Fue una especie de entrevista colectiva la que el sábado a la noche mantuvieron varios periodistas con los candidatos a la presidencia de Bolivia: las preguntas eran dirigidas a cada uno de ellos, que no podían interactuar ni hacer referencia uno al otro. Aun así, la instancia sirvió para que por primera vez en 18 años el Movimiento al Socialismo (MAS) participara en un debate electoral: no lo hacía desde que Evo Morales era el candidato de la oposición, en 2002.
Luis Arce, candidato presidencial del MAS y ex ministro de Economía de Evo Morales, expuso algunas de las líneas de trabajo en las que avanzaría si fuera electo: una “inyección de recursos” en la economía para reactivar la demanda interna, continuación de los planes de ayuda e industrialización para sustituir importaciones. Además, anunció que no pagaría la deuda por dos años –un camino que varios países se disponen a adoptar en el contexto actual– y que implementaría “un impuesto a las grandes fortunas que sólo alcanzará a 0,01% de la población”.
Según los datos citados por Arce, la tasa de desempleo aumentó de 4,2% a 12% en el último año y la pobreza está creciendo, algo que atribuye al impacto de la pandemia de coronavirus, pero también a la interrupción de algunos planes sociales por parte del gobierno de facto de Jeanine Áñez. El Banco Mundial pronosticó una caída del producto interno bruto de seis puntos porcentuales en Bolivia, recordó la agencia de noticias Efe.
Por su parte, los demás candidatos apuntaron sus dardos contra la gestión de la economía de los gobiernos de Morales, en particular del último, durante el cual Arce formó parte del gabinete. Entre otras cosas, se dijo que las cifras estaban maquilladas y la realidad era peor que lo que se comunicaba, que las políticas exitosas fueron únicamente gracias al aumento del precio de los commodities y que se perdió la oportunidad para hacer un verdadero cambio en el país. También hubo denuncias de casos de corrupción, y en ese sentido el ex presidente Carlos Mesa, que sigue a Arce en las encuestas, prometió que durante un eventual gobierno suyo no será “el carnet del partido” el elemento que le permita a una persona conseguir trabajo. “Estamos hartos de 14 años de fraude y corrupción”, añadió.
La última encuesta
Dos encuestas fueron realizadas después de que, a mediados de setiembre, Áñez bajara su candidatura en favor de Mesa y de la “unidad de la oposición” para evitar el regreso de “la dictadura”.
Ambas coinciden en señalar que Arce es favorito, aunque difieren en el porcentaje de la intención de voto y la distancia entre él y Mesa, lo cual es crucial porque en Bolivia un candidato gana en primera vuelta si tiene más de 40% de los votos y supera al segundo por más de diez puntos porcentuales.
Según el sondeo de la firma CiesMori difundido por el canal de televisión Unitel, en las últimas semanas la intención de voto de Arce creció de 26,2% a 30,6%, mientras que la de Mesa lo hizo de 17,1% a 24,7%. En ese escenario, habría una segunda vuelta el 9 de noviembre que, según las encuestas, ganaría Mesa.
En cambio, el estudio realizado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, considerado más representativo porque es más amplio territorialmente, indica que Arce podría ganar en primera vuelta. Allí Arce figura con una intención de voto de 44,4% y Mesa, con 34%. Sin embargo, el centro también señala que cuatro de cada diez bolivianos “aún no tienen firmemente decidido su voto”, por lo cual los porcentajes podrían variar.
El respeto a los resultados
Después de que el secretario general de la Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro, denunciara la posibilidad de un fraude en Bolivia, la canciller, Karen Longaric, aseguró que el gobierno de facto respetará el resultado de las elecciones, incluso si gana el MAS. “Estoy absolutamente segura de que, en la eventualidad de que gane el MAS, esa realidad sabrá aceptarla dignamente el pueblo boliviano y obviamente habrá un juego y una participación democrática lógica”, dijo Longaric ante una comisión del Parlamento Europeo.