No llegó a ser tan visto como el primero, que marcó un récord de audiencia, pero generó la misma expectativa. El desafío de Trump y Clinton en el último debate era demostrar que están preparados para llegar a la Casa Blanca y, sobre todo, que tienen planes de gobierno sólidos y pueden explicarlos de manera clara. Esto último se había hecho a medias en los dos encuentros anteriores, que se centraron más en los ataques personales entre los aspirantes que en sus propuestas.
Para los votantes estadounidenses, sobre todo para los indecisos, el encuentro del miércoles, que se desarrolló en Las Vegas, era la última oportunidad para escuchar hablar a sus candidatos sobre los temas que no tocaron en los debates anteriores. En esta lista estaba, como tema estrella, la inmigración, que no fue discutida con la profundidad que se esperaba.
Aunque esta vez Trump y Clinton le dieron más espacio a sus proyectos, no faltaron los ataques personales. En general, fue un debate más regular y equilibrado, y los dos candidatos respondieron de manera pareja a las preguntas que lanzó el moderador Chris Wallace, de la cadena Fox. No hubo cambios abruptos en el guion, y el clima no fue tan tenso como en las ocasiones anteriores, a pesar de que los candidatos no se dieron la mano para saludarse ni al principio ni al final.
Según una encuesta de la CNN realizada inmediatamente después del debate, Clinton volvió a ganar, por tercera vez, aunque de manera más ajustada: sólo 52% la vio como vencedora, mientras que 39% eligió al empresario. En el primer encuentro, la diferencia fue de 62% contra 27%.
Guerra de acusaciones
Al inicio del debate, el candidato republicano sorprendió con una actitud tranquila y concentrada. Sin embargo, empezó a irritarse cuando comenzó la discusión sobre la supuesta intromisión de Rusia en las elecciones estadounidenses que denuncia la campaña de Clinton, y después no pudo frenar. La demócrata dijo que el presidente ruso, Vladimir Putin, quiere “una marioneta” como Trump en la Casa Blanca y por eso está tratando de “interferir” en el proceso electoral. Clinton hacía referencia a los informes de la inteligencia estadounidense que señalan a Moscú como responsable de los ciberataques que sufrió el Partido Demócrata. Incluso llegó a decir que “no existen precedentes” de intentos de manipulación de las elecciones por parte de una potencia extranjera, y culpó a Trump, al que acusó de haber alentado a Rusia a espiar.
“No conozco a Putin”, respondió Trump, antes de reconocer que siente respeto por la “firmeza” del mandatario ruso. Después dijo que Clinton es “la marioneta”, ya que Putin fue “más inteligente” en los conflictos de Siria y de Ucrania que el presidente estadounidense, Barack Obama, durante la época en que ella era secretaria de Estado.
En otro tramo, Trump fue consultado por las denuncias de acoso sexual que surgieron en los últimos días en su contra. El empresario acusó a su rival de estar detrás de esas denuncias y reiteró que son “historias falsas y ya desacreditadas”. Clinton, en su turno, respondió: “Donald cree que denigrar a las mujeres lo hace más grande. Ataca su dignidad, su autoestima, y yo no creo que exista una mujer en alguna parte que no sepa cómo se siente eso”. Además, mencionó a otras comunidades que fueron atacadas por Trump. “Este es un patrón. Un patrón divisorio, una visión muy oscura -y, en muchas formas, muy peligrosa- de nuestro país, en la que él incita a la violencia [...] Estados Unidos no es eso”, agregó.
Otro de los momentos más comentados del encuentro, tal vez por lo inesperado, y que terminó marcando la noche del miércoles, fue cuando Trump afirmó -como lo hace en sus actos de campaña desde hace semanas- que las elecciones están “arregladas” a favor de su oponente. Wallace le preguntó al empresario si acatará el resultado de las elecciones del 8 de noviembre en caso de que gane la ex secretaria de Estado. El candidato evitó una respuesta directa y dijo: “Se lo diré en su momento. Voy a mantener el suspenso”.
“Permítame responder, porque eso es horrible”, se apuró a decir Clinton, dirigiéndose al moderador. “Tenemos 240 años. Hemos celebrado elecciones libres y justas. Hemos aceptado los resultados cuando no nos han gustado, y eso es lo que debería esperarse de alguien en el escenario de un debate durante unas elecciones generales”, dijo la candidata demócrata.
La acusación de Trump, que no tiene precedentes en un candidato presidencial de uno de los principales partidos en Estados Unidos, causó un rechazo generalizado, incluso en el Partido Republicano. “Como muchos estadounidenses, tengo confianza en nuestra democracia y nuestro sistema electoral. Durante este debate, el señor Trump está haciéndole al partido y al país un gran daño al seguir sugiriendo que el resultado de estas elecciones no está a su alcance y está 'arreglado' en su contra”, dijo el senador Lindsey Graham. “Si él pierde, no será porque el sistema esté 'arreglado', sino porque él fracasó como candidato”, agregó.
Los dichos de Trump causaron tanta controversia que su jefa de campaña, Kellyanne Conway, salió a decir públicamente luego del debate, para calmar las aguas, que el aspirante republicano “aceptará” los resultados de las elecciones “porque las ganará”. Ayer de tarde, Trump aclaró en un acto en Ohio: “Aceptaré totalmente los resultados de estas grandes e históricas elecciones, si gano”. Agregó además que se reserva “el derecho a impugnar o presentar un desafío legal en caso de un resultado cuestionable”, si bien reconocerá un “resultado electoral claro”.
En otro momento, Clinton recordó que Trump también afirmó que estaba “arreglado” el resultado de los premios Emmy cuando no recibió ningún premio por su serie The Apprentice. El comentario provocó risas y se repitió en las redes sociales. “Me lo tendrían que haber dado”, respondió el empresario, serio. Otra perlita del candidato republicano apareció cuando la ex secretaria de Estado reiteró que Trump evitó pagar impuestos por casi dos décadas. Él se limitó a exclamar: “¡Qué mujer tan desagradable!”.
Lo que quiere el país
Los candidatos hablaron sobre sus planes en torno a la inmigración mexicana, el porte de armas y el aborto. Respecto de México, Trump reiteró que “quiere” construir el muro para que no entren más drogas a su país. Agregó: “Tenemos a hombres malos [dijo 'bad hombres'] que se tienen que ir. Cuando la frontera esté segura vamos a tomar una decisión sobre lo demás”. Después acusó a su rival de querer “fronteras abiertas”. Clinton lo negó y aseguró que lo que pretende es una frontera segura y una reforma migratoria que proteja a los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos y no “separar familias” como, en su opinión, pretende su contrincante.
Más adelante, el empresario se manifestó “en contra del aborto” y aseguró que, de llegar a la presidencia, “designaría a jueces contrarios al aborto”, aunque los estados tendrían la última palabra en este tema. Por su parte, Clinton defendió “rotundamente” el derecho al aborto y denunció las “estrictas regulaciones” que están implantando “muchos estados” para restringirlo. Agregó que todas las regulaciones del aborto deben tener en cuenta especialmente “la vida y la salud” de la madre.
En el otro apartado, Clinton expresó su “respeto” a la Segunda Enmienda constitucional que protege el derecho a llevar armas en Estados Unidos, pero pidió más “regulación”. Trump dijo, en tanto, que ese “derecho constitucional no sobrevivirá” si la demócrata gana en noviembre.