La ultraderecha de Vox y su efecto en la política española, las tensiones entre Estados Unidos y China y el malestar social que se reflejó en protestas en varios países de América Latina son algunos de los asuntos sobre los que Eduardo Saldaña tiene algo que decir. Cualquiera de estos procesos podría ser objeto de análisis de El Orden Mundial (EOM), el medio de análisis internacional que Saldaña fundó no hace mucho tiempo en Madrid junto a otros dos egresados de Relaciones Internacionales.
Con sus mapas, infografías y análisis, EOM se acerca mucho al periodismo. Pero aclara en su página institucional: “Somos un medio de análisis divulgativo. No hacemos periodismo ni tampoco somos un think tank. Somos un híbrido que aúna un lenguaje sencillo con el análisis sosegado y profundo”.
Su mayor comunidad de suscriptores es la de España, donde se encuentra su sede, y la segunda es la de Uruguay. Para Saldaña, esto se explica por un fuerte interés de los uruguayos en lo que ocurre en el mundo, pero también por razones económicas que hacen más accesible la suscripción para los lectores de este país que para los de otros de América Latina.
Además, EOM tiene otros nexos con Uruguay: mantiene una alianza con el programa de radio Justicia infinita, y algunos de sus contenidos son publicados en estas páginas. En ese marco, Saldaña visitó Montevideo a comienzos de diciembre, participó en el encuentro “Desinformación y política: el papel de los medios de comunicación”, organizado por EOM, y también conversó con la diaria.
¿Por qué decidieron crear un medio como EOM?
En España no había una cultura de las relaciones internacionales, eran una especialización de la carrera de Ciencia Política a la que sólo accedía alguien que pudiera permitirse estudiar en el extranjero. En 2010 surgieron las carreras de relaciones internacionales en universidades públicas, y ahí es donde nosotros entramos. Mis socios y yo somos las segundas generaciones de esas carreras en distintas universidades. Cuando cursábamos, nos dimos cuenta de que no había nada que cubriera ese espacio entre el periodismo y la academia en temas internacionales, algo que sí hay en Estados Unidos, en Francia, en Reino Unido. Decidimos empezar a escribir, a usar los mapas. Lo empezamos como hobby y encontramos esto [EOM], que era un blog en su momento. En 2015 o 2016 nos propusimos plantearlo de otro modo, compramos la página web, creamos una asociación y decidimos seguir para adelante. Un año y medio después, en 2017, nos ficharon para estar todos los jueves durante media hora en Onda cero, con Julia Otero, que es uno de los programas de radio más escuchados de España. Entonces dijimos: “Vale, esto ya no es un hobby”, porque asumimos que íbamos a tener una exposición muchísimo mayor, y al mismo tiempo habíamos crecido mucho en redes. Por entonces estábamos terminando la universidad.
¿Evaluaron el aspecto económico al lanzar EOM?
Vimos que el mercado era muy favorable para nuestro modelo, de suscripción, porque había un descontento con los medios tradicionales. Estaban empezando a surgir medios con suscripción a nivel nacional, como La Marea y Contexto; había muchos que apostaban por ese modelo. Y nuestro tipo de medio en el extranjero sólo funciona con contrato de suscripción: The Economist, Foreign Affairs, Foreign Policy. Viene de la lógica de la revista, que tú pagabas. Pero ahora ya el papel es más escaso. En 2017 creamos una empresa, hicimos un crowdfunding y sacamos 40.400 euros. Fue como una prueba para ver si nuestro público era receptivo. Apostamos por el modelo de suscripción y desarrollamos la página web. No había nadie que hiciera esto y tuvimos la suerte de ser los primeros. La suerte y la desgracia, porque ahora hay que ir abriendo camino, pero yo creo que está funcionando. La gente quiere cada vez más saber lo que pasa afuera. Mi madre quiere saberlo. En mi caso, por haber hecho la carrera y haber recibido esa formación, a lo mejor no me hace falta un lenguaje más divulgativo, pero mi madre no se entera si no se lo explicas con calma. ¿A qué va a recurrir para saber lo que pasa afuera? ¿A la tele, a un minuto y medio de explicación?
