Desde 1986, la ley francesa, al igual que la uruguaya, prohíbe que una playa sea privatizada. Sin embargo, eso es lo que ocurrió con la que se encuentra al pie de la muralla que rodea la casa de la realeza saudita, en el sur del país. A cinco kilómetros de la exclusiva ciudad de Cannes, un balneario tranquilo perdió su anonimato en las últimas semanas. Los habitantes -y veraneantes- de Vallauris ya no pueden acceder a parte de la playa de esa localidad porque el rey Salman de Arabia Saudita decidió pasar el verano en la mansión que compró uno de sus antecesores, el rey Fahd, en 1979. Fahd solía ocupar esa casa gigantesca, cuyo terreno se extiende a lo largo de un kilómetro sobre la costa francesa, pero nunca fue con el séquito con el que llegó Salman el fin de semana. Tampoco causó nunca tanta polémica como la que acompaña a Salman, que ha motivado campañas de recolección de firmas a favor y en contra de su estadía. La playa se privatizó de apuro y antes de lo previsto, por temor a que fuera ocupada por opositores a la llegada del saudita.
La polémica llegó semanas antes que el monarca, cuando los vecinos y las autoridades locales denunciaron las obras que se estaban haciendo en la playa. Los empleados del rey infringieron la ley en tres oportunidades. Primero, para poner una valla que cierra el acceso a la playa; después, para instalar un ascensor que permite al rey, de 79 años, y sus acompañantes llegar directamente a la arena desde la mansión; y finalmente, cuando se instaló una especie de tarima para pasar sobre las rocas. Esas obras empezaron sin autorización y fueron interrumpidas por las autoridades locales hasta que el Estado las autorizara, siempre y cuando el cemento volcado en la arena para poner el ascensor sea removido luego de las vacaciones reales.
La prefectura explicó que los acondicionamientos son necesarios para una personalidad extranjera de ese rango, más todavía en épocas de atentados. Philippe Castanet, el número dos de la prefectura, explicó: “En el contexto actual, es imposible hacer que un jefe de Estado en ejercicio, que además está involucrado en operativos de guerra, conviva con el vecindario. Francia tiene el deber de proteger a los jefes de Estado de los países aliados que la visitan, y Arabia Saudita es uno de ellos”.
El mismo jerarca agregó en declaraciones al diario local Nice Matin: “Por una de las playas con menos gracia del departamento, ponemos en riesgo la visita de un jefe de Estado, a la que necesitamos para que funcione la industria turística, con un séquito que va a consumir muchísimo”. Es cierto que la playa en cuestión no es una maravilla. Las fotos la muestran muy angosta, con arena que no es ni muy blanca ni muy fina y que, en parte, tiene rocas. También es cierto que ya se notan las consecuencias económicas para la zona.
El rey llegó junto a unas 1.000 personas el sábado, en dos Boeing 747. Según el diario Le Monde, además de las numerosas personas alojadas en la residencia, la embajada saudita reservó 400 habitaciones en los palacios de Cannes y otras 40 en los del Cabo de Antibes. A eso se suma que en Arabia Saudita es habitual que los ciudadanos vayan a veranear al mismo lugar que su rey, por lo que las ventajas financieras son difíciles de medir. En un país donde el gobierno espera sin éxito ver una baja en la tasa de desempleo, en pocas semanas, la llegada del rey generó trabajo para obreros, choferes, floristas, comerciantes y otros trabajadores.
Cuando la polémica parecía haberse calmado, el semanario Marianne informó el martes que se le había pedido a una mujer policía que vigilaba la residencia que se retirara en el horario en el que los hombres del séquito de Salman disfrutan de la playa. Pero la prefectura negó esa información y aseguró que Arabia Saudita nunca pidió que se aplicara ese “tipo de criterios” y que “personal femenino trabaja en el dispositivo desde el inicio de la visita del rey sin que esto haya ocasionado el más mínimo problema”.
A las ventajas que aporta la visita a la economía de la zona se suman los intereses del país. En octubre, hay un foro internacional en Riad, donde está previsto que Francia -y sus empresas- obtengan entre 32 y 43 millones de dólares en contratos.
Ante todo esto, la fuerte presencia de policías en los alrededores de la residencia, de barcos de vigilancia en el mar que impiden acercarse a menos de 300 metros y otras molestias parecen detalles. Más allá del malestar de los vecinos, llama la atención que las voces más indignadas sean las de la oposición de centro, derecha y ultraderecha, a meses de las elecciones regionales de diciembre.