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Luis Gutiérrez Casas. Foto: Mauricio Kühne

Economía humana

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Para crecer hacen falta recetas locales, “tejido social” y poder confiar en los dirigentes, afirma el mexicano Luis Gutiérrez Casas.

Doctor en Desarrollo, el mexicano Luis Gutiérrez Casas dialogó con la diaria sobre los frenos que representan para el crecimiento económico de su país la violencia y la desigualdad, y sobre algunas señales que pueden ser alentadoras para México, que está en campaña de cara a las elecciones del 7 de junio.

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La semana pasada, Uruguay recibió a más de 200 especialistas de diez países en el marco del “III Foro Iberoamericano de Estudios del Desarrollo. Calidad de vida, inclusión social y sustentabilidad. Las políticas públicas y el desarrollo en los inicios del siglo XXI”. El evento fue organizado por RIED, la Universidad de la República y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Uno de sus organizadores fue Gutiérrez, que es también coordinador general de investigación y posgrado de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

-¿Cómo surgió este foro y en qué conclusión principal desembocó?

-Organizamos, por intermedio de la Universidad de la República, asociada a la RIED, el III Foro de Estudios del Desarrollo. El primero fue en Ciudad Juárez en 2011, y hubo otro en Santiago de Chile en 2013. La Red nace de un grupo de trabajo de estudiantes españoles y latinoamericanos del doctorado en Desarrollo de la Universidad Autónoma de Madrid [del que también egresó Gutiérrez], que vemos que situaciones como la pobreza, la desigualdad, la intensificación de la destrucción del medioambiente y los desequilibrios territoriales importantes no se han resuelto. Lo hicimos con la inquietud de poder aportar también a la solución, sobre todo impulsando políticas públicas. Hay una transversalidad en los temas, con la globalización, necesidad de cooperar y de coordinarse, pero las recetas surgen a partir de visiones de lo local, de quiénes están más comprometidos con su medioambiente, con su entorno, con sus propias comunidades, que comprenden mejor sus propios recursos, sus propias potencialidades. Ésa es una de las conclusiones principales: son esos espacios locales los que tienen que definir hacia dónde vamos.

-Hablando de lo que para usted es más local, ¿cómo está la situación actual de Ciudad Juárez? Es una ciudad muy asociada a la violencia en el imaginario, pero ha mejorado en los últimos años, ¿no?

-Ha habido una etapa de varios años en los que hubo una serie de crímenes, fue un momento en el que la ciudad era emblemática en el ámbito internacional por sus feminicidios. Luego viene una racha también muy negativa de violencia relacionada con el narcotráfico, entre 2008 y 2010, y un poco en 2011. Pero después de esta etapa la ciudad, afortunadamente, está ahora asumiendo iniciativas que la están sacando adelante. La ciudad ya no es la ciudad violenta de hace cuatro años, ya hay una vida social mucho más activa. Eso es muy evidente. También tiene que ver con que la misma violencia relacionada con el narcotráfico se ha trasladado a otras regiones del país.

-¿Qué influencia tiene en el desarrollo esa violencia extrema, esas situaciones que se dan en otras ciudades del mundo?

-Es lo que nosotros llamamos la destrucción del capital social, porque tiende a generarse un sistema de desconfianza, a romperse redes, relaciones, y eso es negativo para el desarrollo. También para el desarrollo económico tiene implicaciones importantes, porque se van las inversiones y la población trabajadora, el capital humano. Es un cóctel de factores negativos para el desarrollo.

-La violencia desembocó en una movilización de la sociedad civil de Ciudad Juárez, con repercusiones positivas.

-Claro. Porque es un despertar el haber tomado conciencia de lo que estaba ocurriendo y el tener iniciativas muy claras, con toda una actitud de compartir, de coordinarse, de consensuar actividades para sacar adelante a una ciudad. Eso sí está ocurriendo. Cada vez es más claro el trabajo conjunto entre sociedad civil, gobierno e instituciones educativas.

