Tras un proceso de recolección de datos durante meses, esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE) presentó los datos preliminares del censo. El gobierno destacó que, por primera vez, se hizo de forma presencial y digital a la vez, lo que en parte facilitó el estudio. Entre los grandes datos, el INE resaltó que se estima que en Uruguay hay unas 3.444.263 personas, que se dividen en 52% de mujeres y 48% de hombres. Esto significa que entre 2011 –último año en que se realizó el censo– y 2023 la población creció sólo 0,08% anual, lo que habla de una población básicamente paralizada en el período intercensal.
En tanto, en el mismo informe se da cuenta de que la población actual presenta “mucho envejecimiento”; las personas de 0 a 14 años pasaron de ser 28% en 1963 a 18% en 2023 y hubo “un crecimiento muy importante” en el grupo de personas mayores de 65 años, la cantidad de personas de más de 100 años se duplicó en las últimas dos décadas y son “más de 26.000 las personas que tienen más de 90 años, por lo tanto, el país tiene una población ‘envejecida’”, planteó el director del INE, Diego Aboal, en la presentación de los datos preliminares.
El sociólogo y demógrafo Ignacio Pardo reflexionó en diálogo con la diaria que los datos que arroja el censo son la “confirmación” de un “escenario al que Uruguay se estaba acercando y que estará con nosotros por un buen tiempo: el de una dinámica demográfica que ya no tendrá crecimiento significativo en su cantidad de habitantes, con baja fecundidad y con envejecimiento de su estructura por edades”.
En tanto, la también demógrafa Mariana Paredes expresó que “no son muy sorprendentes” los datos que se dieron a conocer “dado que las tendencias en general se mantienen y, en todo caso, se acentúan”. “Hay menor fecundidad, mayor envejecimiento de la población y deberían estimarse con mayor precisión las tendencias de migración, en particular las de emigración”, agregó.
Paredes dijo a la diaria que los desafíos demográficos no necesariamente son “políticos” ni tampoco, dijo, están de acuerdo con las “apreciaciones ‘cataclísmicas’”. “En general estas tendencias en el mundo son bastante poco reversibles. Lo que hay que hacer es acostumbrarse a que somos una población estancada en su crecimiento, envejecida y salir un poco del paradigma de que tener más personas mayores es un ‘peso’, dado que esto responde a un paradigma anticuado de la vejez”, consideró, y agregó que las personas mayores no son algo que hay que “sostener”, porque “aportan mucho a varias dimensiones de la sociedad –el tema de cuidados es un ejemplo–, no hay que aislarlas, hay que integrarlas y potenciarlas”.
Pardo sostuvo que los desafíos que se suelen mencionar son los vinculados a las tensiones a las que “queda sometida la matriz de bienestar social o el mercado laboral con este nuevo contexto, pero las sociedades pueden transformar estas dimensiones de múltiples formas y los conflictos en torno a estos temas no son únicamente demográficos”.
“No sorprende” la baja en la natalidad
La baja en la natalidad parece no ser novedad; a modo de ejemplo, el INE informó que el año pasado hubo 32.301 nacimientos, cuando se esperaban 44.791, mientras que fallecieron 39.322 personas. Aboal dijo que las perspectivas hacia adelante son “de caída”. Al respecto, en el informe del INE se señala que las proyecciones demográficas de Naciones Unidas “pronostican un descenso poblacional en varios países de la región en las próximas décadas que se explica por un aumento de la velocidad en que baja el número de nacimientos”.
Paredes dijo que el crecimiento poblacional, de casi un 1%, “no sorprende” porque ya estaba presentada esta tendencia por el mismo INE en el censo pasado. “Esto depende del ajuste de algunos cálculos con la omisión censal. La población de momento es ‘estimada’ y preliminar”, aclaró. Pardo, en tanto, fue en la misma línea que Paredes.
“La gran sorpresa ya la procesamos en 2016-2022, cuando la fecundidad descendió con mayor velocidad de lo previsto. Conocidos estos datos, era de esperar un crecimiento poblacional mínimo, aunque una versión definitiva de los datos censales permitirá luego conocer la parte sobre la que hay información más imperfecta: los movimientos de inmigración y emigración del período”, expresó el académico.
Al ser consultado sobre cuánto jugó en contra para el crecimiento de la población la cantidad de fallecidos por covid que se registraron durante la emergencia sanitaria, Pardo expresó que “generaron un crecimiento natural negativo” en 2021 y 2022. Dicho de otro modo, “en esos años hubo más muertes que nacimientos”. “Esto en alguna medida aceleró algo que de todas maneras estaba cerca de suceder, ya que las cifras de nacimientos y muertes iban acercándose. Cuando coinciden, el crecimiento natural, es decir, sin contar la migración, se hace cero”, reflexionó.
En tanto, Paredes señaló que esto aún se está estimando. “En Uruguay se registró un exceso de mortalidad en los últimos tres años, pero este exceso no está dado sólo por el covid-19. Estamos haciendo cálculos en función de la evolución de las otras causas de muerte. Si bien en 2021 y 2022 tuvimos exceso de mortalidad, no fue así en 2020, por lo cual hay que ajustar bien los cálculos para dar un dato definitivo”, consideró.
El saldo migratorio “será decisivo”
Sin los migrantes que viven en Uruguay, “tendríamos que estar anunciando una caída de población”, había dicho Aboal en la presentación de los datos preliminares. Actualmente residen en el país unas 61.800 personas con cédula de identidad extranjera. En 2011 representaban 2% del total, mientras que en la última medición, el 3%.
Pardo expresó que “de aquí en más”, dado que habrá un crecimiento natural “seguramente cercano a cero”, el saldo migratorio “será decisivo” en las tendencias demográficas. Sin embargo, planteó, la migración “es un fenómeno de dos direcciones”: “Aun en este período en el que afortunadamente hubo tantos migrantes extranjeros y uruguayos retornados, también hubo emigración, como sucede estructuralmente en nuestro país, y con los números finales el saldo migratorio posiblemente esté cercano a cero”.
Por su parte, Paredes señaló que esos datos también “hay que estimarlos con precisión”, sobre todo la estimación de la emigración en el período intercensal en el país. “Los inmigrantes en este caso contribuyeron a que el crecimiento no fuera menor. Pero también son datos que hay que ajustar”, apuntó.
Nada nuevo
Según los datos del INE, la urbanización avanza mínimamente en Uruguay si se lo compara con datos anteriores. Por ejemplo, en 1963 el 19% vivía en zonas rurales, mientras que en 1975 lo hacía el 17%, en 1985, el 13%, en 1996, el 9%, en 2011, el 5%, y ahora, en 2023, el 4%. Pardo analizó que Uruguay tuvo una urbanización “muy precoz”: “prácticamente desde su independencia fue un país más urbano que los de la región”.
“En el censo anterior la población rural era del 5%, por lo que el 4% actual es la continuación de la tendencia, que quizá no continúe demasiado a la baja por estar ya en números muy pequeños. Hay razones de largo plazo y transformaciones de las décadas más recientes (tecnológicas, de vivienda, de mayor facilidad en la movilidad cotidiana) que lo explican. No creo que haya que tomar medidas para revertir el proceso”, apuntó el sociólogo.
En tanto, Paredes expresó que Uruguay siempre tuvo una población muy baja en entornos rurales “dada su estructura productiva”, por lo que no sería “un dato nuevo”.