Una nueva era comenzó este domingo en Afganistán luego de que los talibanes ingresaran a Kabul, la capital del país, dejando así atrás 20 años en los que el país asiático vivió épocas de cierta estabilidad bajo la tutela de las fuerzas de Estados Unidos y sus aliados, que habían llegado semanas después del ataque que el 11 de setiembre de 2001 tiró abajo las Torres Gemelas de Nueva York.
Medios locales e internacionales captaron las imágenes de un domingo caótico en la capital afgana, en la que viven cerca de cinco millones de habitantes. En medio de escenas de pánico, el presidente afgano Ashraf Ghani huyó del país y el embajador de Estados Unidos fue evacuado al aeropuerto de Kabul tras abandonar la embajada estadounidense mientras los diplomáticos buscaban desesperadamente destruir material sensible antes de ser trasladados por aire a un lugar seguro. El presidente estadounidense, Joe Biden, había dispuesto hacía pocos días el envío de 3.000 soldados para custodiar la salida del personal diplomático de su país en suelo afgano y lo mismo había sucedido con otras representaciones de naciones occidentales. Muchos helicópteros y aviones de poco porte sobrevolaron el cielo de Kabul desde tempranas horas del día, mientras miles de personas también intentaban salir de la ciudad. En la tarde se informó que los vuelos comerciales en el aeropuerto de Kabul habían sido cancelados; sólo podían operar las naves militares.
Incluso antes de que los talibanes anunciaran la proclamación del nuevo Emirato Islámico de Afganistán, ya era evidente que la organización fundamentalista había retornado al poder después de su primer gobierno, que tuvo lugar entre 1996 y 2001.
En las primeras horas del domingo, ya en las afueras de la capital, los líderes talibanes ordenaron a sus tropas no ingresar a la ciudad hasta que no se negociara con las autoridades, de manera de evitar más muertes.
“Nuestras fuerzas no están entrando a la ciudad de Kabul. Queremos una transferencia pacífica del poder”, dijo el portavoz Suhail Shaheen, según informó el diario inglés The Guardian. Pero con la rendición aparentemente inevitable, las fuerzas de seguridad del gobierno afgano desaparecieron y comenzaron a producirse saqueos en varios puntos de la ciudad. Ante esta situación, los talibanes afirmaron que sus hombres eran necesarios para restablecer el orden. Así, entraron a Kabul no como combatientes sino como policías, presentándose como funcionarios de un gobierno a la espera de comenzar sus tareas.
Efecto dominó
La ofensiva del grupo fundamentalista islámico sobre el territorio afgano, que sobrevino tras la retirada de las tropas estadounidenses y de sus aliados, sorprendió en Occidente por su rapidez. De hecho, hace pocos días fuentes de la inteligencia estadounidense citadas habían expresado que Kabul podría quedar aislada en 90 días, antes del ataque final de los talibanes.
Pero lo cierto es que el avance talibán fue acompañado de una más que tímida resistencia por parte de las fuerzas armadas, cuyos integrantes estaban desmoralizados al haber sido prácticamente abandonados a su suerte por el Ejecutivo, que no les dispensó armas, ni les pagaba debidamente, además de dejarlos sin otros suministros tan elementales como la alimentación. En este contexto, en las últimas semanas los talibanes fueron tomando vastas zonas del país y capitales provinciales hasta este domingo, cuando irrumpieron en Kabul.
La cadena televisiva panárabe con sede en Catar Al Jazeera difundió imágenes en las que decenas de talibanes fuertemente armados se encontraban dentro del Palacio Presidencial, que había sido abandonado horas antes por el ahora exmandatario afgano, Ashraf Ghani, quien ante el avance de los fundamentalistas optó por dejar el país. Si bien inicialmente se informó que Ghani había escapado a Tayikistán, horas después se supo, por información brindada por su equipo de seguridad, que estaba en Tashkent, la capital de Uzbekistán, desde donde envió un mensaje que publicó en sus redes sociales.
“Los talibanes lograron expulsarme, están aquí para atacar a todo Kabul y al pueblo de Kabul. Para evitar un baño de sangre pensé que lo mejor era salir del país”, expresó Ghani, de 72 años, quien era el mandatario afgano desde 2014.
Esta abrupta salida sorprendió a sus adversarios políticos. Abdullah Abdullah, quien había dejado de lado las diferencias para colaborar con el gobierno de Ghani, dijo que “Dios lo hará responsable” por abandonar la capital, informó la agencia Associated Press. También se manifestó sorprendido el expresidente Hamid Karzai; esperaba que Ghani permaneciera en el país para tener algún tipo de negociación con los talibanes o al menos establecer las condiciones para una transición.
Obviamente que, además de reacciones internas, la vuelta de los talibanes al poder generó numerosas reacciones a nivel internacional. En este sentido el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas se reunirá el lunes en la sede de la entidad en Nueva York para discutir sobre la situación en el país asiático.
Pero este domingo, pocas horas después de conocida la caída de Kabul en manos de los fundamentalistas islámicos, la diplomacia estadounidense expresó su parecer. El secretario de Estado de la administración Biden, Antony Blinken, minimizó la salida apresurada de Estados Unidos al decir que “esto evidentemente no es Saigón”, haciendo referencia a la salida de los funcionarios del país luego de la derrota en la guerra de Vietnam.
Hablando con la cadena ABC, Blinken confirmó que antes de retirarse de la sede diplomática los trabajadores de la embajada destruyeron numerosos documentos para evitar que material sensible caiga en manos de los talibanes, pero agregó que dicha tarea “se está haciendo de manera ordenada y con las fuerzas estadounidenses allí para garantizar que podemos hacerlo de forma segura”.
Blinken además defendió la decisión de Biden de poner fin a la misión militar estadounidense de casi 20 años en Afganistán, diciendo que fue parte de un acuerdo de retirada que el entonces presidente Donald Trump alcanzó con los talibanes el año pasado.
Si Biden hubiera cancelado la retirada, “habríamos vuelto a la guerra con los talibanes y nos habríamos visto obligados a enviar miles de fuerzas estadounidenses a Afganistán”, agregó Blinken.
Por su parte, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, expresó que no es posible una “solución militar” a la situación en el país asiático y agregó que lo que habrá que hacer ahora es “trabajar con todos nuestros socios en el mundo que comparten el interés en evitar que Afganistán se convierta una vez más en un caldo de cultivo para los terroristas”.
Los talibanes son un grupo guerrillero integrado mayoritariamente por afganos de la etnia pastún, todos ellos musulmanes sunníes, que tuvo su germen durante la guerra contra la Unión Soviética entre 1978 y 1992. Posteriormente, bajo el liderazgo del mulá Mohammad Omar –quien murió en Pakistán en 2013– llegaron al poder en 1996, instaurando un régimen teocrático que causó conmoción por la implementación de una particular interpretación de la sharia (ley islámica), aniquilando a los adversarios políticos y suprimiendo los derechos de las mujeres, quienes no podían estudiar ni trabajar, además de ser fuertemente reprimidas en la vida cotidiana.
Los talibanes además prohibieron la música, los estudios seculares y todo lo que tuviera que ver con la cultura occidental, desde la vestimenta hasta los libros.