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Un empleado de la red de noticias y canal de televisión Al Jazeera, con sede en Catar, en la oficina de Jerusalén. Foto: Ahmad Gharabli, AFP

El gobierno de Israel anuncia el cierre de Al Jazeera en el país

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El gobierno israelí se sumó a las iniciativas de otros países de Medio Oriente y comunicó el cierre de las oficinas de la cadena árabe Al Jazeera en su territorio. Este medio fue creado en 1996 por el gobierno catarí a iniciativa de su gobernante de entonces, el jeque Hammad Al Thani, y hoy es la cadena de televisión más vista del mundo árabe.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya había dejado caer la idea de acabar con las emisiones de Al Jazeera en Israel en julio, durante las protestas –que terminaron con decenas de muertos y heridos– en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. Por entonces, Netanyahu amenazó con el cierre por el enfoque con el cual el medio catarí había informado sobre esos hechos. Para el gobernante israelí, la posición era muy parcial en favor de los palestinos y en contra de los israelíes. A esto se suma que lo ocurrido en la Explanada y su conclusión fueron interpretados como una derrota del gobierno.

Esta vez, el Ejecutivo israelí fue un paso más allá y, en su cuenta de Facebook, Netanyahu dijo: “Si [la clausura del medio] no es posible a causa de interpretaciones legales, promoveré la aprobación de la legislación necesaria”. Posteriormente, el ministro de Comunicación, de origen druso, Ayub Kara, hizo pública su iniciativa de cerrar Al Jazeera por una cuestión de seguridad, ya que el gobierno pretende que “los canales presentes en el país informen con objetividad”. Así, todos los operadores de televisión por cable cortaron la emisión, salvo uno, ONO, donde se podía ver ayer con normalidad.

“Casi todos los países de nuestra región han constatado recientemente que Al Jazeera apoya el terrorismo y el radicalismo religioso. Se ha convertido en una herramienta de Estado Islámico, Hamas y Hezbolá e Irán”, concluyó Kara, situando en el mismo campo a todos los enemigos estratégicos de su país, sin nombrar a ninguna de las monarquías del Golfo Pérsico.

El canal de televisión respondió a las acusaciones de apoyo al terrorismo y a la amenaza de cierre, mediante su delegado en Jerusalén, Walid Omal, quien declaró que no había recibido una notificación oficial del gobierno que lo instara a abandonar la emisión, y prosiguió: “Estas medidas, que no son inminentes, parecen obedecer a un intento de desviar la atención sobre los escándalos [de corrupción] en los que está implicado el primer ministro”.

Netanyahu se encuentra involucrado en dos casos que podrían terminar con su imputación. Uno, el “Caso 1000”; otro, el “Caso 2000”. El primero es un escándalo en el que supuestamente el empresario y productor de Hollywood Arnon Milchan habría recibido trato favorable del Estado a cambio de lujosos regalos para el primer ministro y su familia. El segundo caso se trata de un supuesto pacto entre Netanyahu y el diario de mayor tirada en Israel, Yediot Aharonot, para mejorar su imagen pública.

El enfrentamiento del gobierno israelí con Al Jazeera se enmarca en un conflicto más profundo como es el bloqueo de Catar por parte de sus vecinos de la Península Arábiga, liderados por Arabia Saudita.

Una de las grandes exigencias del gobierno saudita hacia el de Catar, para solucionar esta situación, es el cierre de Al Jazeera, precisamente por las mismas razones que esgrimió el primer ministro israelí: la supuesta defensa del terrorismo por el canal. “Nos han acusado de sesgo, de catalizar la Primavera Árabe, de tener una agenda y de favorecer a un grupo sobre otro. Rechazamos estas acusaciones y nuestras pantallas son un testimonio de nuestra integridad. [...] Defendemos la libertad de expresión y creemos en el derecho de los pueblos al conocimiento. No tomamos partido, no somos mensajeros ni portavoces y nunca lo hemos sido”, dijo en un comunicado Al Jazeera.

El punto en común entre Arabia Saudita e Israel puede ser el interés en frenar el peso de Irán en la región. Así lo razonaba Walid Omal: “La connivencia de Netanyahu con sus vecinos árabes autocráticos apunta con muy pocas dudas a que la prensa libre y la verdad están a punto de ser sacrificadas como un daño colateral en el [equilibrio] de poder político de la región”.

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