Es importante que no haya “paracaidistas”, que vienen, te escriben y se van, porque esa gente quiere contar su movida, su tema, y si tú estás más centrado en contar tu tema no piensas en qué le puede aportar eso a la otra persona, sino en qué te aporta a ti.
Los fundadores de EOM son muy jóvenes.
Nuestra media es de 27 años. Yo tengo 25, uno de mis socios, Blas [Moreno], tiene la misma edad, y el otro, Fernando [Arancón], tiene 27. En oficinas somos siete: tenemos dos cartógrafos, una chica apoyando en contenido y la edición, otra en redes. Todos trabajamos media jornada, porque económicamente no podemos pagar una jornada entera. Además tenemos una red de 25 colaboradores, porque pagamos por pieza. Se les exige un mínimo de cinco artículos porque creemos que es importante que no haya “paracaidistas”, que vienen, te escriben y se van, porque esa gente quiere contar su movida, su tema, y si tú estás más centrado en contar tu tema no piensas en qué le puede aportar eso a la otra persona, sino en qué te aporta a ti. Lo que hacemos es formarlos para que cuando escriban aprendan a divulgar y a pensar en el lector, en un lector muy amplio. Los artículos que son abiertos son largos, y ellos tienen que escribir cinco de estos artículos, además de otros cortos, que son de actualidad y más pegados a sus formaciones. Pero los artículos largos tienen que ser muy divulgativos. Yo compito con Wikipedia. Literal. Mucha de nuestra competencia es con Wikipedia. Si sacas un artículo sobre la Gran Colombia, lo metes en internet y sale Wikipedia y nuestro artículo. Yo prefiero que esté mi artículo posicionado, bien referenciado, que hagamos un trabajo en ese aspecto en estos artículos largos.
¿La gente que colabora tiene que tener algún tipo de formación o experiencia específicas?
Hay muchos de Relaciones Internacionales, y hay algunos que además tienen formación en geografía, historia, sociología. No tienen por qué tener una formación específica, pero sí pasan una serie de filtros al entrar. Tienen que mandar temas, porque por los temas que alguien propone notas mucho si tiene ese duende, esa chispa. Si propone el yihadismo en Oriente Medio, eso es una mierda. Luego mandan el artículo, y si son buenos pasan. Hay una chica que es economista y que también escribe sobre temas de geopolítica de vez en cuando, y aporta otra perspectiva. Intentamos diversificar, pero lo normal es que tengan formación en relaciones internacionales, política o historia. Casi no tenemos periodistas con nosotros. Aunque narran mucho mejor, los ritmos del texto son mucho mejores, a lo mejor no se interesan por lo internacional de esta forma, tienden más a ser reporteros. Nosotros no hacemos eso de contar una historia a través de un individuo, sino que se trata de una visión mucho más alejada, que es lo que nos diferencia.
Durante el encuentro sobre desinformación y política en la diaria Lab, destacabas la manera en que EOM abordó el golpe en Bolivia.
El tema de Bolivia es útil para mostrar cómo somos, porque nadie se esperaba que nosotros dijéramos que lo que había ocurrido había sido un golpe de Estado. La lógica en estos temas de trinchera es que la izquierda piense que vas a decir que no ha sido un golpe de Estado, y que la derecha piense... En el momento en que dices “fue un golpe de Estado pero Evo Morales estaba perpetuándose en el poder” se desmontan los dos argumentos. No tenemos la misma opinión cada uno de nosotros, pero hay cosas que no podemos obviar ni negar porque son innegables: que es un golpe de Estado y que Evo había intentado saltarse los límites de los mandatos. Creemos que sí se puede analizar así, y que eso es lo que se ha perdido en muchos aspectos. Nosotros lo hemos sufrido como lectores de medios: hay un trincherismo muy fuerte a veces.
¿En qué medida los ha afectado en ese sentido el resurgimiento de la ultraderecha en España, con Vox, y el corrimiento hacia la derecha que esto generó en el discurso de otros partidos?
