Abogada de 45 años, divorciada y madre de dos hijas, Zuzana Caputova es una excepción en la política de su país. No sólo se convirtió el sábado en la primera mujer electa presidenta de Eslovaquia, sino que su trayectoria política se construyó desde afuera de la administración pública. Durante 12 años, Caputova trabajó para evitar la instalación de un vertedero de productos tóxicos en Pezinok, la localidad donde vive. Esa lucha, que finalmente ganó, le valió en 2016 el premio Goldman para defensores del medioambiente. Su activismo también la enfrentó a Marian Kocner, un empresario que estaba vinculado con ese proyecto y que tiempo después se convertiría en una figura repudiada en su país.
Kocner es uno de los sospechosos de haber participado en febrero de 2018 en el homicidio de Jan Kuciak, un periodista que expuso los vínculos entre la mafia calabresa y el gobierno de Eslovaquia. Según la investigación que llevó adelante Kuciak, y que se conoció después de que él y su novia fueran asesinados a balazos, Kocner, políticos eslovacos y la mafia calabresa estaban involucrados en una red de fraude impositivo, maniobras irregulares con negocios inmobiliarios y clientelismo con fondos provenientes de la Unión Europea.
El repudio al homicidio de Kuciak y a la corrupción que expuso el periodista impulsaron protestas masivas que forzaron la dimisión del primer ministro (que en Eslovaquia está a cargo del gobierno) Robert Fico, que fue sustituido por el también socialdemócrata Robert Pellegrini. Aquellas manifestaciones, en las que estuvo presente Caputova, fueron apoyadas también por el actual presidente (jefe de Estado) Andrej Kiska.
Es en este contexto que fue posible que Caputova, con un discurso en defensa del medioambiente y contra la corrupción, fuera la candidata más votada en la primera vuelta, en la que obtuvo 40,57% de los votos, y en la segunda, en la que reunió 58,4% de respaldo. Su rival fue un diplomático con experiencia que contaba con el apoyo del gobierno, Maros Sefcovic, que logró 18,66% de los votos el 16 de marzo y 41,59% en el balotaje del sábado. En estas elecciones, el descreimiento de los eslovacos se reflejó también en la participación, que fue la más baja en una segunda vuelta: 41,79%.