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Jon García Ormaza.

Foto: Pablo Vignali

Jon García Ormaza: “El suicidio se puede prevenir si conozco cuáles son los factores de riesgo”

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De visita en Uruguay, el psiquiatra vasco dará hoy una charla abierta en el Instituto de Higiene.

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Los conflictos interpersonales, las dificultades de pareja, las separaciones, los problemas económicos y legales, en adultos, y la discriminación en niños y adolescentes: esos son, según el psiquiatra Jon García Ormaza, los principales motivos por los que se suicidan las personas, más allá de las fronteras. Esa noción se ve reflejada en el título de la charla que dará hoy a las 19.00 en el Instituto de Higiene de la Universidad de la República (Udelar): “Suicidio en el País Vasco y Uruguay. Reflexiones y perspectivas en un mundo global”. García Ormaza es médico psiquiatra y doctor en Neurociencias, y trabaja en la Red de Salud Mental de Bizkaia; su tesis de doctorado indagó en la relación entre las tasas de desempleo y el suicidio en el municipio vasco de Barakaldo entre 2003 y 2014, y ahora trabaja en un proyecto en base a autopsias psicológicas, una técnica que indaga en los motivos que llevaron a las personas a tomar esa decisión, pero que a la vez parece dar cierto alivio a quienes rodeaban a la persona, y ofrece herramientas para prevenir otros suicidios. Llegó ayer a Uruguay, a partir del contacto con el sociólogo Pablo Hein, que conforma el Grupo de Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida en el Uruguay, en el que trabajan técnicos de la Udelar y de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Mañana encabezará una jornada de trabajo –titulada “La conducta suicida en edades tempranas: prevención, intervención y posvención”–, organizada por ASSE y dirigida a técnicos prevencionistas que trabajan en infancia y adolescencia; además, tendrá un encuentro con forenses, psicólogos y asistentes sociales del Instituto Técnico Forense.

A García Ormaza le preocupa “la realidad sociológica del suicidio”, algo que no es de interés de muchos profesionales, y eso fue, también, lo que lo vinculó a Hein.

¿Cómo surgió el título de las charlas?

La mayoría de las personas que deciden terminar con su vida no son pacientes psiquiátricos: hay muchas personas que no padecían un trastorno mental y lo que viven es una realidad difícil, plagada de problemas –sentimentales, económicos, legales, sociales–, que llegan a un nivel de sufrimiento psíquico de desesperanza en el que no ven salida y que, en ocasiones, si no hay una red social o una red familiar que proteja, detecte eso y ayude, pueden llegar a pensar que no vivir es la única solución a ese sufrimiento. Lo que quería toda persona que se ha quitado la vida era dejar de sufrir. De ahí ese título de un mundo globalizado, porque más allá de las diferencias –en Uruguay hay unas tasas de suicidio bastante elevadas, el doble de las que hay en España–, probablemente si indagáramos caso por caso la realidad de esa persona que ya no está, veríamos que los problemas que pudieron motivar esa decisión son similares. La charla de prevención del suicidio en edades tempranas es un concepto complejo que tiene que ver con muchas cuestiones: con las redes sociales y las nuevas tecnologías, no porque sean malas, sino porque vivimos en un mundo hipertecnificado y probablemente nuestra psicología no es capaz de evolucionar a la velocidad que lo hacen las comunicaciones o las máquinas; probablemente también porque estamos viviendo en familias que, sin darse cuenta, están cambiando de manera muy importante su funcionamiento y su estructura habitual, y progresivamente los niños pasan menos tiempo con sus padres, al tiempo que evidentemente el colegio no puede y tampoco debiera asumir la responsabilidad de maternaje, de paternaje. Debemos tener una buena imagen de lo que está pasando en cada sociedad si queremos, de una manera eficaz, prevenir muertes por suicidio, porque esta siempre ocurre cuando al menos se dan dos circunstancias: una es que la persona sufra mucho –el dolor psíquico, el más insoportable que un ser humano pueda padecer–; y luego, estar en soledad, una soledad que puede ser real o irreal, pero si una persona se siente sola y está sujeta a ese dolor, y no ve salida a ese sufrimiento, podría haber un momento en que se vea como en un túnel y piense que dejar de vivir es la única manera de aliviar el dolor. El suicidio tiene otras repercusiones, como son los que quedan después de la pérdida de un ser querido por suicidio, los supervivientes, que durante muchísimo tiempo han sido los grandes olvidados: hablas con ellos y dicen que sufren una doble pérdida, la pérdida del ser querido y la pérdida social: la gente no pregunta, todavía hay un tabú social, un estigma contra el que es muy difícil luchar, porque no se ha visibilizado bien la realidad del suicidio. Soy partidario de visibilizar la realidad del suicidio: que todos los seres humanos vivimos una carrera de obstáculos en la que tarde o temprano nos tropezamos, que tenemos derecho a pasar por depresiones, a pedir ayuda, a recibirla, y todo eso puede proteger del suicidio. Pienso que esa sería la labor de los medios de comunicación, una labor preventiva.

