En la puerta de la casa no hay ningún cartel, pero tampoco es difícil enterarse de que en esa vivienda del barrio cordobés de Parque San Francisco funciona la primera Clínica del Cannabis de Argentina. Los datos sobre cómo llegar a la casa se rastrean con facilidad en las redes sociales; por esa vía también es posible agendar una consulta con Carlos Laje, el médico que fundó la clínica en 2016.
En la entrada de la casa devenida en clínica, varias secretarias no paran de agendar consultas, mientras entregan los goteros con el aceite de cannabis a quienes ya fueron diagnosticados. Todo el tiempo entra y sale gente, la actividad es incesante. En medio de ese vértigo, Laje se mueve como pez en el agua: va, viene, atiende llamados, pacientes y periodistas.
En su consultorio hay una mesita con un vaso y unas galletas a medio comer, láminas del ojo humano y una placa de bronce con su nombre. Los Laje son una familia de oftalmólogos muy conocida en Córdoba; además de Carlos, ejercieron esa profesión su padre y su abuelo.
La charla con él arranca por su interés en el asunto del cannabis medicinal. “La historia se remonta a mediados de 2012. Mi hija tenía cinco años y, jugando con ella, le hago un fondo de ojos con el oftalmoscopio y descubro una grave enfermedad en los niños que se llama glaucoma congénito. Tuvimos que decidir operarla rápidamente y someterla a una serie de tratamientos con efectos colaterales importantes. A partir de ahí mi vida cambia”, dijo Laje. Su padre le sugirió que investigara sobre el cannabis y sus propiedades terapéuticas y medicinales, y a partir de ese momento empezó a viajar y a estudiar el tema. “Hace un año tomé la decisión de abrir un espacio terapéutico que la prensa denominó ‹clínica del cannabis›”, dijo Laje, y agregó que desde entonces recorre Argentina “llevando el mensaje de que el cannabis medicinal puede cambiarles la vida a muchas personas”.
Respecto de la situación legal del cannabis medicinal, opina que “se tiene que generar jurisprudencia”. “Por eso estamos acá, no somos narcotraficantes, no somos policías. Quien quiera oírnos nos puede oír, y quien no quiera tendrá que poner la oreja para otro lado. Tenemos más de 30 clínicas en la Argentina y 5.000 personas en tratamiento. Si el Estado lo considera necesario, ponemos todo a su disposición; y si no, seguiremos siendo organizaciones de la sociedad civil que llevan adelante su trabajo para mayor bienestar y calidad de vida de sus familiares y amigos”.
Cuando se lo consulta por la ilegalidad de su actividad, responde: “Tendrán que meternos presos a todos. No va a ser la cárcel, no van a ser las amenazas, no va a ser la Justicia las que nos van a detener por fuerza de coerción. Lo que queremos es dialogar, que escuchen a los pacientes, que escuchen la experiencia clínica, que vean lo que pasa en el mundo desarrollado. Que escuchen a [el experto israelí] Raphael Mechoulam, que vean lo que es el sistema endocannabinoide y a partir de ahí se puedan tomar decisiones”.
Laje enfrenta una causa judicial en Jujuy, donde fue detenido con un gotero de aceite de cannabis. Pero no piensa pedir su sobreseimiento. “La idea es ir hasta las últimas consecuencias para sentar jurisprudencia y que nadie más vaya preso por eso”, explica el médico.
Laje se muestra a favor del autocultivo, pero prefiere no emplear esa palabra porque en su opinión “esconde cierto egoísmo”, y considera que “es mejor intentar tener cultivos comunitarios y solidarios”.
Propone, además, que se legisle para democratizar el acceso a la planta. “No puede ser que el que tenga dinero compre el aceite de Charlotte’s en Ezeiza y las convulsiones de su hijo disminuyen, y el pibe de la Argentina profunda o del medio de La Matanza sigue convulsionando”. De todas maneras, el médico prefiere avanzar, más allá de los procesos legisltativos: “La gente ya se va juntando para resolver necesidades. Los tiempos políticos pueden ser una maquinaria que termina llevando años. Hay una ausencia total del Estado en este tema; es hora de que la sociedad civil se organice, porque no estamos pregonando una red internacional de narcotráfico” afirmó.
Además de fundar otras clínicas similares en todo el territorio argentino, Laje propone conformar un Instituto Argentino de Cannabis, crear un fondo solidario para que los pacientes de menores recursos accedan al aceite y publicar una revista especializada, con información útil para quienes quieran cultivar y preparar su propio aceite.
El camino de la ley
En Argentina el consumo y cultivo de cannabis están prohibidos en todas sus formas. En cuanto al cannabis medicinal, la lucha de familiares de enfermos ha permitido excepciones y amparos a la ley, además de la redacción de un proyecto de ley que despenalice el uso de la planta para fines medicinales, que ya tiene media sanción, al haber sido aprobado en la Cámara de Diputados en diciembre de 2016.
