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Un musulmán reza en la cima de una colina durante el mes sagrado islámico del Ramadán, en las afueras de Mazar-i-Sharif, Afganistán.

Foto: Farshad Usyan, AFP

Acuerdo político en Afganistán hace pensar en el fin de la violencia

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Oficialismo y oposición compartirán gobierno después de una escalada en los ataques del Talibán y el Estado Islámico.

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Las elecciones de setiembre fracturaron Afganistán: el resultado oficial le daba la victoria al presidente de ese país, Ashraf Ghani, por una diferencia muy escueta; su principal rival, Abdullah Abdullah, no reconoció los resultados, argumentando que hubo fraude y manipulación. El 9 de marzo Ghani asumió la presidencia en un acto oficial, con un tibio respaldo de la comunidad internacional. Abdullah protagonizó un acto de asunción presidencial paralelo.

Sólo diez días antes el Talibán había firmado un acuerdo de paz con Estados Unidos. Las conversaciones en este sentido las había iniciado Ghani, pero el grupo, catalogado como terrorista, exigió que el diálogo fuera exclusivamente con Estados Unidos. Casi un año después se firmó un documento en el que se estableció un alto el fuego, se anunció un intercambio de prisioneros entre el gobierno afgano y el Talibán y una negociación directa posterior, y Estados Unidos se comprometió a retirar sus tropas del territorio afgano en hasta 14 meses.

La crisis política obstaculizó aún más un proceso que ya se perfilaba difícil y que contó con incumplimientos de ambos lados. Desde marzo el Talibán ha amenazado con volver a los ataques y Estados Unidos ha reducido su ayuda militar a Afganistán por no cumplir con su parte del pacto.

En lo que va de mayo se cometieron ataques en distintos puntos de Afganistán, incluida la capital, Kabul. El Talibán reconoció la autoría de algunos y fue señalado por el gobierno como el responsable de otros que fueron reivindicados por el grupo yihadista Estado Islámico (EI). El día más sangriento fue el martes, en el que hubo un ataque armado contra un hospital maternal en Kabul (que dejó 16 muertos) y un ataque suicida en un funeral (en el que murieron 24 personas). EI se atribuyó la autoría del segundo, pero nadie reconoció el primero, del cual el Talibán se desentendió, según informó Estados Unidos.

En este contexto los principales sectores políticos de Afganistán llegaron a un acuerdo para compartir el poder. Ghani se mantendrá como presidente, el gabinete será integrado en partes iguales por ambos bloques y Abdullah dirigirá el Consejo Nacional de Reconciliación, responsable de los intercambios con el Talibán.

El acuerdo fue celebrado por el gobierno de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, aunque también recuerda al pacto hecho en 2014 por los mismos líderes políticos, que estableció que Ghani fuera presidente y Abdullah ocupara un cargo similar al de jefe de gabinete, y derivó en largas negociaciones previas a cualquier decisión y una pérdida de poder y prestigio para ambos.

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