Es curioso que lo internacional ha entrado en el debate en España, pero lo ha hecho con la lógica nacional. Es decir, tú empiezas a usarlo desde el punto de vista de España, sin ver lo que rodea a esos hechos en los países en los que ocurren. En ese debate la inmigración ha sido clave, así como Venezuela, la inseguridad, los conflictos y la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte], que también ha entrado. Tienes que hacer una labor de dar el contexto necesario para que la gente no se crea una mentira. El surgimiento de la extrema derecha lo tenemos que entender a partir de lo que está pasando en toda Europa, en todo el mundo. En EOM hemos tocado algún tema sobre Vox y respecto de sus vínculos en Europa o en América Latina. Pero te afecta porque se polariza todo, y que eso ocurra por un lado te viene bien, porque atraes a la gente más de centro y coherente, con ganas de aprender y convivir en la discrepancia, pero también se hace más difícil decir las cosas. Ahora no puedes hablar tranquilamente sin miedo a que te encasillen y te demonicen, y en España eso ha sido un cambio tremendo en los últimos cinco años. De todos modos, tampoco nos metemos mucho en temas de España, porque la mitad de mis lectores son latinoamericanos y están en contacto con lo que pasa allí, no puedo contárselos como a cualquier otra persona del mundo. Para hacer los artículos sobre esos temas elegimos a personas muy concretas, con la capacidad de no tomar una posición, que es lo más difícil, o que, si la toman, esté súper argumentada. Por ejemplo, el tema nacional lo toma Fernando, que es el director, o un colaborador que sabe mucho del tema. Venezuela lo lleva una sola persona. En España, Venezuela es como una comunidad autónoma más; no se vive el día a día de lo que pasa allí, pero se toma el ejemplo y se lleva a lo nacional.
Así como los políticos se reprochan qué actitud tomaron en cuanto al independentismo en Cataluña, se reprochan cómo se paran ante Venezuela.
Y además lo hacen de una manera muy irracional, porque te encuentras con partidos que a lo mejor son independentistas hablando a favor de Venezuela o tendiendo puentes con Rusia, y se puede decir: “Esto no tiene sentido, si estuvieras allí no te dejarían hacer lo que haces”. Entonces las lógicas internacionales también entran en lo nacional. Nosotros no lo tratamos mucho porque preferimos mantener el margen y también porque son temas que están hipercubiertos. Mi público latinoamericano no va a venir a mí a leer cosas sobre España. Va a ir a El País, a El Mundo, a periódicos españoles, o incluso a medios latinoamericanos que tienen corresponsales allí. No hay mucho que pueda aportar. Pero sí puedo aportar, a lo mejor, sobre qué está pasando en Ecuador, porque la prensa ecuatoriana en general se lee sólo en Ecuador. Se trata también de dar visibilidad a otros temas, más fuera de la agenda.
Aunque ustedes no lo aborden con frecuencia, ¿cuál es tu visión sobre lo que está pasando políticamente en España?
¿Sobre los cambios? Uf. Da para mucho rato. El 15M no terminó de materializarse como se esperaba. El Partido Socialista [Obrero Español] ha sido mucho más fuerte de lo que se pensaba, y la entrada de Vox nadie la preveía. Había un votante callado y latente, que no hablaba, y Vox le ha empoderado a hablar. Entonces, de repente, surge ese orgullo de no ser políticamente correcto, y eso se ha convertido en una seña de esos partidos de extrema derecha. Establecen redes y beben de un argumentario muy bien definido fuera del país, en Europa y América Latina: las corrientes contra la “ideología de género”, las corrientes antiglobalistas. Eso lo comparte toda la extrema derecha, porque son símbolos que se asocian al progresismo. Es muy común oírlos hablar de George Soros, negar el cambio climático. Son cosas irracionales pero que movilizan a la gente, y esto tiene mucho que ver con la incapacidad de haberle llegado a esa gente y de haberle hecho entender esa realidad, y si la realidad no se comprende, es mucho más fácil que se la demonice y compres ese discurso. Es lo que hacen estos tíos, porque son muy inteligentes y se han movido en unos espectros que la clase política española tradicional había olvidado.
En España tenemos una izquierda a la que le han hecho bastante daño las tres elecciones recientes, porque con la fragmentación electoral se ve obligada a pactar y dialogar con partidos independentistas, vascos y catalanes. Y eso es gasolina para la extrema derecha.
Decías que la ultraderecha en España no tuvo un freno de parte de la derecha.
