El Comité del Nobel de Noruega decidió otorgar este año el Premio Nobel de la Paz al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, una de las figuras más prestigiosas de la política africana actual. Como argumento de la decisión, la entidad con sede en Oslo expresó que premió a Ahmed por sus “esfuerzos para lograr la paz y la cooperación internacional y, en particular, por su decisiva iniciativa para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea”.
De acuerdo con un comunicado, con este premio el comité noruego pretende reconocer a los “interesados en trabajar por la paz y la reconciliación en Etiopía y en las regiones del este y el noreste de África”. En ese sentido, el organismo también reconoció la tarea del presidente de Eritrea, Isaías Afewerki. “A la paz no se llega únicamente gracias a las acciones de una sola persona. Cuando el primer ministro Abiy tendió la mano, el presidente Afewerki la aceptó y contribuyó a dar forma al proceso de paz entre los dos países”, señaló el Comité del Nobel.
Abiy Ahmed, un militar e ingeniero informático de 43 años, es el líder más joven de África –contando presidentes, primeros ministros y dictadores–. Asumió el cargo de primer ministro en abril de 2018. Reemplazó así a Hailemariam Desalegn, que renunció luego de seis años de mandato, en los que aumentó la represión contra algunos grupos étnicos de este país situado en el Cuerno de África, zona en la que viven cerca de 99 millones de personas. Los conflictos internos dentro del país generaron el desplazamiento de más de tres millones de personas, con las consecuencias humanitarias que esto acarrea para un país afectado por problemas estructurales y de desarrollo significativos.
Ni bien asumió el puesto, Abiy Ahmed, que pertenece a la etnia oromo, la primera minoría del país, comenzó la tarea de pacificación interna. Decretó la liberación de los presos políticos y puso en marcha el proceso de paz con la vecina Eritrea, territorio que hasta comienzos de los años 90 formó parte de Etiopía. Si bien la separación de los países no implicó un conflicto bélico inmediato –estuvieron en guerra entre 1998 y 2000–, la relación entre ellos nunca fue fluida y recién comenzó a normalizarse tras el acuerdo firmado por el primer ministro y por el presidente eritreo en setiembre de 2018.
Un comunicado difundido por la oficina del primer ministro divulgado por agencias internacionales manifestó su satisfacción por el otorgamiento de esta distinción, que además del valor simbólico que tiene premia a su ganador con nueve millones de coronas suecas (aproximadamente 900.000 dólares). “Estamos orgullosos como nación”, dice el comunicado oficial emitido por el Ejecutivo etíope, que consideró el premio como una “victoria colectiva para todos los etíopes y un llamamiento a fortalecer nuestra resolución para convertir a Etiopía –el nuevo horizonte de esperanza– en una próspera nación para todos”.
Para el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, el acercamiento entre Eritrea y Etiopía es un “impulso para la estabilidad de la región”. El acuerdo de paz “abrió nuevas oportunidades para la seguridad y la estabilidad en la región, y el liderazgo del primer ministro Ahmed ha brindado un ejemplo formidable a los países de África y de otros lugares que buscan superar las resistencias del pasado y dar prioridad al interés de la población”, declaró Guterres en un comunicado.