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German Tanco, Federico Reyes y Sofia Miranda.

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Después de que se los llevaron: con los nietos de Miranda, Chaves Sosa y Mato

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Sofía, Federico y Germán hablan sobre los jóvenes y las nuevas formas de hacer política, la oportunidad perdida y las señales vacías del actual gobierno.

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“Tengo el recuerdo del silencio muy marcado. De las primeras que fui, me acuerdo de que me llevaran, y el cansancio. Todo lo que había que caminar. Y sentía que igual, con todo el silencio que había, había mucha cosa que se estaba diciendo y que todavía en ese momento como que no podés racionalizar. Tengo muy presente ese sentimiento de caminar, caminar, caminar de la mano de mi madre, y ese peso del silencio y el sentimiento, casi como en la piel, de las pisadas”. Germán Tanco recuerda el silencio “lleno de ruido” de las marchas del 20 de mayo, a las que asistió desde que tiene memoria, cuando era “bajito” y aún no terminaba de entender qué significaba ser nieto de un desaparecido de la dictadura.

Sofía Miranda recuerda a la mamá de Germán, Verónica Mato, marchando cuando estaba embarazada. Cuenta que marchó desde chiquita con su familia, y que con su hermano siempre llevaban una foto de su abuelo colgada del cuello. “Es como decía Germán, es un silencio que en realidad habla. A veces uno tiene ganas de decir ‘vamos a gritar un poco, vamos a cantar algo’, pero en realidad es un silencio tan fuerte que llena mucho más que cualquier palabra”, reflexiona. Sofía participó todos los años, hasta 2009, cuando fracasó el plebiscito para anular la ley de caducidad. Entonces dejó de ir por unos años, porque estaba “absolutamente indignada”. “De alguna manera me sentí traicionada, pensaba ‘hace cuánto venimos caminando y somos miles, pero cuando hay que tomar decisiones nos reventamos la cabeza de nuevo contra la pared’. Estaba re caliente, y sigo un poco enojada”, confiesa entre risas.

“Lo que sentís cuando caminás con toda la gente es impresionante”, coincide Federico Reyes, que recuerda las largas y silenciosas caminatas que hizo desde chico con su mamá. Todavía vivía en la casa de su abuelo cuando le preguntó a su madre quién era el señor de la foto que estaba colgada en la pared. “Ese es tu abuelo, fue desaparecido en la dictadura”, le contestó ella, según recuerda. Tendría tres o cuatro años cuando eso pasó. “De chico eso lo tenía muy presente, pero no sabía bien qué significaba. Cuando vas creciendo vas aprendiendo, y ese tema siempre fue algo muy presente en mi familia”, sostiene. Hoy Federico tiene 25 años, está terminando el liceo, buscando trabajo y componiendo música. Es nieto de Ubagésner Chaves Sosa, obrero metalúrgico, militante del Partido Comunista detenido en mayo de 1976, cuyos restos fueron hallados en 2005 en una chacra en Pando.

Germán tiene 20 años, escribe poesía y estudia guion en la Escuela de Cine del Uruguay y la Licenciatura en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Es nieto de Miguel Mato, trabajador de Funsa y militante comunista secuestrado y desaparecido en 1982. Sus restos todavía no aparecieron. Sofía tiene 32 años y desde setiembre del año pasado está en Inglaterra, donde cursa una maestría sobre Desarrollo Internacional. Es nieta de Fernando Miranda, escribano y militante del Partido Comunista, detenido en su casa en 1975 y cuyos restos fueron hallados en 2005 en el Batallón de Infantería 13.

“Yo siento que siempre lo supe, pero el tema fue entender qué era lo que sabía. Cuál es el significado de los desaparecidos, de la dictadura, de ser nieto. Uno tiene la conciencia de que es nieto, pero entender qué significa nadie te lo puede decir, es algo que uno tiene que construir personalmente”, explica Germán, con el asentimiento de Federico, que está sentado a su lado, y de Sofía, presente en la pantalla de la computadora. “Creo que es algo que sabemos desde que nacemos, pero vas construyendo qué significa a medida que vas creciendo, cruzándote con gente y escuchando historias. En mi caso, que tuve la posibilidad de ir de chica a las reuniones de Familiares, también construí qué significa tener un familiar desaparecido con ellos”, cuenta Sofía.

Recuerda el momento en que aparecieron los restos de su abuelo. “Para mí fue un viaje”, expresa. “Porque dije: ‘Yo hace 18 años soy nieta de un desaparecido, ¿y ahora qué? ¿Soy nieta de aparecido?’. No, sigue siendo lo mismo, evidentemente, porque nadie te devuelve nada. Nadie cambia la historia de vida de lo que siguió pasando después de que se lo llevaron”, asegura.

