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Planta de tratamiento de residuos hospitalarios, en Las Piedras (archivo).

Foto: Pablo Nogueira

En 2017 hubo 31.600 accidentes laborales, casi 10.000 menos que en 2016

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35% tuvo como protagonistas a trabajadores menores de 25 años.

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Las cifras lo dicen todo. Casi tres millones de personas mueren cada año en el mundo por trabajar: 86% de estas muertes se producen por enfermedades relacionadas con su labor, y el restante 14% son resultado de accidentes producidos durante la jornada. Si se toman en cuenta las lesiones profesionales –no mortales–, suben a 374 millones los afectados. Una arista del problema muestra que este se profundiza cuando se trata de los más jóvenes –tanto por su reducida experiencia laboral como por su escaso conocimiento sobre sus derechos–, y Uruguay no es la excepción a la regla.

El sábado se conmemoró el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, y en ese marco, el Consejo Nacional Tripartito de Seguridad y Salud en el Trabajo y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentaron el viernes la campaña que se difundirá en todo el país enfocada en los trabajadores menores de 25 años de edad.

Acordada de manera tripartita, buscará concientizar tanto a los jóvenes como a sus empleadores, estimulando a los primeros a “hacer valer sus derechos” y a los segundos a “promover condiciones de trabajo seguras y saludables para su personal”. En este sentido, la especialista en seguridad y salud en el trabajo de la OIT, Carmen Bueno, afirmó que se trata de “una madurez por parte de los actores de poder reconocer que se trata de un problema que es común a ambas” partes.

Invitado a comentar el proceso de formulación de la campaña, el inspector general del Trabajo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Gerardo Rey, dijo que “no queríamos que la campaña se centrara en torno a si las personas cumplieran o no una norma” y, por el contrario, se buscó abordar el problema desde “la cultura de la prevención”.

Cifras

En otro orden de cosas, Rey adelantó que presentaría “buenas noticias” sobre las estadísticas de accidentes en el ámbito laboral. De los 41.269 registrados en 2016, el año pasado la cifra bajó a 31.622, en una tendencia que Rey calificó como “constante” y “permanente” y que estaría emparentada con la aprobación de la ley de responsabilidad penal empresarial en 2014.

En línea con la realidad mundial, Rey sostuvo que en 11.000 de los accidentes registrados en 2017 (35%) los trabajadores menores de 25 años fueron protagonistas. Muchos factores inciden en el riesgo de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, pero el inspector consideró que “no es casualidad que la mayoría de estos se dieron en trabajadores con menos de dos años de experiencia en el puesto de trabajo en el que se desempeñan”.

Por ejemplo, los trabajadores jóvenes –y en particular, los adolescentes– se enfrentan a un mayor riesgo de sufrir lesiones y enfermedades profesionales debido a que su cuerpo –incluido su cerebro– sigue desarrollándose. En especial, la OIT destaca que “sus sistemas reproductivos y sus funciones cerebrales son particularmente sensibles a cualquier peligro que interfiera en los órganos implicados”. Además, cuando se trata de adolescentes, la “mayor frecuencia respiratoria” y el “mayor índice metabólico por unidad de peso corporal” hacen que sus cuerpos absorban más toxinas y que “experimenten reacciones más extremas” a sus efectos. Por este motivo, un eje de la campaña presentada gira en torno a la prevención del riesgo químico, indicando los peligros implícitos en su uso, las medidas preventivas y las precauciones a tomar antes de usar un producto químico, así como durante y después de su utilización. Otros ejes abordan la prevención de caídas y de lesiones por manipulación manual de cargas.

Por otro lado, por su estado de desarrollo psicosocial y emocional, los trabajadores jóvenes tienden a ser menos capaces de percibir las consecuencias de sus acciones y de evaluar los riesgos asociados a las distintas situaciones, y la OIT sostiene que por esto “suelen verse más afectados por las presiones sociales y motivacionales”.

Asimismo, otro factor de riesgo “característico” es su carencia relativa de competencias y experiencia necesarias para desempeñar las tareas que se les asignan, incluida la capacidad para comprender los peligros y los riesgos en materia de seguridad y salud asociados a su trabajo. Según la OIT, el riesgo de lesión de un trabajador es cuatro veces mayor durante el primer mes que en los 12 siguientes, así como lo es mayor para los trabajadores jóvenes que para los trabajadores de más edad.

En tanto, el nivel de educación de los jóvenes también parece desempeñar un papel importante en su transición a un trabajo estable y decente, ya que, así como la experiencia adquirida, tiende a facilitar la inclusión al mercado de trabajo formal.

Por último, la OIT señala que existen otros factores transversales, como el sexo, la discapacidad y la situación migratoria. Los chicos –pero acotando que las chicas normalmente trabajan más en la informalidad, alterando, por ende, las estadísticas–, los jóvenes con discapacidad –no sólo sometidos a mayor exclusión, aislamiento, intimidación y abuso, sino con menos oportunidades educativas y económicas– y los migrantes –fundamentalmente por la discriminación y las barreras lingüísticas– registran índices de accidentes de trabajo que se encuentran entre “los más altos comparados con los de cualquier colectivo de trabajadores”.

Si bien los mayores riesgos a los que se enfrentan los trabajadores jóvenes suelen estar asociados a estos factores individuales, la OIT sostiene que “la cultura en el lugar de trabajo también puede contribuir a obstaculizar su capacidad o disposición para informar sobre cuestiones relacionadas con la seguridad y salud laboral o, por el contrario, puede proporcionar un entorno favorable que redunde en mejores resultados”. Además de que con frecuencia tienen menores conocimientos de sus derechos como empleados, así como de sus responsabilidades, los jóvenes muchas veces también carecen del poder de negociación que tienen los trabajadores con más experiencia. En este sentido, la organización sostiene que eso “puede llevarles a aceptar tareas peligrosas o condiciones de trabajo deficientes, así como otras condiciones asociadas al empleo precario”.

Por otro lado, y paradójicamente, si bien los menores de 25 años de edad concentran la mayor cantidad de accidentes laborales, cuando hablamos de “enfermedades profesionales” su incidencia es menor entre los más jóvenes. Según la OIT, esto no se debe a una mayor resistencia, sino a que “probablemente, para que una enfermedad profesional se manifieste, suele ser necesario un período prolongado de exposición y/o latencia”.

Alero

Junto con la ley de responsabilidad penal empresarial, hay una serie de decretos que regulan las condiciones laborales para asegurar la seguridad y salud de los trabajadores, y en particular protecciones especiales a través de las normas sobre trabajo infantil y de las prohibiciones relacionadas con los trabajos peligrosos para los menores en edad de trabajar. Pero la OIT establece que hay un vacío para los jóvenes de entre 18 y 24 años de edad, que “no cuentan con un reconocimiento legal o nivel de protección comparables en el lugar de trabajo, a pesar de que están expuestos a un riesgo continuado y mayor de sufrir lesiones”.

La campaña titulada “Los primeros trabajos te marcan. Los accidentes también”, financiada por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos, será difundida por distintos medios: televisión, radio, redes sociales, afiches, pegotines, cartelería en la vía pública y folletería.

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