Holanda, Francia y Alemania son tres países en los que la ultraderecha ha aumentado su presencia. En gran medida este proceso se ve impulsado por la ola de refugiados que llegó a Europa en 2016, los atentados que han golpeado a varios países y la decisión de Reino Unido de salir de la UE. Pero también hay factores del propio bloque que han llevado a esto; sobre todo, su falta de creatividad a la hora de dirigir la recuperación económica tras la crisis financiera de 2008, su insistencia en una austeridad rechazada por la población europea y su intención de reforzar las instituciones comunitarias, especialmente las dedicadas a políticas financieras, para aumentar su control sobre los gobiernos nacionales. Como reacción, la ultraderecha de los distintos países ha puesto en la agenda el tema del vínculo entre la nación y la UE, en algunas ocasiones prometiendo una mayor distancia y en otros, como el británico, directamente la salida.
La intención de voto de la ultraderecha en los tres países viene en aumento. En Holanda el Partido por la Libertad (PVV, por sus siglas en holandés), liderado por Geert Wilders, encabeza todas las encuestas publicadas en enero con un respaldo de entre 19% y 24% y ganaría las elecciones generales de marzo, mientras que en las pasadas había obtenido 10% de los votos. En Francia el Frente Nacional (FN), de Marine Le Pen, lidera los sondeos con entre 26% y 27% de intención de voto y vencería en la primera vuelta de las presidenciales de abril, cuando en 2012 había quedado fuera de la segunda vuelta con 18% del respaldo. Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), tiene una intención de voto más errática, según las encuestas, que le han dado entre 12% y 23% desde setiembre; en los comicios generales de 2013 no había alcanzado 5% de los votos.
En los tres países es muy poco probable que la ultraderercha llegue al poder, por distintas circunstancias.
Si el PVV obtiene 24% de los votos el 15 de marzo, esto se traduciría en entre 36 y 39 de los 150 escaños del Parlamento. Wilders lideraría la bancada más grande del legislativo, pero estaría lejos de alcanzar los 76 votos necesarios para gobernar. Tampoco parece viable que haga alianzas hasta conseguir esa cifra: los partidos más importantes ya dijeron que no accederían a un pacto con el PVV. El único, hasta ahora, que dijo que sí lo haría es el partido 50 Plus, que defiende los derechos de los adultos mayores, que anunció esta semana que si el PVV es el partido más votado le brindará su respaldo, porque “hay mucha gente normal, agradable, honesta y trabajadora que vota al PVV”. Según los sondeos, 50 Plus contará con nueve o diez escaños tras las elecciones, por lo que sus votos no serían suficientes para que Wilders se convierta en primer ministro en sustitución de Mark Rutte.
El escenario para las presidenciales de abril es bueno para Le Pen, pero sus posibilidades reales de llegar al Elíseo son muy pocas. Tal como sucedió en anteriores elecciones, los demás partidos han dicho que respaldarán a cualquier candidato que la enfrente en el balotaje. A su vez, las encuestas señalan que sería superada por cualquiera de los demás presidenciables.
En Alemania habrá un mano a mano entre la canciller Angela Merkel, que lidera la intención de voto con 34%, y el socialista Martin Schulz, que la sigue con 28%. Los últimos sondeos muestran a Schulz creciendo y Merkel descendiendo, pero a AfD manteniéndose, con 12% de respaldo, lo que la convertiría en la tercera bancada del Bundestag, donde no está presente.
Pero que la ultraderecha no llegue al poder no implica que su impacto sea limitado. Por ejemplo, en Holanda se puede ver algo similar a lo que pasó en Reino Unido, donde el Partido Conservador se adueñó del mensaje de la ultraderecha -representada por el Partido de la Independencia- y terminó sometiendo a referéndum la salida del país de la UE. Rutte, que tiene grandes posibilidades de mantenerse en el cargo, dijo esta semana que considera que los inmigrantes y refugiados “que no sean capaces de mostrar respeto y comportarse con dignidad” tienen que dejar el país. En Francia el perfil de la derecha, representada por Los Republicanos, se viene endureciendo, al punto de que el candidato del partido, François Fillon, lleva un programa ultraconservador a las elecciones en el que, entre otras cosas, promete revisar el derecho de adopción de las parejas homosexuales y establecer cuotas para inmigrantes.
Otras alarmas
La ultraderecha no es el único temor presente en las elecciones europeas: también ocupa un lugar importante la inquietud por ataques cibernéticos y noticias falsas, dos factores que algunos analistas señalan que fueron fundamentales para que Trump ganara las elecciones en Estados Unidos con la presunta ayuda de Rusia. Según medios de comunicación europeos, los servicios de inteligencia temen que Rusia intente favorecer en las elecciones de los países de la UE a aquellos partidos que quieren debilitar al bloque; básicamente, los que pertenecen a la ultraderecha.
Francia y Alemania ya han responsabilizado a Rusia por ataques cibernéticos ocurridos el último año. En mayo el Bundestag sufrió un ciberataque y más recientemente fue el turno del gigante alemán de las telecomunicaciones Deutsche Telekom. En ambos casos las agencias de inteligencia señalaron a Rusia. Consultada en diciembre por la responsabilidad rusa de estos ataques, Merkel dijo que no podía confirmarla, pero agregó: “Este tipo de ciberataques o conflictos híbridos, como son conocidos en la doctrina rusa, forman parte de la vida diaria ahora y tenemos que aprender a lidiar con ellos”. Por su parte, en Francia la Agencia Nacional de Seguridad de los Sistemas de Información advirtió a los candidatos presidenciales que sus equipos informáticos pueden ser vulnerables, y el ministro de Defensa, Jean-Yves le Drian, aseguró que los ataques cibernéticos “constituyen una injerencia insoportable” cuando provienen de un gobierno extranjero. Las autoridades galas tienen el antecedente del ataque contra la cadena TV5 Monde en 2015, que fue adjudicado a un grupo de hackers rusos vinculados al gobierno de Vladimir Putin.
En Holanda no hay antecedentes de ataques adjudicados a Rusia, pero el gobierno no quiere correr el riesgo. Los servicios de inteligencia militar están buscando jóvenes hackers para combatir eventuales ataques cibernéticos. Además, el gobierno anunció ayer que alterará su sistema de votación ante el temor de un ciberataque: el Consejo Electoral contará los votos a mano y comunicará los resultados por teléfono. El ministro del Interior, Ronald Plasterk, bromeó con el cambio: “Ante los indicios de que Rusia puede estar interesada en influenciar en los comicios, habrá que recurrir al viejo lápiz y papel para contar los votos”.