Poco más de siete meses lleva la jueza española Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de Madrid. Llegó hasta allí tras ganar las elecciones por la plataforma ciudadana Ahora Madrid -impulsada, entre otros, por Podemos-, y luego, para conformar el gobierno, contó también con el apoyo del Partido Socialista Obrero Español. Carmena, sin embargo, se propone ejercer el mandato en el Ayuntamiento más importante de España sin la “estructura rígida de disciplina de partidos”, al punto de que se anima a redoblar la apuesta: “Me parece que puede haber democracia representativa sin que haya partidos políticos”. En el marco de su visita a Montevideo, donde ayer fue designada visitante ilustre, Carmena conversó con la diaria.
-Los nuevos fenómenos políticos de España son también una consecuencia de cierta desilusión con la clase política, y a veces queda la sensación de que podrían llegar a ser hasta los últimos votos de confianza. ¿Cómo convive con eso? ¿Lo vive como una presión extra para la gestión?
-No creo que sea la última oportunidad para la política ni mucho menos, pero sí tengo claro que mi candidatura, y ahora la llegada a la Alcaldía de Madrid, han despertado mucha ilusión. Mi tarea consiste en hacer todo lo posible para no defraudar y cumplir con las expectativas que tienen los madrileños.
-Pero una cosa es transmitir algún encanto o mística al momento de encarar una campaña electoral y otra cosa es mantener ese espíritu desde la gestión, que por naturaleza es desgastante. ¿Cómo se prepara?
-A mí nunca me han gustado mucho las místicas. Me parece, sí, que es bueno que haya ilusión y esperanza en que es posible hacer las cosas de una manera distinta. Me ayuda mucho seguir manteniendo una relación fluida con la gente, fundamentalmente porque he seguido con mi vida de manera muy natural. Coincido con ellos en el metro, en el autobús, en la calle. Utilizo el transporte público, y eso hace posible que todos los días hable con muchas personas. Me da la impresión de que son gestos, pero gestos de algo que es muy importante: las autoridades deben dar ejemplo. En una ciudad como Madrid, que tiene un nivel alto de contaminación, hay que procurar usar más el transporte público, que es muy conveniente, en tanto ayuda a que el aire de la ciudad sea más respirable. Pero también es interesante porque es un medio de relación, y yo creo que el político debe compartir los espacios públicos con los ciudadanos. Eso permite que haya una mayor comprensión de la gestión política. No todas las cosas que vaya a hacer este ayuntamiento saldrán bien; algunas saldrán bien, otras regular, es humano que así sea, pero la actitud es una constante, los ciudadanos piden sobre todo actitud. Creo que la actitud de naturalidad, de honestidad, de tener las puertas abiertas para todo el mundo es lo que los ciudadanos de Madrid esperan. Y de mi parte, seguro que la tienen, porque es mi manera de ser y de entender la política.
-Una de las cosas que le han cuestionado es que, tal vez por tener niveles de expectativas muy altos, en algunos temas fue necesario dar marcha atrás o reconocer que ciertas medidas no se podían aplicar. ¿El entusiasmo excesivo juega en contra?
-Hay algo interesante sobre los programas electorales. Siempre dije, desde que acepté la candidatura, que no era partidaria de elaborar programas detallados, sino más bien de elaborar líneas estratégicas. Porque evidentemente, aunque desde la oposición tú ves que puedes hacer una u otra cosa, después, cuando llega el momento de gobernar, tienes que tener claro que esas pautas programáticas hay que llevarlas a la práctica. Para eso es necesario un proceso de convencimiento, de intentar concentrar todas las voluntades, porque no gobiernas solamente para quienes te han elegido, gobiernas para todos, y en ese proceso te encuentras con algunas resistencias que son lógicas y hay que buscar la manera de negociar, buscar puntos de acuerdo. Así es la política, y cuando todo eso se explica, también se hace pedagogía.
-Algunas medidas, como promover más el uso de la bicicleta en la ciudad o retirar las corridas de toros de la web turística del Ayuntamiento, parecen apuntar a promover, desde la gestión, nuevas sensibilidades. ¿También en esos temas ha encontrado resistencias?
