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Celebración del 60 aniversario de la independencia de la República Democrática del Congo de Bélgica, ayer, en Bruselas, Bélgica.

Foto: Stephanie Lecocq, EFE

En el 60º aniversario de la independencia de Congo, Bélgica por primera vez lamentó las atrocidades cometidas durante el período colonial

2 minutos de lectura
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Si bien los cálculos son disímiles, se estima que durante la ocupación belga murieron entre cinco y diez millones de congoleños.

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En una carta dirigida a Félix Tshisekedi, primer ministro de la República Democrática del Congo, el rey Felipe de Bélgica, por primera vez, lamentó en nombre de su país las atrocidades cometidas durante el período en que la nación europea ocupó el vasto territorio africano.

“En la época del Estado Independiente del Congo se cometieron actos de violencia y crueldad que todavía pesan sobre nuestra memoria colectiva. El período colonial que le sucedió causó también sufrimiento y humillaciones”, expresó el monarca en su carta enviada con motivo del 60º aniversario de la independencia de la República Democrática del Congo. “Quiero expresar mi profundo pesar por estas heridas del pasado cuyo dolor es reavivado hoy por las discriminaciones todavía demasiado presentes en nuestras sociedades”, agregó el rey en su carta, que fue calificada de “histórica” por los medios belgas, de acuerdo a lo que consignó la agencia de noticias Efe.

La misiva no es casual, sino que se enmarca dentro de las manifestaciones antirracistas que surgieron en muchos países luego del asesinato, en la ciudad estadounidense de Minneapolis, de George Floyd a manos de un policía blanco. En Bélgica el racismo no es una excepción y es por eso que también se registraron numerosas manifestaciones en varias ciudades del país, en las que fueron vandalizadas muchas de las estatuas del rey Leopoldo II que hay en territorio belga.

En la conferencia celebrada en Berlín en 1885, en la que las potencias europeas literalmente se repartieron la mayor parte de África, el rey belga Leopoldo II, quien vivió entre 1835 y 1909, obtuvo el enorme territorio congolés –que tiene una superficie similar a la de toda Europa Occidental–, al que tuvo bajo su propiedad privada con el nombre de Estado Libre del Congo. Bajo su dominio, las fuerzas coloniales presentes en Congo –el rey jamás pisó territorio africano– perpetraron toda clase de atrocidades contra vastos sectores de la población local, a los que se esclavizó para trabajar en la extracción del caucho, material abundante en el territorio congolés.

En 1908, cuando los abusos perpetrados en la zona por las autoridades coloniales eran tales que generaron escándalos a nivel internacional a raíz de denuncias realizadas por misioneros occidentales –eran frecuentes los asesinatos, las mutilaciones de las manos, las violaciones, entre otras formas de violencia extrema–, el gobierno de Bélgica decidió tomar posesión de los territorios que hasta ese momento eran manejados por el rey, y el lugar pasó a denominarse Congo Belga hasta la independencia del país, en 1960.

De todas maneras, si bien el cambio de mando apaciguó en parte los niveles de explotación de la población local, lejos estuvo de detenerla y mucho menos cuando se descubrieron en el Congo inmensas minas de cobre, cobalto y otros minerales valiosos, que son explotados por empresas pertenecientes a varios países occidentales hasta el presente.

En su carta, el rey Felipe –que nació precisamente en 1960, expresó que este aniversario de la independencia congolesa es el momento de “renovar” la “amistad profunda” que une a los dos países, destacó la “cooperación intensa” entre ambos, sobre todo en materia sanitaria en este período de pandemia de coronavirus, y reafirmó su “compromiso” con el país africano. Además, el rey dijo que espera poder visitar pronto la capital congolesa, Kinshasa –llamada Leopoldville hasta 1966– ya que debido a la pandemia debió cancelar la visita que tenía prevista en respuesta a la invitación que le cursó el primer ministro Tshisekedi con motivo de los actos conmemorativos de la independencia.

Paralelamente, la primera ministra belga, Sophie Wilmès, afirmó que “es hora de que Bélgica mire cara a cara a su pasado. Eso pasa por el reconocimiento del sufrimiento de los demás”. Según el secretario de Estado para la región de Bruselas, Pascal Smet, “la región va a organizar un grupo de trabajo, con expertos y representantes de la diáspora colonial, para debatir sobre la presencia de estatuas de la época colonial en el espacio público belga”. Además, según se informó, la cámara del país constituirá una comisión en setiembre para examinar en profundidad el pasado colonial de Bélgica.

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