Este año el debate se instalará en la cámara alta y algunos senadores ya preparan sendos proyectos. Pretenden impulsar el tema Juan Abal Medina y Silvana García Larraburu, ambos del Frente para la Victoria. García Larraburu dijo a la diaria que el proyecto aprobado en Diputados “dejó conformes a los familiares”, pese a los cambios que sufrió el original. “Sin duda, se trata de un gran avance”, resumió.
Uno de los artículos que no se aprobó habilitaba el autocultivo; la senadora no pierde las esperanzas de retomar esa discusión. “Debe estar muy bien regulado, mediante permisos de cultivo otorgados sólo a aquellas familias que necesiten el aceite y controlando la cantidad de plantas y semillas que se produce”. Y el Estado “debe investigar cuáles son las propiedades paliativas y curativas del cannabis medicinal y producir los medicamentos necesarios para abastecer la demanda interna en un primer momento”, afirmó la legisladora.
Los viejos empoderados
Huerta Grande es una localidad de las sierras de Córdoba; está ubicada en el Valle de Punilla, a unos 69 kilómetros de la capital provincial. Allí funciona una de las tantas clínicas que, bajo el influjo de Laje, se han inaugurado en diferentes lugares. Esta en particular la administra un grupo de personas de entre 50 y 80 años de edad, que tienen una plantación comunitaria de cannabis, con el que generan aceite para tratar sus diferentes dolencias. Una de las impulsoras es la botánica María Paula Culaciati, que estudia el cannabis desde su juventud. Primero, por cuestiones profesionales, y luego, por un tratamiento con cannabis medicinal que le hizo a su hija, aquejada de una enfermedad en la vista.
A principios de este año se contactó con Laje para que diera una charla en el pueblo, a la que asistieron unas 300 personas, en su mayoría veteranos, que rápidamente se organizaron, comenzaron una plantación comunitaria y fundaron una clínica, en la que Laje atiende una vez por mes a más de 60 personas. “Más allá del shock inicial del pueblo, hemos tenido un apoyo impresionante. Todo el tiempo recibimos gente mayor que se quiere sumar al grupo diciéndonos que siempre plantaron o que quieren empezar a hacerlo”, afirma Culaciati.
La experta vive estos momentos con “alegría”, porque “por fin podemos dejar de escondernos”. Sin embargo, la plantación está en un lugar secreto, pero no tanto para escabullirse de la Policía sino más bien por los ladrones de cogollos, que obviamente no pueden ser denunciados. “Necesitamos que la Justicia ampare a quienes cultivamos para tratar a nuestros enfermos, al menos cuando nos roban. Estamos trabajando para eso con muchos abogados que lo hacen sotto voce, porque muchos de ellos son empleados judiciales que temen por sus puestos de trabajo”.
Culaciati piensa que la ley que discute el Senado está frenada por los intereses de los grandes laboratorios que “no quieren perder, sobre todo en la tercera edad, que es a donde nosotros apuntamos, todos estos clientes cautivos que tienen, que somos los viejos”. La botánica pone como ejemplo lo que sucede con el tratamiento de osteoporosis: “Uno de los cannabinoides protege la pérdida de masa ósea en mujeres durante la menopausia; imaginate la fortuna que perderían los laboratorios si no cuentan con esos clientes”.
La experta en botánica considera acerca del cannabis: “Es una planta especialmente hecha para nosotros, y nosotros para ella”, y continúa: “Se ha descubierto científicamente que el cannabis tiene cannabinoides y nosotros tenemos endocannabinoides. La ciencia logró demostrar algo que en la práctica milenaria estaba plenamente demostrado, que es el efecto que hace esa planta específicamente en nuestra salud. Además, es una planta tan sabia que no se deja sintetizar; los laboratorios están desesperados por sintetizarla y empezar a lucrar con ella, pero no lo han conseguido”.
Por otra parte, y volviendo al debate político que generó la ley, Culaciati opinó que hay muchos “oportunistas” que se quieren “subir al carro, pero cuando tuvieron la oportunidad y las mayorías para presentar un proyecto no lo hicieron”.
El grupo que integra Culaciati hace su trabajo sin ocultarse y hasta ahora no han tenido problemas con la Justicia. “Estamos generando una masa crítica de gente mayor. No nos van a meter presos a todos, porque vamos a ir con la planta y con el suero a la comisaría. No van a poder hacerlo, yo siento que los grandes nos hemos empoderado”, afirma Culaciati. Y remata: “Los más grandes tenemos una gran ventaja, que es la experiencia. Ya hicimos mal todo lo que podíamos hacer mal. Ya nos engañaron, no nos interesa la fama, no tenemos que cumplir con nadie, nos importa ser felices. Por eso hay que empoderar a los grandes, el cambio tiene que empezar por ahí. Hoy los más garcas del mundo son los viejos. Tenemos que hacernos cargo del cambio hacia la dignidad”.