El presidente chino hizo su primera escala latinoamericana el 14 de julio en Brasil, donde participó, en Fortaleza, en la cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Allí firmó con su colega brasileña Dilma Rousseff 56 acuerdos de cooperación, en un país cuyo intercambio comercial con China superó los 83.000 millones de dólares el año pasado.
Además, propuso construir una red ferroviaria que cruce el continente desde la costa pacífica de Perú hasta el océano Atlántico en Brasil, y se supo que una empresa china estará a cargo de la construcción y de la concesión del canal interoceánico de Nicaragua, que se propone unir los océanos Pacífico y Atlántico. Esto, de paso, le asegurará a China un pasaje hacia el Atlántico para sus mercaderías.
Luego Xi viajó a Buenos Aires, donde fue recibido por su par Cristina Fernández y concretó, entre muchos otros, un acuerdo por 4.400 millones de dólares para construir dos hidroeléctricas en Santa Cruz. El año pasado, el intercambio entre Argentina y China superó los 16.000 millones de dólares. El país latinoamericano alcanzó el lugar de tercer proveedor de productos agrícolas para el asiático, que busca continuamente resolver el problema que implica suministrar un mercado que, según datos de 2012, cuenta con casi 1.351 millones de bocas para alimentar.
La tercera y penúltima escala de Xi fue Caracas, donde se reu-nió con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y firmó otra cantidad de acuerdos. De éstos, tres implican 5.691 millones de dólares en créditos. China tampoco es un socio menor para Venezuela, país al que le facilitó desde 2007 más de 40.000 millones de dólares y del que importa 524.000 barriles diarios de crudo. Está previsto que este intercambio alcance el millón de barriles en 2016.
Ayer Xi estuvo en Cuba, país del que China es el segundo socio comercial después de Venezuela. También en La Habana concedió varios créditos nuevos, entre ellos uno -sin intereses- para la construcción de una terminal portuaria en Santiago, y anunció el aplazamiento de la deuda cubana y la instalación de la televisión digital en la isla con tecnología china, entre un total de 29 acuerdos para fortalecer la cooperación y las relaciones económicas. Ambos países, cuyos gobiernos se definen como comunistas, impulsan, cada uno a su manera, procesos de reforma. Algunos analistas leen la visita de Xi como una señal de aprobación a las reformas de Cuba, cuyo presidente, Raúl Castro, ya visitó China tres veces para inspirarse en el proceso de cambios impulsado por Pekín. En 2013, el intercambio comercial bilateral entre las dos naciones alcanzó los 1.400 millones de dólares.
China es hoy el segundo socio comercial de la región y su tercer inversor, superando al Banco Mundial. Por esto algunos señalan, en base al déficit de la balanza comercial que favorece a Pekín, que América Latina está pasando de una dependencia económica de Estados Unidos a una de China, que ya es el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú y el segundo destino de las exportaciones de Argentina, Costa Rica y Cuba, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Por ello, el impulso de las inversiones chinas en la región podría desplazar en 2015 a la Unión Europea como segundo principal inversor y superaría a Estados Unidos como socio comercial, según dijo la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, a la agencia china Xinhua.
Como si los números multimillonarios fueran pocos, el trasfondo de esa gira no deja de ser político. Pekín será, a fin de año, el anfitrión de la próxima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, organización de 33 países que excluyó a Estados Unidos y Canadá cuando se fundó en 2011, en Caracas, impulsada por el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez, y que reúne a 590 millones de personas.
“¿Es la gira de Xi Jinping un mensaje a Estados Unidos?”, se preguntó el columnista de derecha Andrés Oppenheimer, de The Miami Herald. En su opinión, Pekín está respondiendo a la mayor presencia de Estados Unidos en Asia y en particular al apoyo que le está dando a su rival regional, Japón. De la misma forma en que se podría interpretar lo que hizo Putin en su gira por Cuba, Argentina, y Brasil una semana atrás, como una respuesta al avance de la OTAN en Europa del Este, China le podría estar diciendo entre líneas a Estados Unidos: “Si te metés en mi vecindario, yo me meto en el tuyo”. En un artículo publicado el lunes en el diario estatal Granma, el líder cubano Fidel Castro consideró que “el aporte que Rusia y China pueden hacer en la ciencia, la tecnología y el desarrollo económico de Suramérica y el Caribe es decisivo”.