La posibilidad de que el Congreso le haga un juicio político al presidente estadounidense, Donald Trump, refloto una vez más ayer, después de que el fiscal especial Robert Mueller, quien investigó la llamada “trama rusa”, decidiera retirar la acusación formal contra el mandatario y dejar el asunto en manos del Congreso. Mueller fue el encargado de indagar si el entorno del presidente participó en la supuesta injerencia del Kremlin en las elecciones de 2016 para favorecer al candidato republicano y perjudicar a su rival demócrata, Hillary Clinton.
Sobre su investigación, Mueller manifestó: “Acusar al presidente de un delito no fue una opción que pudiéramos considerar”. Aludía a que las normas en Estados Unidos no permiten imputar al presidente por un delito federal mientras esté en el cargo. No obstante, el fiscal agregó: “Si hubiéramos tenido confianza en que el presidente claramente no cometió un delito, lo habríamos dicho”.
Mediante una declaración pública que dio en el Departamento de Justicia, Mueller anunció que dejará el cargo una vez terminada la investigación. De esta manera el fiscal dio por cerrado su trabajo y dejó en manos del Congreso la posibilidad de iniciar un proceso contra el mandatario por supuesta obstrucción a la Justicia.
La declaración de Mueller generó una furibunda respuesta de Trump, que habló ayer con periodistas en los jardines de la Casa Blanca antes de tomar un helicóptero para hacer una visita al estado de Colorado. El presidente calificó a Mueller de “verdadero anti Trump” y consideró que el eventual juicio político en su contra que evalúan los demócratas del Congreso es algo “sucio, asqueroso y repugnante”. En su opinión, “es un acoso presidencial gigantesco”.
Por otra parte, Trump negó ante los medios de prensa que Rusia lo haya ayudado a ganar las elecciones de 2016. Sin embargo, poco antes había admitido, en medio de una catarata confusa de tuits, que los rusos sí habían colaborado en su elección. “¡Rusia, Rusia, Rusia!”, escribió el presidente. “Eso es todo lo que vengo escuchando desde que comenzó esta caza de brujas. Y ahora Rusia ha desaparecido porque no tuve nada que ver con que Rusia me ayudara a ser elegido. Es un delito que nunca ocurrió”, tuiteó Trump.
Poco después, ante las preguntas de la prensa, volvió a negar la injerencia de Moscú. “Rusia no me ayudó a ser elegido. ¿Sabés quién logró que me eligieran? ¿Sabés quién logró que me eligieran? Yo logré que me eligieran. Rusia no me ayudó en absoluto”, dijo Trump, que horas más tarde –nuevamente en Twitter– declaró que este asunto ya es “caso cerrado”.
Pero la oposición demócrata no está de acuerdo y evalúa los pasos a seguir, teniendo en cuenta las posibles repercusiones que el caso puede tener cuando se acercan a las elecciones presidenciales del año que viene. La influyente política demócrata Nancy Pelosi, que es la presidenta de la Cámara de Representantes, dijo en un comunicado que “el informe del fiscal especial reveló que el presidente aceptó la injerencia rusa en las elecciones y expuso 11 instancias de obstrucción del presidente a la investigación”. Agregó que “el Congreso considera sagrada su responsabilidad de investigar y hacer responsable al presidente de su abuso de poder”.
Varios dirigentes demócratas, entre ellos las senadoras Elizabeth Warren y Kamala Harris (ambas aspirantes a la candidatura presidencial demócrata en 2020), se mostraron a favor de la opción de comenzar un juicio político contra Trump. Otros representantes del Partido Demócrata advirtieron que este paso podría favorecer al actual presidente en su camino a la reelección.
De acuerdo con la legislación estadounidense, el proceso para llevar adelante el impeachment debería iniciarse en la Cámara de Representantes, donde el Partido Demócrata tiene la mayoría. Pero si se aprobaran los cargos, el juicio se desarrollaría en el Senado, donde los republicanos son mayoría.
Para abrir el proceso de destitución en la cámara baja se necesitaría mayoría simple, y los demócratas podrían iniciarlo, pero es prácticamente un hecho que la iniciativa no va a prosperar en el Senado, porque se precisaría que al menos 20 de los 53 senadores republicanos votaran en contra de Trump para llegar a los dos tercios que se requieren para destituir al presidente.