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Nicola Sturgeon, independentista escocesa (centro), posa para una selfie con simpatizantes mientras hace campaña electoral, el viernes, en Edimburgo (Reino Unido). Foto: Robert Perry, Efe

Ser o no ser

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A un mes de las elecciones, los conservadores llevan a Reino Unido a discutir su salida de la Unión Europea.

Las próximas elecciones de Reino Unido pueden tener consecuencias económicas y políticas más allá de sus territorios. El fortalecimiento de partidos de derecha antiinmigración es una seria posibilidad, igual que la salida del país de la Unión Europea (UE). Aunque las claves del descontento social no están claras, la histórica estructura bipartidista del sistema político inglés está en cuestión, y parece asomar la tradicional “eurofobia” británica.

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Según los medios británicos, lo único que está claro es que en las elecciones del 7 de mayo surgirá uno de los Parlamentos más fragmentados que se recuerden. Si bien el actual primer ministro, el conservador David Cameron, lleva una leve ventaja sobre el laborista Ed Miliban, ninguno de los dos obtendría mayoría absoluta.

Como sucedió antes en Grecia y España, la erosión de los partidos tradicionales abre las puertas a otras expresiones políticas: en este caso al populista Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP por su sigla en inglés) y al Partido Nacionalista Escocés (SNP), además de los Verdes. El sistema electoral sólo otorga un diputado por circunscripción, lo que hace que el resultado sea muy difícil de prever; según medios británicos, hay hasta 40 escaños (de 650) que se decidirán por menos de 1.000 votos. Eso quiere decir que un cambio de 1% en cualquier sentido puede suponer hasta 15 diputados más o menos. UKIP, que en las elecciones de 2010 sólo obtuvo 3% de los votos, ya alcanzó en las parlamentarias europeas del año pasado 27,5% de apoyo, y los sondeos le conceden en las parlamentarias de este año 16% de intención de voto.

Los indicadores económicos actuales en Reino Unido son la envidia del resto de los países de la UE. Sin perder el control de la inflación, las tasas de desempleo se mantienen en un bajo 5,7% y los salarios no han dejado de crecer. Por eso, Cameron decidió imitar la campaña de 1992 de John Major -el líder conservador que sucedió a Margaret Thatcher-, que estuvo centrada en la economía. Las encuestas dicen que si se apela a estos temas, la mayoría de los votantes se va a inclinar por los “tories”. Pero esos estudios de opinión mencionan que para los votantes el recorte de gastos que propone el gobierno es demasiado grande. El primer ministro dejó claro que si gana un segundo mandato su prioridad será la reducción del déficit presupuestal, sin subir impuestos ni reducir el gasto sanitario.

Las cuentas públicas arrojan un saldo negativo de 90.000 millones de libras (134.000 millones de dólares) y la deuda pública neta equivalía a fines de 2014 a 80% del Producto Interno Bruto (PIB). Cameron se plantea alcanzar el superávit, y aunque ha reconocido que es difícil, afirma que es “realizable”. El primer ministro ha reflotado un anuncio de su primera campaña, en el que criticaba a su rival laborista diciendo: “la nariz de papá, los ojos de mamá, las deudas de Gordon Brown”. Según Cameron, el ahorro de 30.000 millones de libras a lo largo de la próxima legislatura se conseguirá con 12.000 millones de recortes en prestaciones sociales, 13.000 millones en recortes en los presupuestos de los ministerios y 5.000 millones con medidas contra la evasión fiscal.

Feliz y gloriosa

Esta vez las urnas británicas pueden resolver no sólo si Cameron continuará habitando la casa de la calle Downing. También puede marcar la relación entre Londres y Bruselas, ya que las elecciones se han convertido en una especie de primarias para un eventual referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. Por primera vez en la historia del bloque, un socio se plantea abiertamente abandonarlo. Los comicios de mayo indicarán si el “Brexit” -acrónimo usado para referirse a la eventual salida de Gran Bretaña de la UE- se hará realidad en el próximo quinquenio o si el que gana se conformará con obtener un estatuto especial que le dé acceso al mercado común sin necesidad de involucrarse más en el futuro de la UE.

Cameron se ha inclinado por demandar “una reforma a fondo” y anunciar que su “opción predilecta” sigue siendo “la permanencia de Reino Unido en una UE reformada”. Presionado por UKIP, Cameron ha convertido su promesa de convocar un referéndum sobre la pertenencia a la UE en 2017 en uno de los pilares de su campaña.

