El objetivo principal de europeos y estadounidenses era separar a Irán de la posibilidad de enriquecer uranio hasta el punto necesario para construir un arma atómica. Con el acuerdo que Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania alcanzaron con Irán ayer, se ajustan las condiciones para que el tiempo que le tomaría fabricar un arma de ese tipo, llamado breakout time, aumente de los dos o tres meses actuales a por lo menos un año, y que esta situación se mantenga por la próxima década.
Para Irán, lo central era aliviar su economía de las sanciones, que se acumulan en su contra desde hace 30 años. Ayer alcanzó esa meta a cambio de exigentes restricciones a su programa nuclear, del que Teherán siempre dijo que era civil y no militar, sin lograr convencer a europeos y estadounidenses en los últimos 12 años. Desde la “revolución de los ayatolás” y la caída del sha, en 1979, el vínculo ya estaba muy deteriorado, y las restricciones eran crecientes. La situación geopolítica alejó así a las empresas occidentales de un mercado con casi 80 millones de habitantes.
A partir del acuerdo, las sanciones europeas, estadounidense y de la ONU irán quedando sin efecto de manera paulatina, a medida que la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) vaya certificando que Teherán cumple con los compromisos alcanzados. Está previsto un mecanismo para que esas medidas vuelvan a aplicarse rápidamente en caso de incumplimiento.
No hay una fecha establecida para el fin de las sanciones, pero el acuerdo se aplicará después de que el Consejo de Seguridad apruebe una resolución que lo valide. Entonces comenzará a correr un plazo de 90 días para la entrada en vigor del acuerdo. El embargo de armas y compuestos para misiles balísticos, que quedaron fuera del acuerdo, seguirán en pie por lo menos durante otros cinco y ocho años, respectivamente, por parte de la ONU.
Las sanciones que se van a levantar -probablemente a partir de principios del año que viene- apuntan sobre todo a los sectores financieros, a la energía (el petróleo en primer lugar) y a los transportes. Primero, Teherán deberá reducir sus reservas de uranio enriquecido hasta conservar sólo 300 kilos. Parte del stock sobrante será puesto a la venta en el mercado internacional, diluido o transformado en combustible. A eso se suma que deberá dejar de utilizar dos tercios de sus centrifugadoras para enriquecer uranio.
En general, el acuerdo detalla, en unas 100 páginas, medidas y plazos muy precisos. Las medidas incluyen desde la cantidad exacta de centrifugadoras autorizadas en cada central, y si éstas podrán estar activas o no, hasta el tipo de tecnología autorizado.
Uno de los puntos más delicados fue el relativo al control de las instalaciones militares. Lo que finalmente se acordó fue un acceso “limitado” a estos lugares estratégicos para la defensa del país. Se va a aplicar un Protocolo Adicional del Tratado de No Proliferación que les dará mayor acceso e información a los inspectores de la ONU, que tendrán un “acceso programado” a algunas instalaciones. De todas maneras, los sitios nucleares serán controlados regularmente por la AIEA, que tendrá además acceso a toda la cadena de producción de uranio durante 25 años.
Haciendo historia
Aunque también hubo críticas, las expresiones de satisfacción ante el acuerdo alcanzado después de dos años de duras negociaciones dominaron las reacciones internacionales ayer. La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini, afirmó al anunciar el acuerdo en Viena: “Con valor, voluntad política, respeto mutuo y liderazgo, hemos entregado lo que el mundo estaba esperando [...] uniendo manos para hacer nuestro mundo más seguro”. El canciller iraní, Mohamad Yavad Zarif, coincidió con ella en que el acuerdo es “histórico” y “bueno para todos”. El Parlamento iraní debe ratificar lo pactado, y podría haber resistencia de parte de los más conservadores, opuestos a estas negociaciones. Pero la última palabra la tendrá el también muy conservador líder supremo iraní, Alí Jamenei, y los negociadores por Teherán aseguraron durante el diálogo que contaban con su respaldo.
El presidente de Irán, Hasán Rohani, dijo que el acuerdo abre “una nueva relación” de su país con el mundo. “Hoy no es el día del final, hoy es el día del comienzo, de un comienzo para un nuevo movimiento, un nuevo regocijo, una nueva esperanza, un futuro mejor para los jóvenes, un movimiento más acelerado para el crecimiento y desarrollo de nuestro país”, afirmó en un discurso transmitido en directo por televisión. Los defensores de una apertura internacional del país destacaban ayer el silencio de los que se oponían al diálogo.
“Después de dos décadas de negociaciones, Estados Unidos, junto con nuestros aliados internacionales, ha logrado algo que décadas de hostilidad no han conseguido: un acuerdo integral a largo plazo con Irán que evitará que consiga un arma nuclear”, dijo el presidente estadounidense, Barack Obama, en un discurso transmitido desde la Casa Blanca y que los iraníes pudieron ver por televisión. A los opositores republicanos, que están en contra de ese acuerdo, les aclaró que éste “no está basado en la confianza, sino en la verificación”, y advirtió al Congreso que vetará cualquier proyecto de ley que impida aplicarlo. Para poder dejar el acuerdo sin efecto en el plazo de 60 días, la oposición necesita una mayoría especial de dos tercios en el Congreso que es difícil de alcanzar.
Los gobernantes de Francia, Alemania y Reino Unido también expresaron su satisfacción ante lo convenido, y el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que el entendimiento le dará al mundo un “gran alivio” porque ayudará a “fortalecer la seguridad internacional y regional”.
Putin se refirió, además, a una de las puertas que abre este acuerdo, y abogó por “movilizar una amplia coalición en la región para hacer frente a la amenaza terrorista”. Irán, país fuerte en Medio Oriente, se convirtió en aliado indispensable para frenar el avance del grupo jihadista Estado Islámico. Justamente, el presidente sirio, Bashar al Assad, aliado de Irán, celebró el pacto como “un gran punto de inflexión” en la historia.
También para los enemigos y rivales regionales de Teherán, Israel y Arabia Saudita, se trató de un punto de inflexión. En Tel Aviv hubo una reunión de urgencia del Gabinete de Seguridad, liderada por el primer ministro, Benjamin Netanyahu, para analizar el acuerdo, y poco después el gobierno manifestó su rechazo “unánime” al documento. Poco antes, Netanyahu había conversado por teléfono con Obama y había calificado el acuerdo con un gobierno que en varias oportunidades deseó la desaparición de Israel como un “error de proporciones históricas”. Aunque no hubo reacción oficial de Arabia Saudita, rival de Irán y aliado clave de Estados Unidos en la región, se daba por hecho el descontento.