-México estuvo en el foco de atención por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, diversos casos de corrupción y de vínculos del crimen organizado con gobernantes. Hay analistas que consideran que se llegó a esta situación debido al sistema neoliberal que rige en el país.

-Yo diría primero que hay un modelo de economía que no tiende a impactar en la economía real, en el sector productivo. Está muy apegado a los fenómenos del sector financiero. También hay un problema del modelo de crecimiento concentrado sobre ciertas regiones, desequilibrios. Hay un modelo que está beneficiando más a los grupos más ricos. La desigualdad y la pobreza están aumentando. En este momento el país no tiene recursos, pero tampoco tiene una senda muy clara para salir adelante. Claro que eso tiene que ver con lo económico, pero también tiene que ver con que no hemos encontrado alternativas para salir de problemas estructurales importantes. Eso no tiene que ver con un gobierno actual, tiene que ver con que las instituciones, partidos políticos y el mismo gobierno no tienen claro cómo salir adelante en estos temas de pobreza, desequilibrio, desigualdad, falta de competitividad.

-¿Usted tiene una idea sobre cuál sería el camino?

-Aparte de económico el país tiene un problema real de confianza en las instituciones, un problema de corrupción. Yo creo que hay que seguir por distintos caminos que nos lleven a una misma meta. Hay que atacar esa corrupción, esa impunidad, esa forma de trabajar del sector público sin atender realmente problemas sociales. Por otra parte, hay que trabajar la economía, con un modelo más redistributivo, que reparta mejor la riqueza y concentre menos. También hace falta atender una serie de necesidades sociales que han sido deficitarias, porque el país en lugar de estar transitando a condiciones de mayor bienestar, tiene problemas muy graves de salud pública, de educación, de atención a generaciones de mayor edad. Son éstos varios caminos que tenemos que atender con mayor claridad, decisión y fuerza.

-Porque -para ser claros- México no está creciendo al mismo ritmo que el resto de la región.

-Sus tasas de pobreza, de desigualdad, los índices de corrupción, los problemas sociales, son los peores de toda la región latinoamericana. Antes era un país que crecía, era un modelo.

-¿Hasta cuándo fue un modelo?

-El deterioro del país empezó en los años 90 y, en efecto, tiene que ver con la introducción de un modelo económico y una forma de entender la economía, a partir de la concentración de la riqueza.

-Antes hablábamos de la importancia de la motivación de la sociedad civil. Da la impresión de que en México se despertó.

-Sí. Hay una participación mucho mayor. Yo, por ejemplo, estoy atendiendo y coordinando una serie de esfuerzos que el gobierno federal lleva a la ciudad para generar proyectos de prevención de la violencia. Me están dando el reporte de cómo va la participación de esos organismos de la sociedad civil, y ya 68 organismos están participando con proyectos a los que después vamos a valorar, a darles recursos. Pero me toca saber que es mayor la participación de la sociedad civil.

-¿Eso lo hace como investigador universitario?

-No, es una gestión que me encarga la Universidad en el marco de su participación directa en temas sociales. La Universidad evalúa, coordina y da seguimiento a todo esto.

-Aunque el panorama mexicano parece complejo también hay señales como ésta que resultan alentadoras.

-Que la sociedad se organice es una muy buena señal. No obstante, mientras no se reconstruya el capital social, mientras se mantengan niveles de corrupción, de ineficiencia de gobierno, por ejemplo, esa organización puede ir desintegrándose, porque no ve una contraparte de sus propias iniciativas, no ve iniciativas del sector público, del mismo sector privado que representa la economía. No ve una actitud igual y entonces hay problemas de coordinación, de confianza. En estos momentos la política está muy mal vista. Los partidos son instituciones que están generando muchísima desconfianza. No es un fenómeno exclusivo de México, se da en muchas partes del mundo, pero en México eso está causando mucho daño, porque el rumbo tiene que tener una participación muy clara y activa de un gobierno en el que confiemos, sea del color o de la orientación que sea.

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