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Michel Temer, presidente de Brasil, durante una conferencia de prensa en el marco de la Cumbre de Líderes del G20, ayer, en Hangzhou, China. Foto: Greg Baker,Afp

Varias preocupaciones

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El gobierno de Temer busca convencer a la comunidad internacional.

El nuevo presidente brasileño, Michel Temer, partió a China a la reunión del G20 horas después de que Dilma Rousseff fuera destituida por el Congreso mediante un juicio político. Allí afirmó que Brasil dejó atrás “toda la inestabilidad política y económica que padeció en los últimos años” y que se abre una “nueva etapa”, para la cual pidió inversiones. Mientras tanto su canciller, José Serra, defendió al nuevo gobierno.

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La mayoría de las declaraciones para validar al nuevo gobierno han estado en boca de Serra, quien dijo al diario español El País que la destitución de Rousseff era “inevitable” y que recibió el “respaldo” de la Justicia brasileña. El Supremo Tribunal Federal ha recibido denuncias contra el proceso que derivó en la destitución de Rousseff y también contra la división de la votación del Senado que permitió que ella no fuera inhabilitada para ocupar cargos políticos, pero todavía no se ha pronunciado al respecto.

En otra entrevista, en este caso con la cadena O Globo, Serra dijo que Venezuela, Ecuador y Bolivia “se pegaron un tiro en sus propios pies” al retirar a sus representantes diplomáticos de Brasilia después de condenar el “golpe parlamentario”. También afirmó que esos gobiernos asumieron una “posición equivocada”, y agregó: “Espero que tengan la madurez para incluso aprender de la experiencia democrática brasileña”.

Además, Serra dijo que tiene una “lista inmensa” de solicitudes de reunión con representantes de otros países, y que por ello seguramente la delegación brasileña que asistirá este mes a la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, se quede allí más tiempo del previsto. Para entonces, Temer tiene en sus planes reunirse con el presidente uruguayo Tabaré Vázquez, y en octubre viajará a Argentina para reunirse con Mauricio Macri.

Las señales de preocupación por el cambio de gobierno en Brasil también llegaron desde El Vaticano y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El papa Francisco dijo que no sabe si viajará a Brasil en 2017, tal como estaba previsto, y pidió a los católicos que recen por Brasil “en este momento tan triste”. Fue el propio Temer el que respondió a esas palabras del papa. “Me parece que se refirió a una preocupación por Brasil que todos tenemos”, dijo. Por su parte, la CIDH manifestó su “preocupación ante la destitución de la presidenta constitucional y democrática de Brasil” y recordó que tiene “bajo su análisis” una solicitud de medida cautelar a favor de Rousseff y una denuncia sobre el caso, ambas presentadas por el Partido de los Trabajadores (PT).

Puertas adentro

“La gente es reprimida en las calles [...]. Es así como comienzan las dictaduras”, dijo Rousseff sobre la represión de la Policía Militar a las protestas en contra de su destitución, tema sobre el cual fue consultada en una conferencia con periodistas extranjeros. En esas declaraciones públicas reiteró que Brasil sufrió un golpe de Estado.

El Frente Brasil Popular y otras organizaciones convocan a movilizaciones cada día desde que Rousseff fue destituida el miércoles. Tanto en San Pablo como en Porto Alegre y Brasilia estas protestas fueron reprimidas por la Policía Militar con balas de goma y gases lacrimógenos. Una de las asistentes a la concentración de Brasilia del miércoles dijo a Página 12 que la Policía llegó y empezó a “golpear con todo” a los manifestantes. Según datos del Frente Brasil Popular, hay ocho jóvenes, en su mayoría estudiantes, detenidos por movilizarse.

Ayer había protestas en Río de Janeiro y en San Pablo, donde la marcha se pudo realizar después de que se revirtiera la prohibición que había impuesto el gobernador Geraldo Alckmin, que pertenece al Partido de la Social Democracia Brasileña, ahora aliado de Temer.

Pero también hay resistencia política al nuevo gobierno. El PT va a defender la convocatoria a elecciones anticipadas, sin esperar a 2018. “La única manera de restablecer la democracia en el país es por el voto popular”, dijo el presidente del partido de Rousseff, Rui Falcão, después de la reunión del viernes de la Ejecutiva Nacional del PT. Falcão se refirió a la campaña que lanzará el PT con el nombre Diretas Já, que hace referencia a la movilización que reunió a sectores democráticos sobre el final de la dictadura militar brasileña (1964-1985).

En el documento aprobado en la reunión, titulado “Resolución política sobre el golpe y la oposición al gobierno usurpador”, se sostiene que “si antes había divergencias sobre la propuesta de anticipar las elecciones presidenciales, ahora la situación es otra, porque el Estado tiene al frente a un gobierno usurpador, ilegítimo, sin votos, con un programa antipopular y antinacional”.

Tanto el PT como otros sectores y partidos de izquierda que han defendido a Rousseff manifestaron su voluntad de formar un frente de izquierda que los contenga a todos con miras a las próximas elecciones. En este sentido, el PT busca apuntalar al Frente Brasil Popular, “el principal espacio de unidad y organización de la resistencia al golpe”, y que este coordine acciones con el Frente Pueblo Sin Miedo, que integran el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra y otras organizaciones sociales.

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