Si se convoca el referéndum, el debate coincidiría con períodos electorales, tanto en Alemania como en Francia, donde los partidos Alternative fur Deutschland y Frente Nacional defienden la desintegración de la zona euro. “A pesar del éxito electoral de UKIP, el apoyo a la salida de la UE no ha aumentado en los últimos tres años y no ha alcanzado un nivel tan alto como en los años 80, cuando los laboristas se oponían a que Gran Bretaña estuviera integrada”, señala el último informe del NatCen Social Research, un centro de investigación que cada año realiza un exhaustivo estudio sobre el estado de la opinión pública en diversos temas.

Otros orientales

El ex primer ministro laborista Gordon Brown dijo que la decisión de abandonar la UE convertiría a Reino Unido “en la Corea del Norte de Europa”. En una columna publicada el 9 de marzo en The Guardian, Brown dijo que el conservador David Cameron se pliega a los designios del ala euroescéptica de su partido sin medir consecuencias. “Necesitamos que digan la verdad sobre los tres millones de empleos, las 25.000 compañías, los 200.000 millones de libras en exportaciones anuales y los 450.000 millones en inversiones vinculados a Europa”, dice Brown. “Tendrán que explicarnos cómo la opción de Noruega -a la que se oponen incluso los noruegos- nos dejan a expensas de las reglas europeas, pero sin participar en ellas”, dijo. Se refería a que Noruega no es un estado miembro de la UE, pero debe adoptar 20% de los actos jurídicos en el bloque para participar en el Espacio Económico Europeo y así poder comerciar. “Tenemos que hablar también de la ‘opción Hong Kong’, que consiste en dejar Europa para unirse al mundo”, dijo, y opinó que, más que a Hong Kong, Reino Unido se parecerá a Corea del Norte: “Fuera del mundo, con pocos amigos, sin influencia y con pocas posibilidades de negocio, y menos de inversión”

Problema conservador

Las palabras de Brown coinciden con la publicación del primero de una serie de informes del ‘think tank’ Open Europe sobre la posibilidad del “Brexit”. El informe advierte acerca de la “disrupción económica” que el abandono de la UE podría causar, sobre todo en sectores como el financiero, que se enfrentaría “a barreras para poder entrar en los mercados europeos y con nuevas regulaciones sobre las que no existiría posibilidad de voto”. Open Europe dijo que el PIB de Reino Unido sufriría una caída de 2,2% en caso de que una vez abandonado el bloque el resto de los países que lo integran se negara a firmar un acuerdo de libre comercio con ese país.

De todas maneras, hace tiempo que parece insostenible la situación actual, con Reino Unido como miembro teórico de pleno derecho, pero sin voluntad de seguir el proceso de integración (euro, unión bancaria, justicia) ni capacidad para frenarlo. El Partido Laborista está comprometido con Europa pero quiere reformar sus instituciones, mientras que el Partido Liberal Demócrata, que gobierna con los conservadores, es pro europeo.

En la carrera para captar el voto de derecha, Cameron excluyó de los temas de campaña la limitación de la inmigración, algo a lo que se había comprometido para calmar a los potenciales votantes de UKIP. Hace dos años el primer ministro prometió reducir la inmigración neta a 100.000 personas al año para el final de su primer mandato. Sin embargo, las últimas cifras publicadas indican que el total de extranjeros que llegó a trabajar en Reino Unido menos el total de británicos que se fueron a trabajar al exterior, entre junio de 2013 y junio de 2014, fue de 260.000 personas. Las buenas cifras de la economía atrajeron sobre todo a trabajadores calificados, lo que determinó una suba interanual de 43%, la segunda mayor desde que existen registros.

Para los analistas políticos, estas cifras pueden ser el factor que el discurso populista del partido antieuropeísta UKIP necesitaba para crecer. Para el vice primer ministro, el liberal demócrata Nick Clegg, cuyo partido siempre se opuso a la reducción de la tasa neta de inmigración prometida por sus socios en el gobierno, “ésta es una preocupación de los conservadores”. “Ellos hicieron la promesa”, aseguró, “y ahora que la han roto deberán sufrir la vergüenza de haberlo hecho”.

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