¿Qué sentimientos les despertó conocer esa parte de su identidad que es ser nietos de desaparecidos?

Federico (F): Al principio no podía entender cómo algo así podía haber pasado en América Latina. Cómo pudo haber tanta impunidad, gente desaparecida y muertes. Sentí indignación y un poco de rabia también.

Germán (G): Creo que mi sentimiento fue tratar de empatizar con esa situación que impactó en mi familia. Yo sentía que los sentimientos fuertes los tenía mi madre, y yo tenía que tratar de interpretar y ver por qué esos sentimientos aparecían, y pensar en todo el daño que generó en mi familia. Esto cambió a toda una familia. Y ese sentimiento se sigue manteniendo con cierta pureza; pureza de estar “atragantado” por ese sentimiento. No creo que yo lo viva como lo viven ellos y ellas, pero mi sentimiento es tratar de entenderlos, no enojándome porque ellos lo sufrieron, sino tratando de abrazar a mi madre, de estar presente y de acompañarla.

Sofía (S): Pienso que fue una mierda, pero mi padre fue el padre que fue por la historia que él tuvo con su padre. Entonces, por un lado, siento orgullo, porque me parece un orgullo ser nieta de mi abuelo, porque también uno va construyendo relatos quizá un poco idealizados, porque vas construyendo la personalidad o quién es esa persona con lo que la gente te cuenta. Y lo que la gente te cuenta también es idealizado. Yo soy la persona que soy por eso y estoy bien con quien soy. También me enoja, pero mi padre fue el que fue por la historia que le tocó vivir. Me genera una mezcla de orgullo y enojo; me llena de orgullo la capacidad de compromiso con la vida que mi abuelo tuvo.

La bandera de los jóvenes

Germán Tanco sostiene la foto de sus abuelos.

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Las banderas en los balcones, las margaritas de papel en las plazas y las intervenciones artísticas en distintos puntos del país son las formas que encontró la marcha de hacerse presente. Germán piensa que estas expresiones son maneras de “volverla nuestra”, de los jóvenes, pero entiende que son muy diferentes “a esa cosa de la muchedumbre”. Para él, postear en las redes es un acto mucho “más individual” que estar caminando a la par con miles de personas. “Eso tiene sus cosas positivas y sus cosas negativas. Por un lado, refuerza la individualidad de cada uno, al querer generar algo propio para ese evento, entonces uno puede imaginar, inventar, crear”. Su primo, por ejemplo, tiene cinco años y estuvo pintando pancartas para la marcha virtual. “Entonces estuvo creando algo sobre su historia mientras sus padres le explicaban cosas”, explica. De todas formas, cree que la Marcha del Silencio como la conocemos no se puede perder, porque da la “sensación de que estamos todas y todos juntos en esto”.

A pesar del recambio generacional, la búsqueda por verdad, memoria y justicia no pierde intensidad, sino que toma otros caminos, dice Germán. “No hay una pérdida, hay un cambio. Claramente cambia el propósito de la marcha, porque el tipo de reivindicación es diferente para la gente joven que para alguien que lo vivió. Creo que no es lo mismo que uno vaya diciendo ‘yo quiero mantener esto vivo’ a decir ‘yo lo viví’. La gente joven lo que quiere decir es que esto nos llegó a nosotros y nosotros lo vamos a mantener, y creo que va más por ese lado; por mis abuelos, padre y madre lo vamos a seguir. Eso creo que es algo de la nueva identidad de ser de izquierda hoy en Uruguay”, agrega.

Para Sofía, hay cada vez más gente joven en la marcha, y eso muestra que hay un recambio generacional, pero también “que esa bandera se pasa de generación en generación”. “Es más, parecería que cada vez hay más gente en la marcha, y entonces, evidentemente, hay más gente joven que está sensibilizándose con este reclamo”, sostiene.

Muchas veces se dice que los jóvenes son apáticos o apolíticos. ¿Cuál creen que es el rol de los jóvenes en la lucha por memoria, verdad y justicia?

G: Yo creo que hoy día se hace política por otros lados, creo que claramente los medios de comunicación que había antes son distintos de los que hay ahora, y la política es muy comunicacional: se basa mucho en reafirmarse, en identificarse. No es que los jóvenes seamos apolíticos, sino que cambiamos la forma de decir las cosas y estamos en otros medios. Estamos constantemente haciendo política, pero la hacemos en otros lugares. Quizá las discusiones en vez de darse en el comité de base se dan en Twitter. No me parece que seamos apolíticos, somos muy políticos.

