En Hungría, la alcaldía de Budapest anunció la construcción de una nueva “zona de tránsito”, que albergue a los inmigrantes. Estará en las cercanías de la estación internacional de trenes Keleti, donde esperan más de 1.000 migrantes para poder seguir su viaje hacia el oeste.
Hungría es miembro de la Unión Europea (UE) y del espacio Schengen, de libre circulación de personas, y es uno de sus estados fronterizos. Por eso, los extranjeros que ingresan a su territorio después de haber atravesado numerosas fronteras y muchas veces el mar Mediterráneo piensan que ya lograron lo más difícil. Los requisitos de ingreso al espacio Schengen varían según los países de origen, pero siempre se pide a quien llega que cumpla con alguna condición, por ejemplo, tener un pasaje de ida y vuelta, una reserva de hotel y demostrar que dispone de los medios de subsistencia para la estadía.
Una vez dentro de ese territorio, los controles se hacen más leves y la circulación es, en teoría, más fácil. Pero la cantidad de personas que está ingresando a Europa agudiza el rechazo hacia ellas por parte de las poblaciones, y también la dureza de la respuesta de las autoridades. El aumento de las migraciones se debe en parte a la crisis siria, que dejó más de cuatro millones de desplazados, y a que los países de Medio Oriente ya no pueden recibir más refugiados.
El nuevo centro de acogida anunciado en Budapest podrá recibir entre 800 y 1.000 personas, a las que facilitará servicios de salud, agua potable y carpas para dormir, aunque, según un comunicado de la alcaldía, “no será un campamento para refugiados”, y se construirá cerca de la estación internacional de trenes Keleti.
En esa estación, cientos de inmigrantes, que en su mayoría quieren seguir rumbo a Alemania, protestan al grito de “¡libertad!” y “Alemania, queremos irnos”, porque la Policía les prohíbe el acceso a la terminal. El lunes, las autoridades dejaron que unos 3.000 inmigrantes se tomaran trenes con destino a Viena y Múnich. Muchos otros compraron pasajes y reclaman que les permitan seguir ese camino.
Hungría interceptó, en lo que va del año, a más de 150.000 personas, provenientes de Siria, Afganistán, Pakistán y otros países en conflicto, que están en camino hacia países más ricos de Europa. Según Frontex, la agencia de la UE a cargo de supervisar las fronteras del bloque, 9.400 inmigrantes pasaron de Serbia a Hungría la semana pasada.
Otro punto complejo se encuentra en la ciudad portuaria francesa de Calais, que está a sólo 38 kilómetros de las costas británicas y desde donde salen los Eurostar, los trenes subterráneos que cruzan el canal de La Mancha. Hasta esa localidad llegan otros miles de inmigrantes que también creen haber hecho lo más difícil del camino y tienen poco que perder. Buscan cruzar a Reino Unido, animados por motivos personales, por afinidades lingüísticas y porque el mercado laboral británico es percibido como más abierto que el de otros países.
En Calais, la cantidad de migrantes que intentan cruzar en camiones desde el puerto o en trenes es un problema desde hace años, y genera tensiones entre Francia y Reino Unido. Con la situación actual, ese desafío creció. En la noche del martes ingresaron a la estación del Eurostar inmigrantes que intentaban subir sin pasajes a los trenes con destino a Londres. Por eso se tuvo que suspender la circulación de seis trenes, en ambos sentidos, y en algunos casos los pasajeros quedaron varados durante varias horas.
El ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, dijo que el objetivo del gobierno “es reducir las intrusiones [en los trenes] a cero”, e insistió en la necesidad de luchar contra las redes de tráfico de personas. También destacó la política firme que su gobierno aplica en otros casos, el de migrantes económicos. Lo dijo en un país en el que tiene un éxito creciente el discurso antiinmigración del partido de ultraderecha Frente Nacional. Además, dijo a la radio Europe 1 que este año ya hubo nueve muertes de inmigrantes en intentos de subir a los trenes.
En Calais, ante la gran cantidad de personas que viven en situación precaria, en terrenos baldíos, el gobierno francés anunció que allí también se va a abrir un nuevo “campamento de acogida humanitario”, financiado en parte por la UE, con capacidad para 1.500 migrantes.
Según, Frontex, unas 340.000 personas llegaron a las puertas de la UE en siete meses. Esta situación llegó a tal punto que está en discusión una reforma del Tratado de Schengen, y que algunos, como el Frente Nacional, reclaman que se vuelvan a establecer controles fronterizos en cada país.