Estudiaste el registro de suicidios del Municipio de Barakaldo de 2003 a 2014 para evaluar el impacto de la crisis económica de 2008. ¿Qué encontraste?

En 2007, 2008 las tasas de desempleo se llegaron a duplicar. Vimos que las tasas generales de suicidio no se incrementaban, y eso se ve en casi todas las sociedades –es un evento relativamente estable–, pero sí que determinados acontecimientos sociales, económicos, inciden en poblaciones concretas. Uno de los hallazgos significativos fue que la inmensa mayoría de las personas que habían muerto por suicidio no tenían antecedentes psiquiátricos reconocidos; que los que sí tenían antecedentes psiquiátricos y eran beneficiarios de una ayuda económica se suicidaban menos en épocas de crisis, entonces hablaba a favor de mantener esas ayudas, porque demostraba que era una protección eficaz. Hablando de poblaciones concretas, vimos que había un incremento significativo en mujeres que eran madres de familia, solteras, monoparentales, y ellas solas eran las que tenían que sacar adelante la casa en ese momento de dificultades; una de las posibles razones para que se suicidaran más en ese período era que ellas habían llegado a un límite. Tenemos claro que los factores de riesgo para morir por suicidio son prácticamente los mismos en todos los grupos. Hay un grupo de gente que vive en exclusión social, que es vulnerable de morir por suicidio: el colectivo LGTBI cuando es discriminado, los niños cuando son discriminados en el colegio por una dificultad, por su nivel económico, por su raza o etnia, etcétera; la discriminación, la expulsión, no formar parte de un grupo es un grave riesgo para morir por suicidio, porque sentirse parte de una familia, de un grupo, de un colectivo, protege. El suicidio se puede prevenir si conozco cuáles son los factores de riesgo, si conozco cómo trabajar o a dónde puedo derivar o qué recomendaciones puedo dar, puedo proteger a esa persona también.

Ahora estás trabajando en el proyecto “SU2: Metodología y localización de los suicidios en Bizkaia”, que se basa en autopsias psicológicas. ¿Qué son?

La autopsia psicológica es un procedimiento post mortem que intenta dar luz sobre las últimas semanas, meses, de la persona que murió, para tratar de comprender la causa del suicidio.

Partimos de la hipótesis, que es casi una certeza, de que las razones que aboca una persona a no poder seguir luchando son casi siempre las mismas: la número uno a nivel mundial son los conflictos interpersonales, las dificultades en las parejas, la separaciones, los divorcios litigiosos, los problemas económicos, los problemas legales; esas situaciones, en una persona vulnerable, pueden actuar casi como un gatillo, por eso es muy importante ver qué pasó, si queremos que pase menos, o si queremos que esas situaciones sean más fáciles para nuestros vecinos y vecinas. Desde 2010 estamos llevando a cabo un estudio con el Instituto Vasco de Medicina Legal, que tiene el registro de todas las personas que han muerto por suicidio en Bizkaia, entre 80 y 100 personas al año. Son entrevistas que duran 40, 50 horas; lo ideal sería llevarlas a cabo no sólo con la familia, con la viuda, el viudo, los hijos, sino también con los compañeros de trabajo, con los amantes, con los amigos, con los empleadores, con los vecinos; eso sería lo ideal, porque cada persona tiene una versión. Lo hacemos en los casos de niños y los adolescentes más jóvenes, y las posibles motivaciones que encontramos son siempre las mismas: la número uno es la discriminación, ya sea por orientación sexual, por ser un niño inmigrante, por su aspecto físico, y en otros casos hemos detectado la presencia de un trastorno psiquiátrico, pero sólo en una de cada tres personas muertas por suicidio encontramos evidencias para poder decir esta persona tenía un trastorno psiquiátrico.

En la autopsia psicológica se revisan los historiales médicos, se puede hacer una autopsia virtual, a través de redes sociales, se analiza el lugar de la muerte y un calendario de eventos vitales adversos, qué le pasó a esa persona en los últimos meses. Yo vivo en la costa, en la zona de acantilados y ahí el primer método habitual por suicidio es la precipitación, saltar desde lugares altos, desde el hogar o desde acantilados o puentes. Tenemos el registro de todas las personas que han muerto por suicidio en 2010, estamos identificando los puntos habituales por suicidio por precipitación que los llamamos hot spot, puentes, acantilados, que no son muchos, porque creemos que actuar sobre ellos es efectivo.

¿Poner vallas, por ejemplo?

Si es un acantilado no podemos vallar, pero se pueden poner paneles disuasorios, teléfonos de ayuda, a las mismas personas que están por allí patrullando para que la gente no deje un coche abandonado se las puede ayudar a detectar personas en riesgo. una persona que se quiere quitar la vida no suele ir acompañada, y eso se ha demostrado eficaz en otras partes del mundo, como en Estados Unidos, en Canadá, en Australia. Luego estamos identificando qué perfiles de riesgo existen, qué características aúnan un grupo mayor de personas que se han quitado la vida.

Las personas no tienen con quién hablar porque la gente no les pregunta. Como se manejan entre mover el dedo en la llaga y dar una oportunidad de hablar?

