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El juez brasileño Sérgio Moro abandona la casa del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, después de una reunión en Río de Janeiro (archivo, 2018).

Foto: Mauro Pimentel

El juez Moro se suma al gobierno de Bolsonaro

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Dirigentes de izquierda afirman que la decisión muestra su falta de imparcialidad y pone en duda su actuación como magistrado.

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“Jamás entraría a la política”, decía en 2016 el juez más conocido de Brasil, Sérgio Moro, al diario O Estado de São Paulo. La frase fue recordada ayer por la prensa brasileña cuando Moro aceptó integrar el gabinete del ultraderechista Jair Bolsonaro, que asumirá la presidencia el 1º de enero.

El juez, que se hizo conocido por la Operación Lava Jato y por llevar a la cárcel a Luiz Inácio Lula da Silva, ha sido acusado por el Partido de los Trabajadores (PT) de “maniobrar” contra el ex presidente. Fue Moro quien interrumpió su licencia, meses atrás, para impedir que se cumpliera el fallo de otro juez, Rogério Favreto, que ordenó liberar al ex gobernante. También fue Moro quien grabó y difundió, en 2016, conversaciones telefónicas entre Lula y Dilma Rousseff. “De modo ilegal, contra la Constitución, como reconoció el Supremo Tribunal Federal, el juez Moro autorizó la grabación y filtró una conversación mía con Lula, alimentando el proceso de impeachment”, tuiteó ayer la ex presidenta. Y días antes de las elecciones del domingo, fue Moro quien permitió que se divulgaran las confesiones que hizo Antonio Palocci, un dirigente cercano a Lula, en un acuerdo de colaboración con la Justicia.

En los tres años que lleva la Operación Lava Jato, los manifestantes contra el PT celebraron al juez y las encuestas llegaron a incluirlo entre los posibles candidatos a la presidencia, pero muchos otros le criticaron que hubiera adoptado un perfil tan político en su actuación o cuestionaron sus métodos.

A partir de enero, Moro ocupará una nueva cartera que reunirá, entre otras, las funciones del Ministerio de Justicia y del de Seguridad Pública. “Su trabajo estuvo muy bien hecho, en función del combate a la corrupción, en la Operación Lava Jato. Me ayudó a crecer, políticamente hablando”, dijo Bolsonaro. Relató que ayer, cuando se reunieron en Río de Janeiro, el juez recibió la propuesta de sumarse al gabinete como “un joven universitario recibiendo su diploma”. A su vez, Moro dijo en un comunicado que “después de una reunión personal en la que se discutieron políticas”, aceptó “honrado la invitación”. Agregó que “la perspectiva de implementar una fuerte agenda anticorrupción y contra el crimen organizado” fue lo que lo decidió.

El juez brasileño Sérgio Moro abandona la casa del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, después de una reunión, ayer, en Río de Janeiro, Brasil.

Foto: Mauro Pimentel

La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, afirmó que al aceptar el cargo Moro “muestra su parcialidad en [la Operación] Lava Jato”. La dirigente cuestionó la “politización” del juez y dijo que su actuación hizo posible el triunfo de Bolsonaro porque condujo a que se prohibiera la candidatura de Lula. Se extrañó de que el juez “no viera un problema en hablar con el presidente electo y considerar su invitación para ocupar un ministerio”. También Fernando Haddad, que compitió como candidato del PT contra Bolsonaro, dijo ayer en redes sociales: “Si el concepto de democracia ya escapa a nuestra elite, mucho más el concepto de República”.

Por su parte, el diputado del Partido Socialismo y Libertad (Psol) Jean Wyllys señaló que Moro “acepta un ministerio para combatir la corrupción en un gobierno cuyo secretario de presidencia será Onyx Lorenzoni, quien ya admitió la práctica de la ‘caja dos’, que según afirmó Moro es peor que la corrupción”. Lorenzoni fue investigado por recibir aportes para su partido en una caja paralela, sin declararlos, y admitió haberlos recibido, pero la investigación se cerró porque no había “indicios suficientes de conducta delictiva”.

El ex candidato a la presidencia por el Psol, Guilherme Boulos, dijo que Moro “resolvió asumir su condición de político profesional” y agregó: “No hay ningún problema con que un juez deje la magistratura para hacer política. El problema es haber pasado algunos años haciendo eso vestido de toga. Más que nunca, sus decisiones están bajo sospecha”.

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