El Partido Popular [PP] bastante estaba haciendo por sobrevivir y parar a Ciudadanos, pero no se ha dado cuenta de que el empuje de Ciudadanos lo iba a aprovechar Vox, que es lo que terminó pasando. El tema catalán en España ha sido una explosión, y no hay que obviar la responsabilidad del independentismo en esto, porque le viene muy bien que surja Vox. Es como la antítesis de lo que hay, y en cuanto tú tienes un enemigo tus problemas internos se difuminan porque te centras en ese enemigo. Por otra parte, el PP ha sufrido una crisis tremenda porque [el ex presidente del gobierno] Mariano Rajoy ha mantenido una posición muy neutral, y la corriente que ha ganado dentro del partido, representada por Pablo Casado, por ejemplo, ha comprado parte del discurso de Vox, un discurso nacionalista. Cuando la derecha no pone unas barreras, unos límites democráticos, tienes esto. También tenemos una izquierda a la que le han hecho bastante daño las tres elecciones recientes que ha tenido España, porque con la fragmentación electoral se ve obligada a pactar y dialogar con partidos independentistas, vascos y catalanes. Y eso es gasolina para la extrema derecha. Es gasolina. Vienen unos momentos complejos a nivel político, porque es preocupante que en un país que hace 50 años tenía una dictadura la extrema derecha sea la tercera fuerza. Y son preocupantes los discursos y las señas que mantienen, porque es una línea ultranegacionista de todo.
¿Cómo deben pararse los demás partidos ante esta derecha extrema?
Es difícil. Mira, hoy se había movido mucho un video del líder de Podemos, Pablo Iglesias, conversando y riéndose en el Congreso con Iván Espinosa de los Monteros, que es el segundo de Vox, e Inés Arrimadas, de Ciudadanos. En respuesta, ha habido mucho enfrentamiento en redes entre quienes dicen que no hay que hablar con los fascistas y quienes dicen que por qué no van a hablar, si son personas. Ese es un debate muy complejo, porque por un lado si hablas con ellos los normalizas, a ellos y a sus ideas, pero si los niegas y los apartas del espectro político les das más fuerza. Entonces yo sí creo que hay que escuchar y debatir desde la política. Esa es la clave de esto. No todo lo que digan tiene por qué estar mal, ni tampoco tienes que adoptar todos sus argumentos. Escúchales, aprende de ellos, entérate de cómo funcionan, qué hace que muevan a esa parte de la sociedad, y adapta tu mensaje para combatir ese sentimiento que utilizan ellos, que es muy fuerte. Si no los conoces, no los puedes vencer. No digo que te vayas a tomar unas cañas con ellos, pero sí que hables normalmente de cómo está tu hijo o tu hija. Y luego, a nivel político, te puedes pegar, que esa es la clave. Así como ese video puede afectar a Pablo Iglesias por estar hablando con Vox, también puede afectar a Vox por estar hablando con Pablo Iglesias. Y eso los hace tener que enfrentarse a su gente, que les dice: “¿Pero qué pasa? ¿No son comunistas que nos quieren expropiar todas las tierras y montar una revolución aquí?”, y tener que explicarles: “No, son personas”. Si tengo que elegir, prefiero la equidistancia y el diálogo a meterme en una trinchera y no hablar con la tercera fuerza de este país. Y si Pablo Iglesias quiere ser vicepresidente del gobierno, con más razón. ¿Qué quieres, un vicepresidente que no hable con la tercera fuerza política del país? Yo quiero que dialoguen y debatan políticamente. Porque si tú fuerzas a tus políticos a no hablar, tus sociedades acaba hablando y se genera un problema social muy fuerte, que es lo que ha pasado en Cataluña. En Cataluña, lo político ha pasado a ser social, está liderado por movimientos sociales que han creado unas trincheras en la sociedad catalana y española, porque los políticos dejaron de hablar, y veían eso como un éxito. Eso es cavar tu propia tumba.
Al África subsahariana China no exporta sólo sus fábricas, y las trasplanta, sino que exporta un modelo político.
Durante el encuentro que organizó EOM en Montevideo te preguntaron sobre Estados Unidos y China. Decías que quizás haya que prestar más atención a lo que está haciendo Donald Trump como contrapeso de Pekín, y que estas tensiones podrían dar lugar a que Europa decida jugar un nuevo papel frente a China.
