Enorme malestar generaron en el gobierno turco que encabeza Recep Tayyip Erdogan las declaraciones realizadas el sábado por el presidente estadounidense Joe Biden, quien, en el marco de la recordación del 106º aniversario del comienzo de las matanzas de armenios por parte de las autoridades del Imperio otomano, se refirió al hecho como un “genocidio”, algo que ningún mandatario estadounidense había hecho en la historia.
“Recordamos las vidas de todos los que murieron en el genocidio armenio de la era otomana y volvemos a comprometernos a evitar que tal atrocidad vuelva a ocurrir”, decía el comunicado emitido por Biden, que había dicho que daría este paso durante su campaña electoral. El hecho fue saludado por la numerosa comunidad armenia estadounidense y por toda la diáspora armenia en el mundo, además de por el propio primer ministro armenio, Nikol Panisyhan, quien en su cuenta de Twitter dijo que las palabras de Biden habían “honrado la memoria” de los fallecidos, y agregó que “Estados Unidos demostró una vez más su compromiso inquebrantable con la protección de los derechos humanos y los valores universales”.
Este domingo el Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía convocó al embajador de Estados Unidos en Ankara para protestar por la decisión de Washington de reconocer el genocidio del pueblo armenio, acción criminal sistemáticamente minimizada por los gobiernos turcos. A pesar de que la enorme mayoría de los historiadores que abordaron el tema coinciden en que cientos de miles de armenios murieron cuando, en el marco de la Primera Guerra Mundial, las fuerzas otomanas los deportaron en masa desde el este de Anatolia al desierto sirio y a otros lugares a partir de 1915, la posición turca es que el término “genocidio” no es correcto porque no existió, de acuerdo a su visión, un intento sistemático de destruir al pueblo armenio, que profesa la religión cristiana.
“La declaración no tiene fundamento legal en términos de derecho internacional y ha lastimado al pueblo turco, abriendo una herida que es difícil de arreglar en nuestras relaciones”, dijo el ministerio en un comunicado consignado por la agencia de noticias AFP.
Los dichos de Biden fueron elaborados con mucha cautela, ya que se afirmó que las deportaciones y las masacres tuvieron lugar en el Imperio otomano y no en la actual República de Turquía. Incluso, de acuerdo a lo que informaron Reuters y Bloomberg con base en fuentes cercanas al mandatario, Biden habló telefónicamente con Erdogan el viernes, un día antes del anuncio, y lo puso al tanto de que reconocería al genocidio como tal.
“Vemos ese dolor. Afirmamos la historia. Hacemos esto no para culpar, sino para asegurarnos de que lo que sucedió nunca se repita”, dijo el mandatario demócrata el sábado. Uno de los primeros en reaccionar desde Turquía fue el propio presidente Erdogan, quien acusó a “terceros” de interferir en los asuntos de su país.
“A nadie le beneficia que los debates –que deberían llevar a cabo los historiadores– estén politizados por terceros y se conviertan en un instrumento de injerencia en nuestro país”, dijo Erdogan.
“El presidente Erdogan abrió los archivos nacionales de Turquía y pidió un comité histórico conjunto para investigar los eventos de 1915, a lo que Armenia nunca respondió”, dijo el domingo Ibrahim Kalin, portavoz del mandatario turco en Twitter. “Es una lástima que Biden haya ignorado, entre otros, este simple hecho y haya tomado una posición irresponsable y sin principios”, agregó.
Turquía es un aliado histórico de Estados Unidos e incluso es el único país de mayoría musulmana que integra la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y por esa razón ningún predecesor de Biden se había animado a dar el paso que sí dio el demócrata en su declaración del sábado.
El anuncio realizado por Biden se produce en un momento en que las relaciones entre ambos países no pasan por su mejor momento.
Recientemente Estados Unidos sancionó a funcionarios de defensa turcos y expulsó a Turquía de un programa de aviones de combate después de que el país presidido por Erdogan adquiriera el sistema de defensa S400, que es de fabricación rusa.