S: No nos tenemos que olvidar que ahora en nuestro Parlamento tenemos un partido militarista, y eso es mucho. Eso tiene que interpelar a toda la sociedad, pero sobre todo a los jóvenes, sobre qué estamos dispuestos a dejar que pase. ¿Cómo llegamos a que se sientan tan libres de responsabilidad y a que haya tanta gente que los vote?

¿Por qué creen que Cabildo Abierto llegó al Parlamento?

G: Yo no sé si llegó. Creo que siempre estuvo, pero en otros lugares. Creo que encontraron una forma de tener un lugar.

S: Siempre estuvieron ahí. El tema es que en algún momento todavía había cierto tipo de censura al discurso fascista destapado, y ahora no. Yo tengo una contradicción ahí; por un lado digo ‘mejor, que se vea realmente que siempre estuvieron ahí’, porque así sabés en qué terreno estás jugando. Pensamos que eran todos corderos y estaba lleno de lobos ahí esperando.

“Una oportunidad perdida”

Sofía, Germán y Federico coinciden en que no se ha hecho suficiente en materia de búsqueda de verdad y justicia sobre los crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado. “Creo que se podría haber hecho mucho más. Creo que hay gente que sabe muy bien todo, pero no quiere hablar”, afirma Federico. Si bien reconoce el esfuerzo “enorme” realizado por los funcionarios del Poder Judicial y de la Fiscalía Especializada en Delitos de Lesa Humanidad, “buscándole la vuelta a la ley de caducidad”, para Sofía, “en términos generales, el Poder Judicial es un espacio muy marcado por intereses que no son los intereses populares”, algo que no ha incentivado el avance de las investigaciones.

Para Germán, los 15 años de gobiernos del Frente Amplio fueron “una oportunidad perdida” para avanzar en la búsqueda de justicia. “En lo personal pienso en mi bisabuela, la madre de Miguel, que murió el año pasado, con casi 100 años, y estuvo casi la mitad de su vida buscando a su hijo y se murió sin encontrarlo. Hay heridas que no sanaron, y yo, en lo personal, no tengo esperanza de que este gobierno las vaya a sanar”, afirma. Sofía tampoco tiene una visión optimista respecto del nuevo gobierno: “La Institución Nacional de Derechos Humanos mandó un informe al presidente y le pidió una reunión, y el tipo no los recibió. Hizo un pacto con el partido militar, tiene en distintos espacios del Poder Ejecutivo a militares retirados, y haber dicho que iba a hacer la conferencia [de prensa] el 20 de mayo también es un mensaje. Yo creo que está bien jodido”, sentencia.

Consideran que la decisión del gobierno de no otorgar la cadena de radio y televisión a la Asociación de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos también es una señal negativa. No obstante, para Germán se trata de un “simbolismo”, mientras que lo verdaderamente “importante” es el presupuesto que se destine a la investigación en derechos humanos. Por otra parte, considera que la visita de la vicepresidenta, Beatriz Argimón, y el ministro de Defensa Nacional, Javier García, al Batallón 14, es una señal que “no tiene valor”. Sofía coincide en que hay gestos que son “para la tribuna”, por lo que es necesario mirar todo el cuadro: “Sentir miedo de poder expresarnos o no, de poder salir a la calle a una manifestación y que la Policía pueda venir a reprimirte sin problema, son cosas que realmente pensé que no nos iba a tocar vivir a nosotros. No se me ocurría que la Policía te pudiera reprimir con violencia, como vemos en las imágenes de lo que pasó en Chile el año pasado. Sin embargo, ahora mirás y decís ‘puede pasar sin problemas’. ¿Eso no es empezar a caminar de nuevo hacia un sistema bastante autoritario y represivo?”, reflexiona.

¿Qué le dirían a los que alegan que es necesario “dar vuelta la página” o que no se puede seguir “escarbando en el pasado”?

S: Depende de la persona. Si es desde el lugar de la ignorancia, trataría de compartir y buscar sensibilizar. Pero hay gente que no se sensibiliza. ¿Qué le podés decir a [Guido] Manini Ríos, que recibió el informe sobre [la muerte de Roberto] Gomensoro y lo hizo desaparecer de nuevo?

F: [Se necesita] un poco de empatía por toda la gente que sufrió esa época, que le pudo haber pasado a cualquiera. Hay muchas familias que siguen sin saber dónde están [sus seres queridos], muchas madres e hijos. Que se pongan en el lugar de esa gente, que no es sólo pasar la página. Hay familias enteras destruidas por esto.

G: Si das vuelta la página y no sabés lo que pasó antes, no sabés lo que está pasando en la página siguiente.

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