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Campamento improvisado en City Hall Park el 1° de julio, en Nueva York.

Foto: Byron Smith, Getty Images, AFP

El movimiento Black Lives Matter alteró desde la bandera de Misisipi hasta el presupuesto de Nueva York

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Las protestas que comenzaron en Minneapolis el 25 de mayo por la muerte de George Floyd, asfixiado por un policía blanco, tuvieron consecuencias en distintos puntos de Estados Unidos. En algunos alteraron las leyes y en otros el paisaje, pero para los manifestantes queda mucho por cambiar.

Una de las consecuencias más visibles de las protestas contra el racismo lanzadas desde mayo con la consigna Black Lives Matter han sido los ataques a estatuas de figuras históricas, memoriales y otros monumentos que los manifestantes identificaron con la opresión racial. La lista de personalidades repudiadas es larga, y allí aparecen desde ex presidentes estadounidenses hasta Cristóbal Colón, por su vínculo histórico con la llegada de conquistadores a América. Pero los manifestantes apuntaron en particular contra todo símbolo que pueda recordar al bando confederado en la guerra civil (1861-1865) y su resistencia a abolir la esclavitud, que era parte de la economía del sur del país.

Esas acciones dieron lugar a tantas críticas y debates como los que generó el anuncio de HBO de que retiraría de su plataforma de streaming la película Lo que el viento se llevó. En este caso, HBO Max dio marcha atrás y anunció que la película se exhibiría con la advertencia de que “niega los horrores de la esclavitud” y precedida de un video que la cuestiona y la contextualiza.

En el caso de las estatuas, el gobierno de Donald Trump intentó dar por terminado el asunto con un decreto que emitió la semana pasada y que castiga con penas de hasta diez años de prisión a quienes vandalicen monumentos. “¡Largas penas de prisión por estos actos ilegales contra nuestro Gran País!”, exclamó Trump en Twitter.

Más de un centenar de personas fueron detenidas el lunes durante nuevas protestas en Washington. “Más de 100 anarquistas”, dijo la portavoz de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, y anunció que el Departamento de Justicia presentó cargos contra cuatro de ellos, que intentaron derribar una estatua, la del ex presidente Andrew Jackson en el parque Lafayette, frente a la Casa Blanca, en el que se concentraron varias movilizaciones.

McEnany responsabilizó al “fallido liderazgo demócrata” de colaborar con esta “anarquía”, en alusión a los gobernadores y alcaldes opositores que se han mostrado de acuerdo con algunos reclamos de los manifestantes. Por eso, el decreto de Trump establece también que las fuerzas de seguridad del gobierno federal pueden actuar para proteger esos monumentos si las autoridades locales no lo hacen.

Podría estar pensando, por ejemplo, en el gobernador de Virginia, Ralph Northam, que ordenó sacar un monumento al general Robert Lee, del bando de los confederados. Esta decisión está ahora en el ámbito judicial.

En Misisipi, en cambio, la última palabra la tendrán los votantes. El Congreso local y el gobernador Tate Reeves, del Partido Republicano, aprobaron modificar la bandera del estado, de 1894, que es la última que recuerda a la de los confederados. “Una bandera es un símbolo de nuestro presente, de nuestra gente y de nuestro futuro”, dijo Reeves, y llamó a encontrar otra “que sea un mejor emblema para todo Misisipi” y que permita al estado “unirse, reconciliarse y seguir adelante”. Está previsto que el 3 de noviembre, además de votar en las elecciones nacionales, los ciudadanos de Misisipi aprueben una nueva bandera para el estado, posiblemente con el lema estadounidense “In God We Trust”.

Señales y críticas

Las expresiones de una nueva sensibilidad surgieron también de parte de grandes empresas. En ese fenómeno se puede enmarcar el anuncio de decenas de multinacionales, como Coca-Cola, de que retirarían su publicidad de Facebook porque consideran que la red social no hace bastantes esfuerzos para combatir los discursos racistas.

En Washington, el estadio Robert Francis Kennedy retiró su estatua de George Preston Marshall, que fue dueño del equipo de fútbol americano Redskins desde 1932 hasta 1969. El dirigente se negaba a contratar jugadores negros y decía que los sumaría al equipo cuando los Harlem Globetrotters contrataran basquetbolistas blancos. Mantener esa estatua “va en contra de los valores de inclusión e igualdad de Events DC”, manifestó la empresa a la que pertenece el estadio. Incluso el nombre los Redskins (pieles rojas) está en cuestión. Según informó ayer la BBC, las críticas a esa denominación tienen años, pero ahora las hacen los propios espónsores del equipo, entre ellos multinacionales como PepsiCo.

En Nueva York, el Museo de Historia Natural pidió que se retire de su entrada una estatua del ex presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt en la que se lo ve avanzar a caballo, mientras un hombre negro y otro nativo estadounidense caminan al lado del animal, un poco más atrás.

“¡Ridículo, no lo hagan!”, tuiteó Trump. Pero la presidenta del museo, Ellen Futter, dijo que “simplemente ha llegado el momento de mover la estatua”, y señaló que a partir de la muerte de Floyd, en su país y en el mundo se ha prestado más atención a los monumentos como “símbolos poderosos y dolorosos de un racismo sistemático”, citó la agencia de noticias Efe. Con Futter coincidió el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, y dijo que el monumento “representa explícitamente a negros e indígenas como personas subyugadas y racialmente inferiores”.

No sólo símbolos

De Blasio anunció que su administración hará pintar un enorme mural con la consigna Black Lives Matter en la Quinta Avenida. En respuesta, Trump dijo que ese mural va a ser un “símbolo de odio” a la Policía y lamentó que se instale en una “lujosa avenida”, la “mejor calle de Nueva York”.

De Blasio le respondió públicamente: “Esto es lo que usted no entiende. La gente negra construyó la Quinta Avenida y gran parte de este país. Su ‘lujo’ viene del TRABAJO de ellos, por el que nunca han sido justamente compensados”.

El presidente también criticó el anuncio de De Blasio de que recortará 1.000 millones de dólares del presupuesto de la Policía de Nueva York para reducirlo de 6.000 a 5.000 millones. Si bien este recorte era un reclamo de los manifestantes, ellos también cuestionaron los planes del alcalde. En particular porque, para no afectar “el mantenimiento de la seguridad en las calles”, De Blasio encargará algunas tareas de la Policía a otros sectores de la administración, que serán los afectados por su plan.

“Retirar fondos a la policía no significa hacer trucos o juegos matemáticos con el presupuesto”, dijo la congresista del ala izquierda del Partido Demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, en un comunicado citado por Efe. Organizaciones sociales también criticaron a De Blasio, así como los impulsores del campamento contra el racismo, con cientos de personas, que se instaló el 23 de junio en Nueva York, frente al parlamento local.

Los manifestantes exigen que se reduzcan de verdad los recursos que se destinan a la Policía de la ciudad y que se destinen a políticas que alivien la situación de los más pobres, afectados en este momento por el impacto económico de la pandemia de covid-19. Una de las organizaciones que promueve la protesta, Make The Road, afirmó que el anuncio de De Blasio “está muy lejos de satisfacer las demandas de la comunidad”. Otra, Vocal, concluyó que la propuesta del alcalde es “una traición al movimiento”.

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