Ayer el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en todas las encuestas de intención de voto para las elecciones del 7 de octubre, quedó definitivamente fuera de la contienda electoral. Su lugar como candidato a la presidencia por el Partido de los Trabajadores (PT) será ocupado por quien era su compañero de fórmula, el ex alcalde de San Pablo Fernando Haddad. A su vez, Haddad será acompañado por la edila Manuela D’Ávila, del Partido Comunista de Brasil.
El Tribunal Superior Electoral decidió el 1º de setiembre anular la candidatura de Lula al considerar que no podía presentarse a las elecciones porque un tribunal colegiado ratificó una condena en su contra por los delitos de corrupción y lavado de dinero. Le dio al PT un plazo de diez días para designar a un sustituto.
El PT recurrió la decisión, pidió un aplazamiento y llegó a evaluar la decisión de mantener a Lula, arriesgándose a quedar fuera de las elecciones. Sin embargo, ayer decidió dar el brazo a torcer, renunciar a la candidatura del ex presidente y designar en su lugar a Haddad. “Es un momento de dolor para el PT, de indignación y de turbulencia”, dijo la presidenta de esta organización política, Gleisi Hoffmann. “Estamos aceptando el desafío de Lula de no dejar al pueblo brasileño y a Brasil sin alternativa para su lucha”, agregó.
La decisión se adoptó en la mañana, en una reunión de la Dirección Ejecutiva, justamente, a instancias de una carta enviada por el propio Lula. De tarde, esa misma misiva fue leída en un acto en Curitiba frente a la seccional de Policía en la que Lula está preso desde abril.
“Los tribunales [...] le prohibieron al pueblo brasileño votar libremente para cambiar la triste realidad del país”, dice Lula en una carta en la que reitera que está preso “injustamente” porque no cometió ningún crimen y reta a sus rivales a presentar pruebas en su contra. “Tal vez nada de esto hubiera sucedido si yo no liderara todas las encuestas de intención de voto. Quizás no estaría preso si hubiera aceptado no presentarme como candidato. Pero jamás cambiaría mi dignidad por mi libertad”, manifiesta. “Si quieren callar nuestra voz y derrotar nuestro proyecto para el país, están muy engañados. Seguimos vivos, en el corazón y la memoria del pueblo. Y nuestro nombre ahora es Haddad”, agrega el ex presidente.
El acto cerró con un breve discurso de Haddad, que estaba acompañado por su esposa, Hoffmann y la ex presidenta Dilma Rousseff, entre otros. “Tenemos un líder llamado Lula que nos inspira a todos [...] Pueden derrumbarnos, pero vamos a levantarnos para seguir en la lucha. Ya somos millones de Lulas, y seremos más”, dijo el candidato.
Los números
La incertidumbre en torno a las candidaturas terminó ayer, a sólo 25 días de la votación, pero ahora se mantienen las dudas acerca de cuál será el efecto de la salida de Lula en la intención de voto. La de octubre será la disputa presidencial más imprevisible y competitiva desde las elecciones de 1989. Si bien hay un claro predominio del ultraderechista Jair Bolsonaro, su respaldo de 24% es bastante menor al que llegó a alcanzar Lula (40%), mientras que cuatro candidatos cuentan con una intención de voto de entre 9% y 13% y los demás de 1% a 3%, según la encuesta de Datafolha divulgada en la noche del lunes.
En el estudio se pueden ver los primeros efectos que tuvo el comienzo de la campaña gratuita en televisión nacional. En los spots del PT se menciona a Lula como candidato a presidente y a Haddad a vice, pero el protagonismo se lo lleva el segundo, en una serie de videos que terminan con el jingle “Es Lula, es Haddad, es el pueblo. Es Brasil feliz de nuevo”. Quizás esa asociación, y el hecho de que la candidatura de Lula parecía cada vez menos viable, haya colaborado en un crecimiento en la intención de voto de Haddad, de 4% a 9%, en la primera encuesta de Datafolha. Se trata del primer sondeo en el que no se menciona la candidatura de Lula porque ya había sido invalidada. Haddad fue el que más creció de todos los candidatos, pero dentro de la izquierda también aumentó su intención de voto Ciro Gomes, en su caso de 10% a 13%. Otros que mejoraron su respaldo fueron Bolsonaro, de 22% a 24%, y Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña, de 9% a 10%.
