En un clima de tensión, el martes se desarrolló la Marcha de las Banderas, una manifestación organizada y promovida por grupos nacionalistas y de extrema derecha que se realiza para conmemorar la conquista por parte de Israel de la zona este de Jerusalén en la Guerra de los Seis Días de 1967.
Originalmente la marcha se iba a realizar en mayo, pero fue suspendida por el gobierno porque en ese momento estaba en desarrollo un enfrentamiento entre el Ejército israelí y Hamas, que se prolongó durante más de diez días.
El controvertido desfile, que se realiza todos los años, en esta ocasión congregó a cerca de 3.000 personas, según medios israelíes. La marcha tiene un perfil netamente provocador, ya que durante su recorrido se pasa por los barrios palestinos de Jerusalén, lo que no hace otra cosa que crispar las siempre latentes tensiones en la zona.
Portando banderas israelíes, los militantes de extrema derecha realizaron el desfile custodiados por la Policía, que chocó con manifestantes palestinos que salieron a las calles. Los incidentes más graves se registraron en las inmediaciones de la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja. Según reportó la Policía israelí, 17 personas fueron detenidas, en tanto que la Media Luna Roja informó que 33 manifestantes palestinos resultaron heridos y seis de ellos debieron ser hospitalizados, según consignó el diario israelí Haaretz.
Los manifestantes palestinos también tiraron piedras a la policía montada cerca del Ministerio de Justicia de la ciudad y dos efectivos fueron heridos.
Antes de la marcha, desde la Franja de Gaza se lanzaron hacia el sur de Israel numerosos globos inflamables, que provocaron varios incendios forestales. Hamas, organización palestina que gobierna en Gaza, había emitido horas antes de la manifestación un comunicado en el que pedía a los palestinos de Jerusalén que mostraran una “valiente resistencia” durante el desfile. Se llamó a la gente a reunirse en las calles de la Ciudad Vieja y en la mezquita de Al-Aqsa para “levantarse frente al ocupante y resistirlo por todos los medios para detener sus crímenes y arrogancia”. Por otra parte, Mohammad Shtayyeh, el primer ministro de la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania, denunció la marcha y la calificó como un acto de “provocación y agresión contra nuestro pueblo”.
La marcha ultranacionalista supuso una primera prueba para el flamante gobierno de Israel, que fue ratificado por el Parlamento el domingo y tiene como primer ministro al derechista Naftali Bennett, pero que incluye a partidos de todo el espectro ideológico, incluido un partido árabe, la Lista Árabe Unida.
Mansour Abbas, líder de este sector, que es la primera facción árabe en unirse a una coalición de gobierno en Israel, dijo en declaraciones radiales en referencia a la marcha que se oponía a cualquier “provocación”, y agregó que “cualquiera que haya visto y seguido este desfile sabe cuál es su propósito”.
En la marcha participaron varios legisladores, entre ellos Itamar Ben-Gvir, del Partido Sionista Religioso, sector de extrema derecha heredero del partido Kach –ilegalizado a mediados de los años 90–, que en las últimas elecciones obtuvo seis escaños en el Parlamento.
Durante la movilización, algunos de los manifestantes cantaron “muerte a los árabes” y “vamos a quemar sus aldeas”, expresiones que fueron tajantemente rechazadas por el actual canciller israelí, Yair Lapid, líder del partido centrista Yesh Atid, que fue el principal articulador del nuevo gobierno junto con Bennett.
En su cuenta de Twitter, Lapid criticó las expresiones violentas y aseveró que “el hecho de que haya extremistas para quienes la bandera israelí representa odio y racismo es abominable e intolerable”.
Lapid dijo también que “es incomprensible cómo se puede sostener una bandera israelí en la mano y gritar ‘muerte a los árabes’ al mismo tiempo”, y agregó que este tipo de expresiones “no son judaísmo ni israelíes y ciertamente no es lo que simboliza nuestra bandera. Estas personas avergüenzan al pueblo de Israel”.