La placa fue instalada en plaza Pisón, frente a la comisaría. “Por lo menos no queda tapado por el olvido”, comentó a la diaria Ricardo Tito González, uno de los protagonistas de aquellas jornadas de 1974 que, para él, así como para Elgard Eyheralde y José Luis Piedra Cueva, marcaron apenas el comienzo de una prolongada reclusión. “No cometimos más delito que el tener una idea política”, apuntó acerca de las detenciones de 41 personas que tuvieron lugar el 11 y 12 de octubre de aquel año.
Él y Eyheralde fueron los encargados, el vierns, de descubrir la placa en el acto oficial organizado a partir de la resolución de la Comisión Nacional Honoraria de Sitios de Memoria y convocado por el Municipio de Sarandí Grande.
Un rumor
Para el 12 de octubre de 1974 estaba prevista la presencia, en Sarandí Grande, del dictador Juan María Bordaberry, para encabezar los actos por el aniversario de la batalla de Sarandí así como de la celebración del centenario del proceso fundacional de la villa. La noche previa se inició una serie de operativos, con allanamientos y detenciones, que continuaron hasta el mediodía del sábado 12.
Alberto Javier Mazza, que llevó adelante la investigación que recogió testimonios y aportó documentos sobre lo ocurrido, explicó a la diaria que, de acuerdo con el registro del Servicio de Información de Defensa (SID) –accesible en el archivo Berrutti–, las detenciones tuvieron como fundamento un rumor sobre la preparación de un atentado contra Bordaberry. “En vísperas de un nuevo aniversario de la batalla de Sarandí, la Policía local, como consecuencia de un rumor sobre un posible atentado al presidente de la República, detuvo a algunos elementos izquierdistas de la zona, en averiguaciones”, indica el documento.
Con el paso de las horas, paulatinamente fueron liberados 34 de los 41 detenidos, y los siete restantes fueron trasladados al batallón de Florida. Allí finalmente quedaron los entonces veinteañeros González y Eyheralde, junto a Piedra Cueva, pasando los tres a la Justicia militar.
“El amor, la verdad y la justicia”
Mazza apunta que, más allá de su adhesión al Frente Amplio, varios de los jóvenes detenidos “formaban parte de grupos católicos y metodistas que se vincularon dentro de la sociedad de Sarandí Grande. Algunos testimonios mencionan actividades conjuntas, ya sea encuentros o algún campamento, a pesar de ser de dos congregaciones diferentes desde el punto de vista religioso”.
Si bien para 1974 Piedra Cueva ya había colgado los hábitos, había llegado a Sarandí en 1971 como sacerdote adjunto de la parroquia local de la iglesia católica; adhería al Partido Demócrata Cristiano. No fue el único referente religioso entre los detenidos del 11 de octubre. También estaba el pastor metodista Diego Frisch. En el archivo de la SID, se afirma que ambos “llevaban” a los jóvenes “a reuniones cristianas en las que discutían temas tales como el amor, la verdad y la justicia, actividad esta que utilizaban como pantalla para ir, poco a poco, concientizándoles y politizándoles sobre ideas socialistas para llegar a tener un semillero pro tupa”.
“Éramos tan peligrosos que teníamos un grupo de jóvenes y nos íbamos de campamento a La Paloma, con una guitarra, tratando de pasarla lindo. Esos eran los delitos más grandes que cometíamos”, ironizó Eyheralde, poco antes del acto de descubrimiento de la placa, al cerrar un conversatorio que se realizó en el teatro municipal.
Mazza explicó que Piedra Cueva, González y Eyheralde permanecieron seis meses recluidos en la caja de un camión, en el Batallón 2 de Florida, unidad en la que sufrieron “torturas, apremios físicos y apremios psicológicos”.
Eyheralde contó que, entre el calvario, “había algunos guardias que eran buena gente”, y que uno de estos les comentó que en otras unidades los presos fabricaban piezas de ajedrez y de dominó con migas de pan. Hicieron algunas piezas, y también cartas, a partir de cartulinas, y todo lo mantenían oculto hasta la noche. En abril de 1975 los dos jóvenes fueron liberados. Piedra Cueva permaneció hasta fines de ese año.
Tras ser liberado, Ricardo González, que al momento de la detención era un estudiante avanzado de Magisterio, dejó Sarandí Grande y se exilió en la zona rural, en Polanco del Yi. “La carrera de Magisterio fue dejada de lado, en primer término por el miedo, porque fue algo en lo que no teníamos nada que ver. Si fuera que andábamos involucrados en algo, en ese caso diríamos que estábamos pagando las consecuencias. Pero fue un castigo por ser frenteamplistas. Lógicamente, para mucha gente, en aquellos tiempos, era como tener lepra. Y más en la zona rural, que fue a donde fui. En los primeros años fue muy difícil, porque te marginaban de todos lados. La gente que sabía te miraba como si fueras una amenaza a la población”, dijo a la diaria. En Polanco del Yi “tuve que aprender a ordeñar, a carnear y a hacer todas las tareas del campo, de las que, hasta ese momento no tenía ni la menor idea”. Recién en la década de 1990 volvió a Sarandí, donde edita, desde 1992, el semanario Renacer.
Reunidos en la plaza
En el acto en la plaza Pisón, Mercedes Cunha, en representación de la Red Nacional de Sitios de Memoria, dijo que la declaración de estos sitios ha alcanzado 15 departamentos, que “falta todavía”, y que, además, las declaraciones “se concentran” en capitales departamentales. En ese marco, destacó la iniciativa que emergió en Sarandí Grande.
Ante un público en el que hubo desde alumnos liceales a algunos de los detenidos en 1974, así como familiares y amigos, Federico Caetano, concejal frenteamplista del Municipio de Sarandí Grande y miembro del colectivo que promovió el sitio de memoria, recalcó que históricamente lo común ha sido escuchar “que en Sarandí nunca pasó nada en la dictadura”. Lo mismo indicó, durante el conversatorio, el profesor Nicolás Vaz, también integrante del colectivo promotor. En el mismo ámbito, el investigador Maximiliano Santos subrayó la relevancia de los registros y lo necesario que es sistematizarlos para rescatar la memoria, así como la importancia de “dialogar con los espacios”.
El conversatorio se cerró cuando el moderador, el periodista Dino Cappelli, se salió del libreto y convocó al escenario a González y Eyheralde. Después de unos breves comentarios y de ser saludados con un aplauso cerrado por un teatro lleno, con una gran cantidad de jóvenes en la sala, Eyheralde fue bajando las escaleras, emocionado, al grito de “¡Sueñen! Ustedes, los jóvenes, sueñen, que vale la pena soñar”.