-En temas como la construcción de carriles para bicicletas o limitar la entrada de vehículos al centro de Madrid no hemos tenido grandes resistencias; cualquiera que tenga dos dedos de frente se da cuenta de que no se puede seguir teniendo los niveles de contaminación de un aire prácticamente envenenado. Hemos puesto en marcha un protocolo por el cual, una vez que se llega a cierto nivel de contaminación, ya no se puede circular a determinada velocidad y no se puede aparcar en el centro de Madrid. Después, si la contaminación continúa, solamente pueden ingresar los vehículos con determinada matrícula, no todos. En el tema de las corridas de toros, el Ayuntamiento de Madrid no tiene competencia alguna, lo único que sí decidimos eliminar fue la subvención que otorgaba para quienes hacen cursos para ser toreros; dentro de todas las necesidades de complemento educativo que teníamos por delante, no nos pareció que ésta fuera la más importante, y la eliminamos. Nos parece bien que haya cursos para formar toreros, pero no que el Ayuntamiento los subvencione, porque vivimos en una realidad en la que algunos ciudadanos madrileños son partidarios de que se siga dando esta formación para toreros, pero otros no están tan de acuerdo.
-Otra medida tiene que ver con la eliminación de símbolos franquistas de la nomenclatura de calles y plazas de Madrid. ¿Ésa sí generó mayores resistencias? ¿Hay resabios del franquismo que sean notorios?
-En España tenemos una Ley de Memoria Histórica, que obliga a retirar de la nomenclatura todas las referencias a personas que hayan apoyado el golpe de Estado que dio lugar a la Guerra Civil de 1936. Nosotros hemos puesto en marcha una comisión y estamos estudiando el cumplimiento de esta ley, que los gobiernos anteriores no quisieron cumplir. Lo hicimos porque estamos obligados a ello. No hay una resistencia real. El Partido Popular votó en contra en su momento, pero no lo hizo tanto porque estuviera radicalmente en contra, sino porque entendía que había que tener también en cuenta a las personas que habían resultado de alguna manera víctimas de la intransigencia religiosa. Era una cuestión meramente técnica. Puede haber sectores muy pequeños, de personas vinculadas a actitudes puramente franquistas que pueden estar en contra de esta medida, pero son muy pocas, una minoría. Puede haber una actitud un poco más amplia, de personas que no se sienten identificadas puramente con el franquismo pero entienden que es un tema que ya no debe plantearse, porque la transición sirvió para que todo se olvide. Pero nosotros sentimos que tenemos la obligación de hacer cumplir esa ley, seguramente para resaltar los valores democráticos y para intentar blindar cualquier cuestionamiento de algo que es evidente: la única forma buena, razonable y positiva de regular una sociedad es mediante la democracia.
-Usted ha insistido en la necesidad de bajar los niveles de confrontación entre la oposición y el gobierno. Pero hace unos días, en Chile, también criticó el papel que juegan poderes fácticos como la Justicia y los medios. ¿Es posible cambiar estas relaciones de poder sin algún nivel de confrontación?
-A lo que me refería es a que es importante que los gobiernos locales tengan en cuenta que no gobiernan solos, sino que también existen otros poderes que gobiernan, aunque su función no sea la del gobierno directo, pero sí la de controlar el gobierno, como en el caso de la Justicia. Tanto la Justicia como los medios de comunicación deben hacer grandes esfuerzos para vincularse más a la realidad de la ciudad, a las necesidades locales. Y para estar más cerca de lo local quizá sería bueno plantear nuevas figuras, como tribunales que empiecen a estar más cerca de los problemas específicos de la ciudad. Lo mismo ocurre con los medios de comunicación; sería bueno que existan más medios que incorporen la mirada femenina, por poner un ejemplo. Pero esas cosas son posibles pensando en nuevas formas de impulsarlo desde la gestión, sin confrontación.
-Su ayuntamiento había lanzado un plan para recibir refugiados. ¿En qué etapa se encuentra?