Trump está parando el avance de China, y el problema es que vamos a llegar a un punto muy delicado. Es una situación en la que aceptar el modelo chino implica aceptar todo lo que viene con él, su modelo de producción, su modelo de control político, de control social. Si tú te planteas esta situación corres el riesgo de terminar comprándole el discurso político a Trump. Imagínate. Si competir con China implica cargarte los derechos laborales, ¿tú qué vas a hacer? Porque la alternativa entre Trump y China es muy difícil. Yo creo que la Unión Europea debería jugar un papel más fuerte, pero no estamos como para jugarlo. China es muy lista y, por ejemplo, al África subsahariana no exporta sólo sus fábricas, y las trasplanta, sino que exporta un modelo político, un modelo de partido único y de producción masiva, que es lo que se llama capitalismo político. Tienes el modelo del capitalismo liberal, y este es un modelo de capitalismo político. Lo decían el otro día en [la revista mexicana] Letras Libres. No me acuerdo del autor, pero el artículo hablaba de eso, de que China es un modelo en el que la sociedad deja de preocuparse por sus responsabilidades en la política y tiene que dedicarse a vivir y consumir. Pero claro, eso implica que el Estado es el que decide, en un modelo que es Estados Unidos pero siendo comunista, con un consumismo tremendo. Entonces, sí, Trump juega un contrapeso, pero ¿qué implicaciones tiene eso?
El presidencialismo está muy bien, pero tiene un problema, y es que las políticas se asocian completamente a un individuo, y cuando llega otro las revierte.
¿En América del Sur se puede percibir que esté en marcha un cambio o un proceso que sea regional, que abarque a varios países?
Lo que llevamos viendo –varios colaboradores nuestros lo han analizado, y nosotros también– es que el problema aquí es que la clase política, de derecha o de izquierda, no ha sabido comprender y satisfacer las necesidades de la población. Que hubiera protestas contra Evo Morales en Bolivia, contra Sebastián Piñera en Chile y contra el gobierno de Iván Duque en Colombia, y que gane [la opositora] Claudia López en Bogotá o Alberto Fernández en Argentina muestra que no se ha llegado a paliar una desigualdad que estaba ahí, que incluso pudo haber crecido. Se han probado distintos modelos: en los 90 probasteis uno, después vino el socialismo del siglo XXI, probasteis otro, y la cosa sigue igual. Y encima algunos cambios de gobierno lo empeoran. Por ejemplo, en Colombia ha empeorado la situación. Veníais de un momento en el que se estaba llegando a la sociedad, buscando los cambios que importaban, y la política pasa por encima de las necesidades de la sociedad. Es muy llamativo lo que está pasando ahora, porque hoy el mapa político económico es muy heterogéneo. Antes, en la América Latina de los últimos 20 años tenías una especie de bloque, de repente estaban unos y de repente otros, y cambiaban en masa. Eso se ha roto. ¿Y por qué se rompió? Porque hay otros factores que son los que mueven a la gente, no la ideología, y yo creo que están ligados más a las necesidades mínimas de un individuo, de una sociedad con una desigualdad creciente. En Chile ha pasado eso. Y este año, por ejemplo, hubo protestas en Nicaragua y Honduras, países vecinos y con modelos completamente opuestos. El problema es cómo se soluciona esto con los políticos que tienes, porque tienes un Jair Bolsonaro o un Duque. Creo que Piñera, dentro de lo que cabe, o Duque, ahora, se han sentado a conversar. Pero es muy complicado y es un reto para los próximos años. Yo creo que tienen que trabajar mucho y sentarse a pensar cómo mejorar lo social. Porque el presidencialismo está muy bien, pero tiene un problema, y es que las políticas se asocian completamente a un individuo y cuando llega otro las revierte. En Argentina sucedió eso. Mauricio Macri ha terminado aplicando políticas peronistas en algunos aspectos. Entonces, si las estás aplicando ahora, ¿por qué no las aplicaste al principio? Llegad a un maldito consenso. Ese es el problema. Y en Bolivia lo vamos a ver. En Bolivia se va a revertir todo. ¿Y eso qué va a provocar? Que en seis años o menos tengas unas protestas masivas otra vez.