Cuando se compara la encuesta de Datafolha publicada ayer con la que se hizo el 20 y 21 de agosto, otro cambio notorio es la caída de Marina Silva, de Rede Sustentabilidade, de 16% a 11%, así como el descenso de quienes dijeron que votarán en blanco o nulo, de 22% a 15%.
Por otra parte, según el sondeo, Bolsonaro sería el candidato más votado en la primera vuelta, pero sería derrotado en la segunda por cualquiera de sus contendientes.
Hay otro dato en la encuesta interesante para el PT: 33% del electorado brasileño dice que va a votar a quien sea indicado por Lula, mientras que 16% dijo que quizás lo haría. Sin embargo, todavía no hay un lazo fuerte establecido entre Lula y Haddad: al ser consultados sobre quién sería el señalado por el ex presidente para reemplazarlo, sólo 39% mencionaron a este último.
Dirigentes del Partido Comunista de Brasil, el único aliado del PT en estas elecciones presidenciales, dijeron a la edición brasileña del diario español El País que el crecimiento de Haddad en las encuestas no fue el mejor posible. Uno de ellos, que al igual que los demás pidió que no se lo identificara, consideró que el PT demoró demasiado en designar a Haddad como candidato y esa demora “fue un error grave” porque distribuyó “los votos de Lula entre candidatos de izquierda” sin que existiera un lineamiento claro de que ese respaldo debía trasladarse a Haddad. “Tenemos poquísimo tiempo para crecer, perdimos un tiempo precioso”, agregó.
El candidato
Con 55 años, Haddad empezó a ocupar cargos públicos a los 40, cuando fue designado ministro de Educación, cargo en el que se mantuvo durante los gobiernos de Lula y de Rousseff. En 2012 participó en la primera de las dos elecciones que disputó en su vida –esta será la tercera– y fue electo alcalde de San Pablo. Cuando buscó su reelección, en 2016, Haddad fue derrotado en la primera vuelta por João Doria, 53% a 16,7%.
Antes de ocupar esos cargos, Haddad se desempeñó como asesor del gobierno de Lula en distintos proyectos puntuales, entre ellos el que habilita la alianza entre empresas privadas y organizaciones públicas para desarrollar, entre otras cosas, infraestructura.
Ya en 2012, cuando fue elegido para ser el candidato a la alcaldía de San Pablo, se lo empezó a señalar como un eventual sucesor de Lula. En su período al frente de la ciudad, Haddad ha demostrado ser un gestor capaz de obtener buenos resultados en los más diversos indicadores –desde la disminución de la contaminación hasta el porcentaje de niños que asisten a la escuela–.
Sin embargo, también ha quedado claro que Haddad carece de muchas de las fortalezas de Lula, especialmente aquellas que lo acercan a la gente o que construyeron ese imaginario, en algunos sectores, en el que Lula es sinónimo de pueblo. La falta de contacto de Haddad con movimientos y organizaciones sociales, sus pocas consultas con las bases o los distintos sectores del PT y un estilo “académico” de dirección política han generado algunos recelos hacia él dentro del propio partido.
En gran medida, esta desconfianza deriva de una diferencia más profunda que se ha planteado dentro del partido más popular entre los brasileños: si bien “Haddad es Lula” es una de las frases de campaña, todavía hay dudas acerca de si Haddad debe, efectivamente, ser Lula si es electo presidente. Hay quienes señalan que Haddad puede gobernar por sí mismo y que sería imposible un Poder Ejecutivo que consultara todo el tiempo al ex presidente, preso en Curitiba. Pero también están los que aseguran que así es como debe ser, porque si Haddad llega al poder lo hará de la mano de Lula y lo que deberá impulsar son las ideas de aquel, no las propias.