-Destinamos un presupuesto importante para acoger a los refugiados que pudieran venir de Siria, al tener conocimiento de que el gobierno español se había comprometido con la Comunidad Europea a acoger un determinado porcentaje de ellos. Por una serie de circunstancias, estos refugiados no han llegado por la vía de la Comunidad Europea y del gobierno; sin embargo, paradójicamente, todos los fines de semana llega a la Estación Sur de Madrid un colectivo importante de refugiados sirios. El Ayuntamiento los atiende, les da lo que necesitan, les pone a su disposición medicinas, alojamiento, comida, pero normalmente están en Madrid tres o cuatro días y luego se marchan, porque muchos de ellos tienen familiares o conocidos en otros países europeos. Supongo que muchos de ellos llegan a la Estación Sur porque han ingresado al país desde el norte de África, llegan a Melilla o a Málaga, pero no llenan ninguna tarjeta de refugiados, ya sea porque desconfían de las instituciones o porque tienen sus amigos o familiares en Austria, en Alemania o en los países nórdicos, y por lo tanto su principal cometido es continuar con el viaje y no quedarse en Madrid. De todas maneras, estamos satisfechos de contar con estos fondos para cubrir la asistencia necesaria que haya que dar en esos días, porque muchos de ellos -casi siempre son familias, con cuatro o cinco hijos- están llegando en malas condiciones y necesitan mucho apoyo. Si ellos se quisieran quedar en España, a nosotros nos parecería fantástico, pero comprendemos que, a la vista de todo lo que están sufriendo, tengan una gran desconfianza en las instituciones.
-La alianza que impulsó su candidatura, Ahora Madrid, decidió no tener una vida orgánica como fuerza política. ¿Cuáles son los riesgos de gobernar sin el respaldo de un aparato partidario sólido? ¿Las organizaciones que integran Ahora Madrid pueden sustituir esto, jugar ese papel?
-Hasta ahora no ha habido experiencias de organizaciones de ciudadanos no vinculadas a partidos políticos. Somos conscientes de que es una experiencia nueva. Hacemos camino al andar, como dice nuestro gran poeta. Tenemos que trabajar mucho más los procesos de convicción, porque no tenemos una estructura rígida de disciplina de partidos. Es otra manera de trabajar, nueva y estimulante. No sé cuál va a ser el resultado dentro de unos años, pero por ahora estamos bien.
-Acá se miran con atención fenómenos como el de Podemos en España, Siryza en Grecia o el de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña. Pero también ese ascenso rápido -en el caso de Siryza, por ejemplo- demostró que los entusiasmos pueden durar poco. ¿Cómo se está preparando la izquierda española para blindarse, para que no pase ese tipo de cosas?
-Yo siempre digo a todas las personas que tenéis la amabilidad de entrevistarme que no puedo contestar bien preguntas que vosotros normalmente haríais a un experto en análisis político. Yo no soy una politóloga; soy una política ocasional, porque aunque ahora mismo estoy en política porque soy la alcaldesa de Madrid, mi profesión nunca ha tenido que ver con la politología ni con la política de partidos. Entonces, yo no lo sé, y es un tema que casi te diría que no es objeto de mis preocupaciones. A mí lo que me interesa es hacer bien mi trabajo, conseguir que en Madrid desaparezca la desigualdad, que cada vez haya más capacidad de disfrutar del mismo nivel de oportunidades para todo el mundo.
-Pero hace un tiempo, por ejemplo, en una entrevista usted sugería que tal vez el ascenso de Podemos era un poco rápido, que había que ir más lento. Eso es propio de una mirada política.
-Sí, en mi manera personal de pensar, creo que los partidos políticos atraviesan una crisis muy profunda. Me parece interesante, y así lo he escrito en alguno de los libros que he publicado. Creo que hay que repensar los partidos políticos. Me parece que puede haber democracia representativa sin que haya partidos políticos, y eso quizá me lleva a hacer una consideración de ese tipo.
-Acerca de la iniciativa independentista catalana, se ha manifestado partidaria de formar una “federación de estados ibéricos”, sin que Cataluña tuviera que irse de España. ¿Hay tiempo?