El respeto a la familia y los amigos es lo primero. Se suele recomendar hacerlo entre uno y seis meses después del fallecimiento, pero no pasa nada por que sea mucho después porque es un evento tan tan importante que no se olvida, que no hay un posible sesgo de memoria de que no me vaya a acordar de ciertas cosas. Para acercarnos con la máxima sensibilidad a las personas lo que hemos hecho, desde el momento en que una persona muere por suicidio y la persona recibe el informe posforense en el centro de medicina legal, se les explica que tienen derecho a recibir asistencia, que es voluntaria, cuando quieran, se les da información del objetivo y si en determinado momento ven que les puede servir de ayuda, se les da un número de teléfono, en el que pueden contactar. También se hace acercamiento desde el médico de cabecera, conocen que el servicio existe. La autopsia psicológica no es más que una entrevista en la que se escucha a la persona que está frente al entrevistado, hay una serie de preguntas abiertas: por qué cree que pasó, cree que pudiera haberse evitado, cree que hubo algo en la vida de su hijo que pudiera haber facilitado que eso ocurriera, pero de una manera muy abierta. luego, cuando revivimos diferentes entrevistas, si la familia lo desea y suele ser recomendable, les hacemos una devolución de a qué hemos llegado, qué deducciones hemos podido realizar. Lo que hemos visto siempre es que la autopsia psicológica tiene un efecto beneficioso en la familia, porque ayuda a incrementar la motivación de la persona que perdió, ya que si yo puedo llegar a comprender parte del sufrimiento que mi abuelo estaba padeciendo, eso puede aliviar la culpa o la herida que en mí supuso esa pérdida. Muchas veces desconocemos qué estaba pasando esa persona, y lo que estaba pasando esa persona es universal.

La prevención debe desarrollarse en niveles complejos de la salud pero también en el entorno de las personas, ¿no?

Hay una prevención específica, orientada a esos colectivos que sabemos que son de riesgo: que tienen un trastorno mental –trastornos depresivos, de personalidad, consumo de tóxicos–; colectivos que pueden ser discriminados por su orientación sexual o por su exclusión social; las personas que han tenido tentativas previas de suicidio; personas que han perdido a un ser querido por suicidio; esas personas deberán tener un abordaje dirigido, va a tener que haber valoraciones de su médico de cabecera y de salud mental. Eso sería la prevención específica, pero luego es fundamental, si queremos que a medio plazo disminuya el suicidio, que haya una prevención universal, que no es más que una visibilización y una aceptación en la calle, en todos los tejidos sociales, en todos los agentes sociales, de que las personas, en determinadas circunstancias, pueden perder el sentido de la vida y pueden pensar en quitársela, y de que eso se puede evitar; y eso se logra protegiendo las clases sociales que la están pasando peor, con servicios de salud accesibles y de calidad, formando a los médicos de atención primaria, a los maestros, a los educadores de tiempo libre, haciendo que la realidad del suicidio exista en todas las capas sociales. No desde la alarma, sino desde la aceptación de que es una realidad que está ahí y que a ti, a mí o a cualquiera nos puede tocar.

Decías que no hay muchos profesionales que se dediquen a estudiar a este tema. ¿Por qué?

Yo llevo 15 años como psiquiatra, puedo decir que en los primeros años el libro que más me impactó fue un tratado de psiquiatría que me compré el primer año de residencia y en el capítulo de suicidio decía el autor hay dos tipos de psiquiatras, aquellos que ya hemos perdido a pacientes por suicidio y los que los vais a perder. Y es así. Sigue existiendo entre los psiquiatras, concretamente, al final el suicidio termina de ser el mayor fracaso que puede tener un psiquiatra, y ante un fracaso una persona puede tomar un comportamiento u otro, y uno muy habitual es el del rechazo o el de negación, decir no se podría haber hecho más, o decir, fíjate, con la ayuda que le ofrecimos y acabó haciendo esto. Por cuando trabajo con gente que quiere ayudar a personas que han sobrevivido a intentos de suicidio lo primero que les digo es si queremos ayudar a una persona que se ha intentado quitar la vida tenemos que partir de la idea de que esa persona estaba sufriendo y quería dejar de sufrir. Tiene que ser ese el acercamiento, porque si no la actitud va a ser decir este es inevitable. Hay que ser realista, hay perfiles clínicos muy concretos en los que las tentativas de suicidio son muy habituales y por desgracia terminan en fallecimiento, pero el suicidio en un porcentaje importante se puede prevenir.

¿Y cuando leíste ese libro fue que te decidiste a trabajar el tema suicidio?

Bueno, aquello me impactó, y luego en la carrera he perdido amigos, gente más cercana que amigos aún y algún paciente por suicidios, pero con cada persona de mi entorno que ha muerto por suicidio he aprendido muchísimo más, quizás por eso soy de analizarlo todo: qué se hizo, qué no se hizo, qué se dijo, qué no se dijo, qué se pensó y qué no se pensó. Por eso creo que cuando ocurre un suicidio hay que hacer una reunión multidisciplinar, una autopsia psicológica, llamémoslo como queramos, y ver qué pudo fallar, precisamente para generar algún conocimiento que pueda ser aplicado en el futuro.

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