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César López, músico colombiano y activista por los derechos humanos, en el acto de dejación de armas, ayer, en Buena Vista, Municipio de Mesetas, Colombia. Foto: Raúl Arboleda, AFP

Las FARC dejaron definitivamente las armas, poniendo fin a más de medio siglo de conflicto armado en Colombia

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En un acto simbólico, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) cumplieron ayer con la última fase de la dejación de las armas. La ceremonia estuvo encabezada por el máximo jefe de la guerrilla, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quienes juntos aseguraron que habían cambiado “las armas por las palabras”.

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Representantes del gobierno colombiano y de las FARC celebraron en una ceremonia oficial el desarme total de la guerrilla, que tuvo lugar en una de las llamadas “zonas veredales transitorias de normalización” ubicada en el municipio de Mesetas, en el céntrico departamento de Meta. Al acto asistieron también miembros de la misión especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que monitoreó el proceso desde el principio y el enviado especial de la Unión Europea para la paz de Colombia, Eamon Gilmore.

La dejación de armas por parte de los guerrilleros –y el comienzo de su vida civil– ocurrió siete meses después de que Santos y Timochenko firmaran el acuerdo de paz definitivo, que tuvo que ser modificado luego del fracaso del referéndum de octubre. Ese documento fijaba el desarme para fines de mayo, pero, llegado el momento, la ONU, el gobierno y las FARC reconocieron que era imposible cumplir con el plazo y lo extendieron casi un mes más.

El primero en hablar fue el líder de la guerrilla, quien aseguró que la dejación de armas se había cumplido de “conformidad con lo pactado”. De hecho, el día anterior, la misión de la ONU anunció que ya había almacenado las 7.132 armas individuales de las FARC y que sólo faltaba recoger las que todavía tienen los guerrilleros que cumplen tareas de seguridad en los campamentos hasta el 1º de agosto. “Honramos así nuestra palabra y esperamos así, junto con todos ustedes, que el Estado cumpla la suya”, prosiguió Timochenko. También aclaró que, con el desarme, “no termina la existencia de las FARC”, sino “su alzamiento armado”. Agregó: “Seguiremos existiendo como un movimiento de carácter legal y democrático que desarrollará su accionar ideológico, político, organizativo y propagandístico por vías exclusivamente legales, sin armas y pacíficamente”. Emocionado, concluyó: “Adiós a las armas, adiós a la guerra, ¡bienvenida la paz!”.

Santos transmitió su mensaje a continuación, con un discurso más pausado pero igual de breve que el de Timochenko. “Señores y señoras de las FARC, Colombia entera les toma su palabra y la comunidad internacional es testigo: en adelante, su palabra será su mejor arma”, dijo el mandatario. Consideró que el día de ayer quedará marcado en la historia del país por ser la fecha en que “las armas que alguna vez se levantaron” para atacarse “entre los colombianos”, se “cambiaron por las palabras”, y se garantiza que aquellas “serán guardadas en un contenedor”. A su entender, con el desarme total se termina una guerra que calificó de “absurda” y que, dijo, “no sólo duró más de 50 años”, sino que “duró más de ocho millones de víctimas”. El presidente reconoció, no obstante, que “quedan todavía deberes recíprocos para que este acuerdo se transforme en una paz justa, estable y duradera”.

Santos contó que, poco después de firmado el acuerdo, un artista colombiano le dio como regalo un fusil AK-47 que termina con una pala, una obra bañada en bronce que simboliza la voluntad de transformar “una herramienta de destrucción en una de creación”. Ayer, el presidente se la regaló a Timochenko. “No somos más un pueblo enfrentado entre sí, no somos más una historia de dolor y de muerte en el planeta, somos un solo pueblo y una sola nación avanzando hacia el futuro dentro del cauce bendito de la democracia”, agregó el también nobel de la paz, antes de ser aplaudido por la multitud.

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