-En este momento España tiene un problema. Cataluña tiene una parte importantísima en lo que hoy llamamos España. Yo creo que hay que buscar las estructuras jurídicas que permitan estar todos juntos sin necesidad de que haya rupturas. Me parece que para eso hay que juntarse, hay que dialogar y hay que buscar las fórmulas con las cuales los catalanes y los españoles podemos seguir estando juntos. Después, el nombre, cómo nos vamos a llamar -si federación, confederación-, no lo sé. Eso es lo de menos. Lo importante es que busquemos unas estructuras jurídicas en las que nos sintamos todos juntos aunque la manera de estar juntos sea desigual. Ya es desigual la relación que tenemos con el País Vasco, que tiene unas capacidades económicas que consisten fundamentalmente en tener el concierto de poder exigir sus impuestos, que me parece que es un tema razonable y quedó así reconocido en la Constitución, por una serie de derechos históricos. Creo que ésa era la idea cuando se estableció la posibilidad de hacer un nuevo estatuto para Cataluña. Por lo que fuera, quizá faltó en aquel momento reflexión suficiente para que se diera ese paso, pero se puede hacer ahora.
-¿Pese al proceso que está en marcha en Cataluña y a las distancias entre el gobierno catalán y el español?
-Todo eso lo dificulta, pero el gobierno [español] no tiene por qué seguir siendo el mismo y tampoco tiene por qué seguir teniendo las mismas actitudes. Se trata, además, de un gobierno que ha sido sancionado con una reducción enorme en sus votos. Es un gobierno que, aunque haya sacado el primer puesto en el resultado electoral, tiene una advertencia de la ciudadanía: “No nos gusta esto que se ha hecho, no nos parece bien a las mayorías”. Los votos de la oposición suman más que los votos del Partido Popular, lo que indica que efectivamente el Partido Popular tiene que tener en cuenta esa advertencia, y es posible que lo que no supo dialogar hace escasos meses ahora sí pueda hacerlo. Yo creo que se trata de sentarse a hablar y de buscar una fórmula en la que todos podamos seguir estando juntos mediante la reforma de la Constitución.
-Entiendo que no responda desde la ciencia política, pero sí como una persona que ocupa un cargo de gobierno: ¿cuáles son sus referencias en el ámbito latinoamericano?
-No, la verdad es que me cuesta mucho. Si es difícil entender la política en tu país, mucho más en otro que no conoces bien. Sí detecto, en general -no sólo en toda Iberoamérica, sino también en Europa-, que hay cierto hartazgo con una manera tradicional de hacer la política y un deseo de que haya cambios. Lo que ocurre es que estos cambios tienen que ir concretándose, y como todas las cosas nuevas, al principio nada es riguroso. Cuando tú haces una cosa nueva, no suele ser rigurosa. Es el tiempo el que te la conforma, te la configura, y eso tiene que pasar. Yo creo que existe esa necesidad de cambio político. Cuando me preguntan cómo va a ser y cómo van a ser representados los ciudadanos si no hay partidos políticos: pues lo vamos a ir viendo. Soy partidaria de que se hagan grandes alianzas de ciudadanos con objetivos concretos a desarrollar, que permitan más amplitud y no tener la rigidez de los partidos. ¿Puede interesar esto en Latinoamérica o Iberoamérica? No lo sé. Eso lo tendréis que decidir vosotros.
-Hay una cosa que llama un poco la atención en las negociaciones que están en curso para definir un nuevo gobierno en España, y es el rol que juega la monarquía en todo el proceso. ¿Cómo se lo explicaría a un uruguayo?
