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Homenaje a Fidel Castro, en Santiago de Cuba. Foto: Ronaldo Schemidt, Afp

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Luego de recorrer Cuba durante cinco días, la urna con las cenizas de Fidel Castro fue enterrada en la mañana de ayer en una ceremonia privada, cerca del mausoleo de José Martí, en el cementerio de Santiago de Cuba, la ciudad que es considerada la “cuna” de la revolución. El presidente Raúl Castro fue quien depositó los restos de su hermano en el interior de una roca que, según informó la agencia de noticias Efe, fue traída especialmente de la Sierra Maestra.

En el cementerio, una gran bandera de Cuba flameaba a media asta. En la puerta, cerca de 100 personas se acercaron con el retrato de Fidel en sus manos y la intención de ingresar. Otra multitud salió a las calles para presenciar el último traslado de la urna, de la Plaza de la Revolución de Santiago al cementerio. Desde hace días, los cubanos que le rinden tributo a su líder histórico repiten una frase: “Yo soy Fidel”. Ese grito acompañó a la urna.

Al entierro sólo tuvieron acceso sus familiares, allegados e invitados especiales, y la entrada al cementerio estuvo bloqueada para la prensa. Sin embargo, se supo que estaba previsto que asistieran los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y Bolivia, Evo Morales, así como los ex mandatarios de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, que la noche anterior estuvieron presentes en la Plaza de la Revolución de Santiago para el último acto masivo de despedida a Fidel.

En ese acto, Raúl Castro resaltó los logros de su hermano y dijo que la revolución que instauró Fidel en 1959 no morirá con él. Dijo que Fidel demostró que “sí se pudo, sí se puede y sí se podrá superar cualquier obstáculo, turbulencia o amenaza en construir el socialismo en Cuba o, lo que es lo mismo, garantizar la independencia y la soberanía de la patria”. Mientras, el público gritaba: “¡Sí se puede!”. Según los medios cubanos, participó en ese encuentro más de medio millón de personas.

Raúl dijo que su hermano demostró “que sí se podía intentar la conquista del Moncada, que sí se podía convertir aquel revés en victoria”, que “sí se podía llegar a Cuba en el yate Granma, resistir al enemigo, al hambre, la lluvia y el frío”, que “sí se podía derrotar en 72 horas la invasión mercenaria de Playa Girón y proseguir la campaña para erradicar el analfabetismo” o “proclamar el carácter socialista de la revolución a 90 millas del imperio”.

También dijo que su hermano insistió en que, “una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles y otros sitios públicos, ni erigir en su memoria monumentos, bustos ni estatuas”, por lo que presentará a mediados de este mes una propuesta legislativa que traduzca esta voluntad al Parlamento. “El líder de la revolución rechazaba cualquier tipo de manifestación de culto a la personalidad”, agregó.

Raúl cerró el acto con un “¡Hasta la victoria siempre!”, que fue aplaudido durante varios minutos. Antes, representantes de organizaciones oficialistas como la Central Nacional de Trabajadores, la Federación de Mujeres Cubanas, la Federación de Estudiantes Universitarios y la Unión de Jóvenes Comunistas cerraron sus discursos con el mismo saludo. Todos transmitieron su compromiso de continuar el legado de la revolución que Fidel inició hace más de medio siglo.

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