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En un prolongado enfrentamiento entre jihadistas y las fuerzas de seguridad tunecinas, murieron ayer 53 personas: 35 atacantes (otros siete fueron detenidos), 11 militares y policías, y siete civiles. El enfrentamiento ocurrió en la ciudad de Ben Guerdane, cercana a la frontera entre Túnez y Libia. Según las autoridades, comenzó cuando un grupo de jihadistas ingresó a la ciudad desde territorio libio a bordo de vehículos todoterreno.

“Fue un ataque sin precedentes, planeado y organizado. Su objetivo probablemente era tomar el control de esa zona para declarar un nuevo emirato”, dijo el presidente tunecino, Mohamed Béji Caïd Essebsi.

Como respuesta al ataque, el gobierno decretó el cierre de sus dos pasos fronterizos con Libia. “Hasta ahora Túnez apoyó a Libia como podía, quizás llegó el momento de aplicar medidas drásticas y radicales para acabar con el flujo que amenaza al país”, agregó Essebsi en un discurso que se transmitió por cadena nacional.

Además de cerrar las fronteras con Libia, el gobierno tunecino decretó el toque de queda en Ben Guerdane y sus alrededores, y endureció los controles en el ingreso a la ciudad turística de Jerba, que queda cerca. De esta forma, intenta evitar que los atacantes que escaparon (se desconoce cuántos son) se dirijan a esa ciudad a cometer un ataque, que tendría un impacto devastador en la ya debilitada economía del país.

El grupo jihadista Estado Islámico ha expandido su presencia en Libia en los últimos meses y el gobierno tunecino esperaba que en algún momento intentara cruzar las fronteras terrestres que separan a ambos países.

La semana pasada las fuerzas de seguridad tunecinas se enfrentaron con cinco supuestos jihadistas que ingresaron al país desde Libia y tomaron como rehén a una familia en Auya, un pueblo cercano a Ben Guerdane. El primer ministro, Habid Essid, reconoció que el gobierno debate la posibilidad de declararse en estado de amenaza inminente, lo que le permitiría tomar medidas excepcionales mediante decretos.

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