-Creo que para eso hay que conocer el fenómeno de la transición de lo que fue una dictadura larguísima. Uruguay tuvo una dictadura muy larga; si la multiplicáis por tres y luego sumáis unos años más, podéis imaginaros lo que es: generaciones enteras que vivieron en dictadura. Es muy importante tener en cuenta el papel absolutamente clave que jugó la monarquía en la transición española. Entonces hay muchas personas que vivimos aquella época que valoramos y respetamos a la monarquía, porque fue útil para aglutinar las voluntades en el período de la transición. Sigo pensando que la monarquía es útil ahora. Es verdad que tiene algo de poco natural, porque ¿qué sentido tiene que sea una familia? Efectivamente, no tiene un sentido. Yo estoy de acuerdo. Sin embargo, sin tener un sentido formal, tiene una legitimidad moral, y en España ha sido útil y es una institución respetada.
-Otra institución que está muy presente en España, al menos más que en Uruguay, es la iglesia católica. La prensa en España ha informado acerca de cierta resistencia -no de la iglesia pero sí de parte de ciudadanos religiosos- ante modificaciones que su administración hizo en el Desfile de Reyes. ¿Este tipo de reacción se siente en la vida cotidiana de la ciudad?
-Yo creo que no. Me parece que es una enorme operación hecha por una minoría que ni siquiera responde a la jerarquía eclesiástica, porque tenemos una jerarquía eclesiástica respetada porque tiene una actitud de encuentro, de huir de la confrontación, que se refleja mucho en los comportamientos de Su Santidad. El papa actual está abriendo mucho las puertas, está teniendo una actitud enormemente reformadora. Entonces, naturalmente, la iglesia española está afectada por una posición del papa que era tan necesaria para terminar con una concepción sectaria y restringida. Lo que ocurre es que hay unas minorías que tienen medios de comunicación y desde allí multiplican unas estructuras que desde mi punto de vista son muy pequeñas, muy localizadas. En todos los medios de comunicación más vinculados a actitudes más conservadoras se dijo que la alcaldía iba a prohibir que hubiera belenes o pesebres. Eso no era verdad. La prueba es que ha habido pesebres de todos colores, de todas formas. Pero como se corrió ese rumor, unos ciudadanos dijeron que iban a venir a presentar firmas, y a mí me sorprendió, porque después de contar con tanto apoyo periodístico sólo presentaron 3.000 firmas. Cuando se les dijo que sí había pesebres, se quejaron porque les parecía que había pocas figuras en el pesebre y que tenía que haber más. Estamos hablando de algo muy respetable, por supuesto, pero muy marginal.
Otro enero
Mucho antes de ser electa alcaldesa de Madrid y de comenzar su carrera como jueza, Manuela Carmena integró un estudio de abogados laboralistas vinculado con la central sindical Comisiones Obreras, cercana al Partido Comunista. En esto la encontró enero de 1977, cuando Francisco Franco llevaba más de un año muerto y la transición a la democracia estaba en proceso. El 24 de enero de ese año, Carmena no había ido a trabajar al número 55 de la calle Atocha. Ese día, un comando ultraderechista entró armado al estudio y disparó contra todas las personas que se encontraban allí. Mató a cuatro abogados y un administrativo. Otras cuatro personas sobrevivieron a las balas.
“Lo vivo ahora como lo viví el día que sucedió”, dijo Carmena. “Yo siempre tengo el recuerdo de que aquella noche, de una manera absolutamente estúpida, se acabó la vida de mis compañeros y mis amigos que estaban conmigo en aquel despacho de abogados del que formábamos parte todos. Eso te da una sensación de injusticia, como de protesta total. Porque aquello fue un asesinato tan gratuito, tan innecesario, y se llevó la vida de tantos compañeros... Entonces aquello me hace valorar, si cabe, todavía más la vida y estar en contra de cualquier manifestación de cualquier tipo que pueda poner en peligro la vida humana. Lo único verdaderamente importante es que se sepa que la vida humana es siempre, siempre intocable”.
Al consultarla sobre si la ilusión de cambiar las cosas mediante la política sigue siendo la misma, casi 40 años después, Carmena recordó que hace unos días se sorprendió al ver en internet una entrevista que Carmen Maura le hizo (ver https://www.youtube.com/watch?v=c7cvuFs-zwA) en la televisión en 1981: “Me sorprendió porque me pareció que hace tantísimos años yo decía lo mismo que ahora. Y casi me preocupó. Pero sigo pensando lo mismo”.