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Fotografía del marroquí Toul Abdel Majid durante una rueda de prensa para informar sobre su detención, el miércoles, en Milán, Italia. Foto: Mourad Balti Touati, Efe

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El arresto de un sospechoso de un atentado en Túnez abrió un debate sobre migración en Italia.

La derecha y la ultraderecha de Italia no podían perder la oportunidad de sumar un argumento contra la inmigración. Lo encontraron en la noticia de que uno de los sospechosos del atentado islamista del 18 de marzo en el museo Bardo de Túnez había llegado al país en un barco de inmigrantes sin papeles.

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En octubre de 2014, el grupo islamista libio Consejo Consultivo de la Juventud Islámica juró fidelidad a la organización jihadista Estados Islámico (EI), que tiene sede en Siria e Irak. Meses después, en febrero, EI reivindicó su primera acción violenta fuerte en Libia, la decapitación de 21 coptos egipcios, y lanzó este mensaje: “Nos vieron en Siria. Ahora estamos en la tierra musulmana de Libia, al sur de Roma”.

Hay quienes recordaron ese mensaje debido a que la Policía de Italia detuvo, a pedido de la tunecina, a un joven marroquí que había llegado a ese país a mediados de febrero en un barco junto a otras decenas de migrantes sin visado. El joven, de 22 años, fue detenido en Gaggiano, cerca de Milán, donde vivía con su hermano y su madre. La Policía de Túnez sospecha que Toul Abdel Majid podría haber participado en la organización del atentado contra del museo tunecino Bardo. El ataque dejó 24 muertos, muchos de los cuales eran turistas, cuatro de ellos italianos, y causó heridas a otras 45 personas, cinco de ellas provenientes de Italia.

La madre y el hermano del joven están en Italia en situación migratoria regular y, de acuerdo con el diario argentino Página 12, ambos aseguran que Toul estaba en ese país el día de los atentados y que no es un islamista radical. No queda claro cómo pudo haber hecho para irse de Italia para cometer el atentado y volver a ingresar, porque en febrero le habían entregado una orden de expulsión. La Policía italiana informó el martes en una rueda de prensa que más allá de esa orden de expulsión, era “un desconocido” para ellos.

Días después del ataque al mayor museo de Túnez, el gobierno de ese país anunció que había 23 detenidos y que 80% de la célula había quedado desarmada, aunque había dos marroquíes, un argelino y un tunecino que seguían prófugos. Las autoridades también aseguran que el jefe del grupo está detenido, pero que el ataque fue dirigido por Lokmane Abou Sakhr, que fue asesinado en un operativo de seguridad a fines de marzo y que era uno de los líderes de la organización que estaba realizando ataques contra policías y militares en el país, que es la rama de Al Qaeda en el Magreb. Ese grupo había dicho que apoyaba a EI, pero no se declaró vinculado con la organización siria-iraquí que reivindicó el ataque al Bardo.

El domingo, la BBC publicó una nota según la cual Abdul Basit Haroun, asesor de uno de los dos gobiernos libios, el de Tobruk (al que reconocen Estados Unidos y países europeos, y que está enfrentado al de Trípoli, que está dominado por islamistas), ha asegurado que manda jihadistas a Europa haciéndolos pasar por migrantes sin papeles.

Esta declaración se sumó también a la advertencia que hizo la agencia europea para el control de las fronteras Frontex, según la cual era “posible” que los jihadistas estuvieran usando las rutas de inmigración irregular para ingresar a Europa.

“Puede haber terroristas que se esconden, que se mezclan entre los migrantes”, dijo también el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Sin embargo, eso parece poco probable para los especialistas. El grupo EI prefiere llamar a los islamistas que ya estén presentes en Europa a que lleven adelante los ataques, y en caso de que quisiera enviar combatientes entrenados resulta más seguro hacerlo con aquellos que tuvieran pasaporte europeo en lugar de recurrir a trasladarlos en barcos que corren riesgo de hundirse.

Pero esta idea sirve no sólo a la propaganda islamista, sino también a quienes reclaman políticas de inmigración más duras en Europa. “Está claro que hay que detener la partida y el desembarco de los inmigrantes que llegan por el Mediterráneo y cerrar las fronteras inmediatamente, antes de que sea demasiado tarde”, dijo el secretario de la ultraderechista Liga Norte, Matteo Salvini.

Deborah Bergamini, la vocera del partido del ex primer ministro Silvio Berlusconi, Forza Italia, pidió que el gobierno vaya al Parlamento y dé explicaciones del caso. “En los últimos meses hemos asistido a declaraciones y desmentidos por parte del gobierno sobre el riesgo de que en los barcos de inmigrantes llegaran al país terroristas infiltrados, y hoy hemos sabido que este chico llegó a Italia en una de estas barcazas y vivió en el país de manera ilegal tras huir de los centros de acogida”, dijo.

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