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Con Raúl Rosende, el uruguayo que supervisará el desarme de las FARC

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El lunes se firma el acuerdo final de paz entre el gobierno del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ese día comienza un proceso de seis meses en el que los integrantes de la guerrilla se concentrarán en zonas específicas del país y entregarán las armas a una misión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que ya trabaja en el terreno. El uruguayo Raúl Rosende, jefe de gabinete de esta misión, está preparando equipos de avanzada desde febrero y, en entrevista telefónica, desde Colombia, habló con la diaria sobre el proceso de desarme, la verificación del alto el fuego y los planes para los guerrilleros en su transición a la vida civil.

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¿Cuál es el trabajo específico que está desarrollando hoy la ONU en Colombia?

-El papel de la ONU va a ser el de verificar el cumplimiento de dos puntos del acuerdo final al que llegaron hace unas semanas las FARC y el gobierno de Colombia. En primer lugar, se trabajará para verificar que el cese del fuego se respeta y no se viola. En segundo lugar, para supervisar lo que se llama la dejación de armas, el proceso de desarme de las FARC. Es importante dejar claro que la verificación del cese de hostilidades no la hará solamente la ONU, sino que es parte de un mecanismo tripartito que también integran el gobierno y las FARC: la hacen las tres partes de manera conjunta. La verificación del desarme, en tanto, la hace solamente la ONU.

¿La verificación del cese del fuego y el desarme se dan al mismo tiempo?

-Sí, exactamente. Son dos procesos paralelos que se dan a la vez y que tienen una duración inicial de seis meses. Hay un período de 180 días para llevar a cabo ambos procesos. Nuestro mandato comienza el día de la firma del acuerdo final, previsto para este lunes en la ciudad de Cartagena.

¿En qué consiste el proceso de dejación de armas? ¿Cuáles son las etapas?

-Ahora estamos en una primera etapa que es la concentración de las fuerzas de las FARC en determinadas zonas que se han establecido. Son 22 zonas y seis campamentos, por lo que se trata de 28 lugares -en principio, porque esto puede cambiar- donde los guerrilleros se van a concentrar para hacer más efectivo el cese del fuego, porque es muy difícil verificarlo si las FARC están dispersas en todo el territorio. Colombia es un país grande y tiene una geografía complicada, con montañas altas y selva, por lo tanto es imposible verificar un cese del fuego si los grupos no se concentran. Una vez que lo hagan, comenzarán a hacer la entrega de armas a la ONU.

¿Estos puntos de concentración a los que usted se refiere son las llamadas “zonas transicionales”?

-Sí, exactamente. Unas son las zonas veredales transicionales, que vienen de las “veredas”, que aquí en Colombia vendrían a ser lo que en Uruguay son pueblitos. Va a haber 22 zonas veredales de transición y ocho campamentos, que serían puntos más específicos que las zonas. Es un poco complicado de entender, pero en resumen son 22 zonas en las que habría dos o tres campamentos y otros ocho campamentos aparte. En todos estos lugares se concentrarán las FARC.

¿Cómo funciona el proceso de desarme?

-Los guerrilleros entran a esas zonas por seis meses. Allí cada uno de ellos es registrado junto a sus armas, que también deben ser registradas. Después los integrantes de las FARC entregan las armas a personal de la ONU, que las guarda en contenedores que van a estar colocados en cada una de las zonas transicionales. Es una cosa que se ha hecho en muchas partes del mundo. En América Latina se hizo hace años en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y también ha ocurrido en muchos países de África y Asia: cuando una guerrilla entra en negociaciones con un gobierno se logra un acuerdo, y uno de los puntos centrales es la dejación de armas.

En este proceso de transición hacia la vida civil, ¿qué ayudas hay para los guerrilleros que dejan las armas?

-Es un buen punto, porque hay gente que ha estado peleando durante décadas, y una cosa que hemos visto en otras partes del mundo es que lamentablemente a veces estos procesos tienen dificultades porque no está prevista la reinserción de los guerrilleros en la vida civil. Aquí están previstas diferentes cosas. En primer lugar, en los campamentos o en las zonas veredales está previsto el inicio de actividades de capacitación o de educación, porque muchos de los guerrilleros no tienen oficio, no tienen conocimientos para desempeñar un trabajo. La idea es que empiecen a recibir educación y capacitación en los campamentos. Después, una vez que salen de los campamentos, el gobierno va a destinar recursos para darles una ayuda en esa etapa. Primero, durante 24 meses, van a recibir el equivalente a 90% del salario mínimo, además de determinada cantidad de recursos para que puedan establecer o iniciar microemprendimientos productivos, como un emprendimiento rural o un comercio. En forma paralela, continuará la educación y la capacitación. En los acuerdos se estableció una especie de plan o varias medidas justamente para propender a la reinserción de los combatientes desmovilizados, porque este es usualmente un punto muy crítico. El trabajo no es solamente planificar el cese del fuego y el desarme, sino también tener claro qué va a pasar con los guerrilleros una vez que salen de los campamentos y cuando se enfrenten a una vida completamente nueva y desconocida para ellos.

Una vez que los guerrilleros salen de los campamentos, además de las ayudas que mencionaba recién, ¿se les realizará algún seguimiento? ¿O la ayuda termina ahí?

-En el acuerdo que firmaron las partes en La Habana se estableció que después de esos seis meses se le va a pedir a la ONU que comience otra verificación, que sería, justamente, la del proceso de reintegración. Esto implicaría básicamente tres cosas. La primera es la reintegración con aspectos sociales y económicos, lo que mencionaba anteriormente. Pero también hay que verificar las garantías de seguridad para los desmovilizados, para garantizar que su vida y su integridad no serán afectadas. Esto es clave sobre todo teniendo en cuenta que en Colombia existen diferentes estructuras armadas. En tercer lugar, aparece la participación política, que es otro elemento fundamental en el proceso de reinserción y que tiene que ver con crear las condiciones para que los ex guerrilleros puedan hacer política de una manera legal y pacífica. En los acuerdos se establecieron también algunos puntos para facilitar la constitución de un partido político: no se les va a requerir personería jurídica y se les van a dar algunas bancas en el Parlamento, por ejemplo, a los efectos de que puedan hacer ese tránsito desde las armas a la vida civil.

¿Cómo están viviendo los colombianos este proceso, según lo que usted ha podido observar durante estos meses?

-Obviamente esto ha generado bastante entusiasmo en muchos sectores. Como es sabido, el 2 de octubre va a haber un plebiscito, porque el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, decidió someter a una consulta popular el contenido de los acuerdos de paz. Allí se va a ver el nivel de receptividad y apoyo que hay entre los colombianos. En las últimas encuestas hay una mayoría bastante clara a favor del Sí al acuerdo. Esto no quiere decir que el resultado ya esté anticipado, pero marca una tendencia que es importante tener en cuenta. Una cosa que es cierta es que el cese del fuego comenzó de hecho hace tiempo ya. Incluso las FARC decretaron primero un alto el fuego unilateral el año pasado, y los niveles de violencia han bajado mucho. Sin perjuicio de que todavía hay violencia en varias partes del país y todavía hay muchos grupos armados, la violencia ha bajado mucho porque la principal estructura armada y legal han sido las FARC. Esto quiere decir que para las comunidades en varias zonas del país, sobre todo en el interior, ha habido una diferencia grande, y muchas veces esa diferencia es entre la vida y la muerte. Se puede decir que el cese del fuego se ha cumplido, sobre todo teniendo en cuenta que en otras partes del mundo, lamentablemente, muchas veces fracasan o se incumplen con mucha frecuencia. Aquí, en general, no.

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