrorista más rico de la historia”.

Las autoridades estadounidenses se abstienen de criticar públicamente al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, que a su vez insiste en que Turquía tiene poco control en el flujo de personas que se integran a EI a través de su frontera y del flujo de dinero que circula por la compraventa de petróleo crudo y combustible refinado. Si bien el corte de los ingresos por el petróleo es clave para minimizar la capacidad económica de EI para reclutar miembros y acceder a armamento, Estados Unidos no presiona a Turquía porque intenta mantener unida a la coalición en contra del grupo sunita.

“Como en cualquier operación de contrabando, si se destina esfuerzo y recursos a cortarlo, seguramente no se logrará erradicarlo, pero es probable que se lo dañe seriamente”, dijo un miembro de la administración Obama al periódico neoyorquino, que no lo identificó con su nombre.

Miembros del gobierno estadounidense han declarado, bajo el mismo anonimato, que el gobierno turco hace la vista gorda al contrabando de petróleo porque varios empresarios y la propia economía del país se benefician al obtener ese recurso a precios más bajos que su valor de mercado. En la zona no hay puertos para exportar el crudo, pero la cadena de distribución del producto, las personas, familias y organizaciones que viven y facilitan el comercio, existen y están establecidas desde hace décadas.

La estrategia de corto plazo del gobierno de Obama y sus aliados es atacar los campos petroleros y las instalaciones para refinar el crudo, con el objetivo de debilitar las capacidades de EI. No obstante, cualquier ataque a la infraestructura subyacente en los campos de gas y petróleo sería controvertida, porque implicaría atacar activos soberanos de Siria. El comunicado del gobierno estadounidense sugería que las instalaciones golpeadas en Mayadin y Abu Kamal producían entre 300 y 500 barriles de petróleo refinado al día. Este hecho generó un fuerte aumento en el precio del diésel, que se duplicó.

La estrategia de largo plazo continúa siendo persuadir a Turquía de cortar las redes de distribución y comercialización de petróleo por contrabando, que según diplomáticos occidentales “benefician a la poderosa elite de gobierno turca” y a la industria petroquímica de ese país.

De todas maneras, existen otras fuentes de ingresos para EI que son difíciles de controlar, como las actividades extorsivas en áreas bajo su control. Al típico estilo de la mafia, el grupo exige 10% o un porcentaje mayor de las ganancias de cualquier tipo de negocio que funcione en el territorio, lo que según los medios internacionales reditúa otro millón de dólares por día.

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