En un tribunal de Mineápolis se presentarán el lunes los alegatos finales en el juicio por la muerte de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años que fue asfixiado por un policía blanco de 44, Derek Chauvin. La indignación que generó este caso dio paso a una ola de protestas contra la violencia racista en medio centenar de ciudades de Estados Unidos y también fuera del país. A la consigna Black Lives Matter, la muerte de Floyd agregó otra: “No puedo respirar”, la frase que dijo momentos antes de morir asfixiado bajo el peso de una llave de Chauvin.
Para algunos de los testigos todavía son removedoras las imágenes de ese día, el 25 de mayo de 2020. En el juzgado Charles McMillan, un vecino de 61 años, lloró desconsolado después de que se exhibiera la filmación de la cámara que llevaba Chauvin. Recordó la impotencia que sintió cuando veía que Floyd se moría. Así comenzó el juicio, el 28 de marzo.
La defensa del policía intenta argumentar que Floyd murió porque sufría enfermedades y había consumido fármacos, y no por los más de nueve minutos durante los cuales Chauvin lo presionó contra el suelo, con su rodilla apoyada en el cuello del hombre inmovilizado. Para justificar esas imágenes, que también fueron filmadas por celulares de testigos, sus abogados dijeron que la presencia de personas que le pedían que soltara a Floyd porque lo iba a matar pudo resultar amenazante para Chauvin y los tres policías que lo acompañaban, Tou Thao, J Alexander Keung y Thomas Lane, que también serán juzgados este año por homicidio.
La filmación más conocida de esos minutos es la que tomó una adolescente, Darnella Frazier, que ahora tiene 18 años y declaró en el juzgado. “Vi a un hombre aterrorizado, rogando por su vida”, dijo. La gente le pedía a Chauvin que se detuviera, pero “parecía que no le importaba”, incluso presionaba más el cuello de Floyd, agregó. A veces, la adolescente se queda despierta de noche pidiéndole perdón a Floyd “por no haber hecho más”.
También Christopher Martin, de 19 años, piensa qué habría pasado si él hubiera actuado de un modo diferente ese día, según su testimonio. Trabajaba en Cup Foods, un comercio donde Floyd compró una caja de cigarrillos. Martin tuvo la impresión de que su cliente podía estar bajo efectos del alcohol o de otra sustancia, aunque aclaró que era capaz de mantener una conversación y era amable. Al momento de pagar, le pareció que el billete de 20 dólares que le dio era falso, pero que Floyd no parecía saberlo. Decidió notificarlo, y por eso llegó la Policía. No se le pasó por la cabeza que, como consecuencia, media hora después Floyd estaría muerto. “Si no hubiese recibido ese billete, esto se podría haber evitado”, dijo.
Floyd solía comprar en Cup Foods, y el dueño de ese comercio, Mike Abumayyaleh, lo conocía y tenía un buen concepto de él. Pero ese día, Abumayyaleh no estaba.
La vida de Floyd
Durante el juicio, varios testigos respondieron preguntas sobre su relación con Floyd, que tenía cinco hijos, la menor de ellos de seis años, y trabajaba como guardia de seguridad. Poco antes de morir había perdido su empleo, en momentos en que los efectos del coronavirus se empezaban a sentir en la economía de Estados Unidos.
Uno de los testigos fue su pareja, Courtney Ross, quien relató cómo se conocieron en 2017, que compartían su fe religiosa y que tanto ella como Floyd tenían problemas de adicción a los opioides desde que se los recetaron para sus dolores de espalda, pero trataban de sobreponerse a esa situación.
Los abogados que representan a la familia de Floyd advirtieron que ese día “George caminaba, hablaba, se reía y respiraba normalmente antes de que Derek Chauvin mantuviera su rodilla sobre su cuello, bloqueando su capacidad de respirar y extinguiendo su vida”, y repudiaron los “intentos de la defensa de construir la narrativa de que la causa de muerte de George Floyd fue el fentanilo en su organismo”.
También declaró una socorrista, Genevieve Hansen, que se acercó cuando una mujer gritó que la policía estaba matando a alguien. Dijo que no le permitieron asistir a Floyd, que ya estaba inmóvil. En la misma situación lo encontró el paramédico Seth Zachary Bravinder. Cuando él y su equipo llegaron, Floyd no parecía respirar, y los policías “todavía estaban encima de él”.
Según los policías que ahora están acusados de homicidio, Floyd se había resistido a ser esposado, y una vez que tenía las esposas se negó a entrar al auto policial y les dijo que era claustrofóbico. En ese forcejeo cayó al suelo y fue inmovilizado. Con los pulmones comprimidos por el peso de Chauvin, les dijo que no podía respirar, llamó a su madre, pidió “por favor”.
Otro de los testigos fue Donald Williams, un profesional en artes marciales que conoce la llave que utilizó Chauvin. Cuando vio la escena, le pidió al policía que se detuviera, porque estaba usando “fuerza mortal”. Como no lo hizo, llamó al 911 para avisar que un policía estaba “tratando de matar a un ciudadano”.
Cuando llegó su turno de hablar en el juicio, Chauvin invocó la Quinta Enmienda de la Constitución, que permite a una persona no hacer declaraciones para no autoincriminarse.
La muerte de Daunte Wright
Mientras transcurría el juicio por esta muerte, que se convirtió en un símbolo de la violencia policial contra la población negra de Estados Unidos, otro afroestadounidense desarmado, Daunte Wright, murió el fin de semana baleado por una policía blanca, Kimberly Potter.
Wright, que tenía 20 años y un hijo de dos, fue detenido por una infracción de tránsito. La matrícula del auto estaba vencida. Al verificar sus datos, la Policía vio que existía una orden judicial en su contra, por portar una pistola sin tener el permiso para hacerlo y por haberse escapado de los policías que lo detuvieron.
De acuerdo con la versión de la Policía, Potter quiso usar pistola táser contra Wright, y siguió el protocolo para hacerlo, pero por error sacó un arma de fuego y le disparó una bala en el pecho. Sin embargo, la Oficina de Aprendizaje Criminal de Minnesota advirtió que no es tan simple, que la funda de la táser estaba del lado izquierdo del cinturón de Wright, y la pistola del lado derecho. Por lo tanto tenía que utilizar distintas manos para sacar cada una. La funcionaria renunció a la Policía y el miércoles fue detenida, acusada de homicidio involuntario.
“Esto no fue un accidente. Esto fue un uso de la fuerza ilegal, intencionado y deliberado [...] alguien con 26 años de experiencia en el cuerpo policial [como tenía Potter] sabe la diferencia entre una táser y un arma de fuego”, dijo el abogado de la familia de Wright, Ben Crump. A su vez, uno de los hermanos de George Floyd, Philonise Floyd, manifestó: “Los vamos a apoyar. Lucharemos por justicia para esta familia, al igual que luchamos por nuestro hermano”.
La indignación llevó a nuevas movilizaciones, que se repitieron cada noche de esta semana en Mineápolis. Otra vez, los carteles insistieron en que las vidas de las personas negras importan, y en que “Si no hay justicia, no hay paz”.
Policía mató a un adolescente en Chicago
El día que comenzó el juicio por el asesinato de George Floyd, en otra ciudad estadounidense, Chicago, el disparo de un policía mató a Adam Toledo, de 13 años y origen latino. Si bien la Policía encontró un arma cerca del adolescente, los videos que difundió sobre lo ocurrido muestran que cuando Adam recibió un tiro en el pecho había levantado las manos, como le pidieron, y estaba desarmado.