¿Cómo establecer conversación con los sectores capturados por la apatía? ¿De qué forma acercarse a aquellos que militan el eslogan “son todos iguales”? ¿Por qué resquicio articular un mensaje efectivo hacia desencantados e indiferentes? Candidatos y estrategas entran en tiempo de descuento para afinar la táctica de acercamiento a los indecisos, ese universo que puede convertirse en el actor decisivo que incline la balanza de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del domingo.
Señalar qué porción del electorado todavía no definió el voto es el primer dilema. Las proyecciones sobre cuántos son los ciudadanos que aún meditan su decisión –o ni siquiera analizaron la oferta electoral– ofrecen un menú amplio y diferenciado. El oficialismo afirma que esa franja de votantes es alta y se ubica en un porcentaje superior a 20%; mientras, el opositor Frente de Todos –que impulsa la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández – calcula que el núcleo duro de indecisos se aproxima a 10%. La mayoría de las encuestas dibuja un espacio que trepa hasta 15% y señala un recorte etario entre los 40 y los 55 años.
Las diferencias estadísticas encuentran, sin embargo, un punto común: esa inasible comunidad en la que conviven apolíticos, aspiracionales sin bandera partidaria y decepcionados saca sus cartas en las últimas dos semanas previas a la elección, e incluso medita la conveniencia o no de participar en unos comicios que sólo definen un primer diagrama de candidatos. El antecedente inmediato lo confirma: en la primera vuelta de las presidenciales de 2015 votaron dos millones de personas que no habían participado en las PASO.
Asociados a esos sectores también se ubican quienes son permeables a cambiar su voto entre cada instancia electoral: PASO, generales y balotaje.
El Frente de Todos identifica a los indecisos como ciudadanos críticos de la etapa kirchnerista en tres ejes –política de planes sociales, corrupción e inseguridad– que ahora también rechazan la oferta de Juntos por el Cambio (que impulsa la reelección del presidente Mauricio Macri) por la marcha negativa de la economía y los efectos del ajuste en su vida cotidiana. En la Casa Rosada apuntan a los desencantados, aquellos que votaron a Macri en 2015 pero hoy no están decididos a volver a hacerlo por la ausencia de un horizonte económico. La historia del macrismo se alimentó de su apoyo (sobre la hora) en los últimos dos turnos electorales.
Ambos espacios definieron candidaturas a presidente y vicepresidente con el objetivo de lograr una apertura a esos sectores: Alberto Fernández para perforar los límites del rechazo a la figura de Cristina Fernández, y Miguel Ángel Pichetto, el compañero de fórmula de Macri, para intentar ampliar la oferta del macrismo. Aunque los indecisos circulan en todos los estratos sociales, el Frente de Todos aumenta sus posibilidades de sumar adhesiones entre los más jóvenes, mientras que el oficialismo se hace fuerte con los mayores. La polarización también dibuja una grieta etaria.
Bosquejando un perfil
“Los indecisos están concentrados en la clase media-media. Están golpeados por la economía de los últimos tres años, que redujo su poder adquisitivo, pero tienen resistencia a la vuelta de Cristina Fernández”, razona el analista Raúl Timerman.
Es un segmento que permanece “ausente” del debate político-electoral. “Incluso no sabe si va a votar o no, o si lo hará en blanco. Observa las PASO como un movimiento electoral para elegir a ninguna persona para ningún cargo”, describe.
Los electores que desconfían de las dos fuerzas mayoritarias y todavía se mantienen en el terreno de la duda sienten, coinciden los analistas, que nadie los representa. El escaso vuelo que alcanzaron hasta ahora las candidaturas de Roberto Lavagna y José Luis Espert también les hace mirar de reojo a la ¿tercera posición?
“Sienten que tienen que optar por algo que no los representa y están atentos a la oferta competitiva”, explica el politólogo Diego Reynoso. Y agrega: “Se ubican en el centro de distribución del debate público, en posiciones intermedias. Dependiendo del tema, se acercan estadísticamente a veces un poco más a Macri, y otras veces un poco más a los Fernández”.
Para Reynoso, esos electores pueden identificarse con Lavagna, pero observan que inclinarse por esa opción “no tendrá la utilidad esperada, no es estratégico”.
Como efecto de una elección hiperpolarizada y a días del primer test nacional, las dos fuerzas mayoritarias tienen consolidado a su electorado. “El macrismo y el Frente de Todos consiguen 80% de seguridad entre sus votantes”, explica la investigadora Shila Vilker. El mismo indicador baja a 50% en el caso de los votantes de Lavagna. “Ese segmento volátil todavía es disputable; está en el mercado de la oferta”, señala.
“Es complejo establecer un patrón común, pero son más mujeres que hombres y con bajo nivel educativo. Es probable que no vayan a votar, que se decidan por el peso de su entorno o que definan en el cuarto oscuro”, explica Vilker.
Espiral de silencio
Una encuesta de la Universidad de San Andrés sumó un elemento inquietante al análisis del universo de los indecisos. Sobre un total de 1.008 entrevistas con representación proporcional de todos los distritos, 28% afirmó que aún no sabía a quién votaría, pero una cifra casi idéntica –27%– prefirió no contestar.
Aunque se trata de una foto con seguras modificaciones ulteriores –el estudio se realizó online entre el 2 y el 11 de julio–, la categoría de aquellos electores que prefieren no contestar la requisitoria de una encuesta aparece como un elemento adicional clave.
Para los analistas de opinión pública, esa dimensión “no medible” se repite en aquellos sectores que ni siquiera son alcanzados por la consulta preelectoral. La encuesta telefónica –el método de muestreo de intención de voto más utilizado en el país desde la década del 90– encuentra un límite para llegar a los sectores o grupos que no tienen teléfono fijo. Se trata de un fenómeno que los investigadores suelen vincular con las franjas más vulnerables de la sociedad, pero que también sumó a sectores de capas medias en los últimos años.
“El silencio es un elemento central de esta elección porque sintetiza una transición para algunos sectores de la sociedad: ya no creen en el mensaje de Macri, pero no encuentran representación política en otra fuerza o candidato”, razona el sociólogo Carlos de Angelis.
El silencio es hilo conductor de esos ciudadanos: están “presionados” por el ajuste y la situación económica –sectores populares, pero también estratos medios que vieron deteriorado su nivel adquisitivo– y no visualizan la salida en el sistema político en general. “Ese sector está fuera del microscopio por su sesgo antipolítica o antisistema. Son los grandes decepcionados”, puntualiza.
Cuestionadas por sus fallos y reveses, las proyecciones electorales también ingresaron en tiempo de descuento, muchas de ellas ancladas en la imposibilidad de “medir” el silencio de los desencantados, el número de dueños de voto vergonzante o hacia qué lado inclinarán sus preferencias los indecisos. Falta apenas una semana para que las urnas diseñen la radiografía electoral –y real– de Argentina.
Esta nota fue publicada por el diario Tiempo Argentino.